Fernando Valladares, una de las voces con más autoridad en España para hablar del colapso hacia el que se dirige el planeta (y de las soluciones para evitarlo) acaba de publicar un libro que condensa todos los problemas que nos amenazan: ‘La recivilización’ (Ediciones Destino). A lo largo de sus páginas, desgrana cómo hemos llegado a la situación actual, cuáles son los procesos que están arruinando la actual civilización y qué debe ocurrir para que se revierta esta tendencia.

-Al hablar de la producción de alimentos en el libro, usted recuerda que esta es una de las actividades que más daño causan al planeta, porque, según afirma, la prioridad de esta actividad no es en realidad la producción de alimentos, sino el beneficio de las empresas del sector…

-Sí, esta es una de las tres o cuatro cuestiones, junto con el sistema energético o el sistema sanitario, que causan graves problemas ambientales (cambio climático, contaminación, etcétera), pero también sociales, porque genera grandes desigualdades. Ese binomio problemas ambientales/problemas sociales lo voy relacionando todo el rato en el libro, estableciendo conexiones. Pensemos que el sistema alimentario global genera hambre. Y esa hambre genera millones de muertes evitables. Y es que precisamente por producir tanta comida por lo que morimos de hambre. El sistema no da prioridad en satisfacer las necesidades de alimentación allí donde hace falta y con los precios y calidades necesarias, sino que la prioridad es, ante todo, ganar dinero y luego, abastecer a la población. Esto, que se originó después de la II Guerra Mundial, ha permeado el sistema alimentario global y está generando fortísimos impactos ambientales: es una gran fuente de emisión de gases de efecto invernadero) y genera contaminación por exceso de fertilizantes, entre otras muchas cosas. Paradójicamente, esa producción de comida barata hace que se tire a la basura una tercera parte, y un 20% se emplea en el norte global para tener sobrepeso. Hay que supeditar este negocio a un servicio que es clave para la humanidad.

Fernando Valladares El Periódico


-En cuanto a la energía ¿es este es el sector donde más esperanzas podemos tener, por el rápido despliegue que están teniendo las renovables? ¿O bien hay, en realidad, un panorama de luces y sombras?

-Sí, yo creo que más bien sería un panorama de luces y sombras. Pensemos que, ante la situación que afrontamos, no hay una solución única ni una solución mágica, como pueda ser pasar de las energías fósiles a las energías renovables. De hecho, el libro lo titulo ‘La recivilización’, porque es algo que va más allá del modelo socioeconómico o de los aspectos energéticos. Con la energía pasa algo parecido al sistema alimentario. Producimos mucha y consumimos mucha. En el caso de España, consumimos el doble de la energía necesaria. ¿Necesaria para qué? Pues para ser sanos y felices. Hay estudios que muestran cómo evoluciona la calidad de vida, la salud y la felicidad, mediante ocho o nueve indicadores, a medida que tienes más acceso al consumo de energía. Pero llega un momento a partir del cual ya no eres ni más feliz ni estás más sano, ni aumenta tu prosperidad, y, en cambio, sigues gastando más energía. Ese es el punto en el que deberíamos pararnos. Pues ese punto, en España, sería la mitad del consumo actual.

«En España consumimos el doble de la energía que necesitamos para ser felices y estar sanos»

Fernando Valladares – Ecólogo

¿Y cuáles son los planes con las renovables? Pues producir cuatro o cinco veces la cantidad de energía que producimos hoy, que es el doble de la necesaria. Con ello, las energías renovables (aunque en el apartado de las ‘luces’ figura efectivamente que son limpias y producen menos impacto climático), si siguen con la mentalidad de hacer negocio y dejamos que las empresas energéticas tomen las riendas, irán produciendo cuanto más mejor y nosotros consumiremos mucho porque será fácil gastar… Al final no estaremos cambiando de modelo. Hemos de aprovechar la coyuntura actual para poner patas arriba todo el modelo de civilización actual y definir qué va primero, si los derechos humanos o el negocio, la economía o las personas…

-En realidad, en todo este debate subyace la necesidad de cambiar el modelo económico actual, basado, como usted afirma, en una visión extractivista y agotadora de recursos. Frente a todo ello, el libro propone el decrecimiento económico. Decrecer para vivir mejor, afirma. Pero ¿cómo puede lograrse esto sin que haya una gran contestación social?

-Basta con querer. No queremos cambiar, pero las soluciones las tenemos ahí. El decrecimiento es algo que suena un poco tremendo, pero como científico me gustan las cosas claras. La UE, aunque sea muy liberal y muy pro economía productivista, hace un par de años está dándole vueltas al tema del decrecimiento. El año pasado montó y financió un proyecto de investigación con expertos que trabajan en ello, sino que este año ha generado un congreso de tres días en el que reunió a todo tipo de actores sociales (privado, políticos, ONG) para ver cómo se puede aplicar el crecimiento cero. ¿Cómo lo hacemos? El cómo ya vendrá y es muy difícil. Hay que tener en cuenta que el decrecimiento se va a producir; es algo ineludible. Lo vemos con las recesiones, que son un crecimiento que nos has planeado, no has previsto ni sabes de dónde viene. Y luego es un sálvese quien pueda. Un decrecimiento es lo mismo, pero planificado, donde puedes corregir previamente los sectores que más perjudicados van a verse por la manera de producir o consumir. Hay que anticiparse a un decrecimiento en forma de recesión, de colapso, o como queramos llamarlo. Cuando se toca límite, el golpe que te puedes dar es tremendo. Estamos en una oportunidad histórica para cambiar de civilización.

El libro explica cómo evitar el colapso Agencias


-Frente a estos retos tan grandes que tiene planteados el planeta, y que a veces parecen desbordarnos, ¿qué puede hacer el ciudadano de a pie, la persona individual, para tratar de frenar estos procesos de destrucción?

-Mucho. Muchas veces nos sentimos bloqueados como individuos ante un desafío global. Nos preguntamos: ¿qué hago yo yendo en bicicleta al trabajo cuando China emite no sé cuantos millones de toneladas de CO2? Cosas así. El individuo tiene un papel algo más que simbólico, pero pequeño. Por ejemplo, se calcula que en el tema de las emisiones, si individualmente lo hiciéramos todo como toca, tal vez llegaríamos a un 20% o como mucho un 30% de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. El otro 70% queda en manos de políticos y grandes empresas. No obstante, no es poco ese 20% o casi 30%. Pero podemos entrar en ese otro 70% mediante cosas como a quién votamos, dónde compramos, en qué invertimos, etc. y ahí nos vamos metiendo en ese porcentaje grande. Pero la chispa que deberíamos encender es que, en lugar de vivir agobiados por una situación que nos sobrepasa, es bueno estar haciendo algo que reduzca el impacto de esa situación, da equilibrio y estabilidad a la mayoría de las personas, y da ejemplo a terceras personas. Sobre todo en comunidades pequeñas, donde se pone en marcha una comunidad energética o de consumo, o de producción local, son cosas que no van a cambiar el mundo, pero que ilusionan a los que participan y son una gran motivación, también para los que ven a gente que desde el exterior ven estas cosas.

-Usted es científico y, por tanto, tiene a mano una cantidad de datos e información de la que carece el común de los mortales. Desde ese punto de vista ¿tiene arreglo la situación del planeta? ¿Estamos a tiempo de evitar el colapso?

-El libro acaba con la pregunta de si arreglaremos la situación. Los hay más pesimistas, que lo que hacen es proyectar lo que ha hecho la humanidad hasta ahora sobre el futuro. Y esos dicen que la humanidad se dará un golpe contra el muro, viendo además el colapso de civilizaciones previas. Pero ese es uno de los escenario. Mi ilusión es que no repitamos la historia una y otra vez.

«Hagamos una civilización 2.0 de la que sentirnos realmente orgullosos, no como la actual»

Fernando Valladares – Ecólogo

Esta es la primera vez en la historia en que todo el planeta está muy interconectado y podemos tomar decisiones globales apuntando hacia un fin, y sin necesidad de que tengamos un director de orquesta o un presidente del mundo. Yo creo que tiene arreglo. Todavía estamos a tiempo de evitar superar el 1,5ºC de calentamiento, aunque cada vez hay menos tiempo y menos margen. Pero eso es un tema político y de voluntad social. Hagamos una civilización 2.0 de la que sentirnos realmente orgullosos, y no como la que tenemos ahora, que está languideciendo y reventando las condiciones planetarias que son necesarias para vivir sanos y felices.

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