Los jóvenes se inician en la pornografía entre los 8 y los 12 años. En edades más avanzadas –entre los 13 y 17 años–, siete de cada 10 adolescentes consumen porno, según estudios de la Fundación FAD Juventud y Save The Children. El conocimiento que tienen los padres y madres en relación a este consumo es muy pequeño: solo uno de cada tres adultos supervisa la actividad de sus hijos en internet, las redes sociales y los videojuegos. «El 70% de las familias no saben qué ve su hijo en internet», advierte el psicólogo Jordi Royo, director clínico de la entidad Amalgama7, que trata a chavales con problemas de conducta.
Este psicólogo cree que el porno está directamente relacionado con la hipersexualización de niños y adolescentes, fenómeno que engloba la compulsión sexual, las conductas de riesgo, las relaciones tóxicas y las agresiones. «Creemos que sí afecta que niños tan jóvenes tengan acceso a la pornografía. Save The Children alerta de que el 20% de los niños que ven porno comparten vídeos íntimos, frente al 11% que nunca lo han visto», apunta Royo, que además es autor del libro ‘SOS adolescents: el naufragi de la salut mental postpandèmia’ (Columna).
Los psicólogos alertan de que el 70% de las familias no saben qué ven sus hijos en internet
El porno, dice, está relacionado con las violaciones en manada, pues el 78% de los adolescentes que ellos tratan en terapia afirma haber visto pornografía en la que había sadomasoquismo, agresiones grupales o colectivos vulnerables, como bebés o personas con discapacidad. Este fenómeno, no obstante, también se explica por una sociedad en la que la violencia a la mujer ha estado tradicionalmente legitimada. Royo no pide prohibir el porno, pero sí regularlo.
Baja percepción de riesgo
Los datos también revelan que los adolescentes y jóvenes que visionan pornografía frecuentemente tienen tendencia a realizar más prácticas de riesgo, como compartir fotografías o vídeos íntimos, acceder a plataformas, a citas a ciegas o, incluso, a dejar de realizar actividades cotidianas para dedicar más tiempo al consumo pornográfico. Sin embargo, la percepción de riesgo que tienen estos adolescentes y jóvenes es baja o nula.
Según Royo, en edades primerizas, el 30% de la pornografía llega por «vía accidental», mediante ‘smartphones’ con publicidad que irrumpe de repente. El 52,1% de los que ven porno frecuentemente confirman que este hecho ha influido mucho o bastante en sus relaciones sexuales.
El reciente caso de Almendralejo (Badajoz) –en el que decenas de menores vieron con horror cómo empezaron a circular en whatsapp, Only Fans y páginas porno desnudos falsos de ellas elaborados con inteligencia artificial– pone de manifiesto que a veces es «difícil» escapar de la hipersexualización. «Muchas veces se trata de una expresión de malestar emocional. Pero en algunos casos es una imposición, como lo que pasó en Almendralejo. Es difícil escaparse en estos momentos de la hipersexualización cuando vivimos en una sociedad donde la pubertad es cada vez más corta», señala Royo.
El ‘sexting’, mezclado con la inteligencia artificial (IA), es una «nueva forma de violencia» que se está produciendo por un mal uso de la IA en las redes y las pantallas. Los responsables del caso de Almendralejo (la mayoría, también menores de 14 años) podrían ser acusados de un delito contra la intimidad e incluso de pornografía infantil. Las víctimas, advierte Royo, también podrían serlo, entre otros, de estereotipos hipersexualizados sin su voluntad ni consentimiento.