Familias, genes y herencias de imperios de trascendencia histórica o algo más domésticos. Las sagas y sus vicisitudes han dominado los premios Planeta de este año, con los que se han hecho la televisiva Sonsoles Ónega como ganadora y un jovencísimo autor de discreta trayectoria hasta el momento, Alfonso Goizueta Alfaro, como finalista. Si la primera de las novelas premiadas pone el foco en la emigración gallega en Cuba de la primera mitad del siglo pasado, la segunda lo hace sobre Alejandro Magno y su conquista del mundo conocido trescientos años antes de Cristo. Se había hablado mucho, durante este fin de semana de fastos del Grupo Planeta en Barcelona, sobre temas tan actuales como la supuesta cultura de la cancelación o la inteligencia artificial. Pero el premio literario más generoso del mundo ha decidido apostar por dos novelas que claramente miran al pasado y que evitan meterse en camisas de once varas en lo que respecta a los grandes debates actuales.

Ese mismo espíritu, el de la tranquilidad y el conflicto silenciado, era el que reinaba en la ceremonia de entrega que se celebraba este domingo en el Museu Nacional d’Art de Catalunya y ante 1.200 invitados, entre los que como siempre mandaban más la política, la empresa y los medios de comunicación que los sujetos puramente literarios, autores-estrella aparte. Este año no había Procés incendiando las calles, no había ni covid ni resaca de covid, y ni siquiera tocaba la puntual visita de los Reyes que siempre complica las cosas. Tampoco se daban fenómenos recientes más gremiales como el del «robo» de un autor importante a la competencia o el descubrimiento de que una autora mujer era en realidad tres escritores hombres. Un Planeta con poco salseo.

La parsimonia con la que se saludaban los políticos presentes hacía evidente una realidad: la de que las negociaciones entre el candidato socialista Pedro Sánchez y los nacionalistas para sacar adelante la investidura se viven con mucha menos histeria en Barcelona que en la capital. Y también que se trataba de una ocasión perfecta para reunir a las fuerzas que pueden contribuir a esa investidura. Por el gobierno en funciones acudieron la vicepresidenta Yolanda Díaz, el ministro de Cultura, Miquel Iceta, y el de universidades, Joan Subirats, con el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, y el primer secretario del PSC, Salvador Illa, completando el flanco socialista. La Generalitat estaba representada por la consellera de Cultura Natalia Garriga, de ERC, y también estan los expresidents Artur Mas, referente de Junts, y José Montilla, del PSC. El PP, en cambio, apostaba por un perfil más bajo, sin figuras nacionales y con su candidato a la alcaldía de Barcelona, Daniel Sirera, como único embajador visible.

De izda. a dcha., los ministros en funciones Subirats, Diaz e Iceta y el delegado del Gobierno en Cataluña, Carlos Prieto. EP


Ónega, una apuesta sin fisuras

La ganadora Sonsoles Ónega es una apuesta segura para el Grupo Planeta, un nombre que ya es 100% parte de la casa. Formada en el mundo de los informativos, excorresponsal parlamentaria y tertuliana de pedigrí, Ónega tiene ya varios títulos publicados con la editorial matriz del grupo, y en 2017 se hizo con el Premio Fernando Lara de novela, que organiza su sello. El año pasado fichó por Atresmedia, pata audiovisual de Planeta, para presentar Y ahora Sonsoles, el programa de actualidad de las tardes de Antena 3. Una autora con una ventana televisiva con nombre propio y capaz de plantarle cara a la mismísima Ana Rosa Quintana en la batalla de las audiencias es una forma inequívoca de evitar el riesgo para un grupo de medios que ya no se puede plantear no sacar rentabilidad a un premio en el que se gasta, solamente en el ganador, un millón de euros, además de los 200.000 para el finalista y una cantidad nada despreciable en la ceremonia de entrega que organiza cada 15 de octubre.

Desde hace ya unos años, además, las posibilidades de los libros para transformarse en películas o series que produzcan generosos réditos en forma de derechos audiovisuales es un elemento fundamental a la hora de elegir la obra ganadora. La novela de Ónega, que se titula Las hijas de la criada, tiene como protagonistas a tres generaciones de una familia gallega de empresarios y recorre los dos primeros tercios del siglo XX, a caballo entre Cuba y su región de origen. Unos mimbres que parecen perfectos para convertirse en un serial televisivo de media tarde o en un largometraje dramático para plataformas, como ya estuvo a punto de hacerlo un libro anterior de la autora, Después del amor. Su argumento parte de un suceso común en la literatura: el de dos niñas, una rica y otra pobre, intercambiadas al nacer. Serán las mujeres de esa familia las responsables de sacar adelante un imperio conservero a pesar de las dificultades que se les plantean, una historia de empoderamiento femenino que sintoniza bien, a priori, con los tiempos actuales.

Si la victoria de Ónega encaja a la perfección con el rumbo tomado por Planeta en las últimas ediciones de este premio, lo único un poco llamativo de la noche fue el finalista, un desconocido del gran público. Alfonso Goizueta Alfaro tiene solamente 24 años, y la obra que le ha dado el premio, La sangre del padre, es una novela histórica como mandan los cánones, en este caso en torno a un joven Alejandro Magno que, a lo largo de sus expediciones hacia Persia y de las batallas que va librando con el fin de liberar a los pueblos de esa región de la tiranía, se va convirtiendo él mismo en un tirano, presa su ambición.

Esos mismos temas, los de la Grecia clásica y las sagas familiares, ya los trató el autor en la única novela que se le conocía hasta ahora, Corazón de deidades, autopublicada en 2020. Pero no fue ese su primer libro. Este doctorando en relaciones internacionales había sido capaz de publicar antes, a la enternecedora edad de 17 años, Limitando el poder 1871-1939, un manual de historia de la diplomacia occidental desde la unificación alemana a la invasión de Polonia, para poco después aventurarse con un ensayo sobre historia de España, Los últimos gobernantes de Castilla. Corría el comentario entre los presentes en la entrega de si este joven habría visitado alguna vez un bar en sus tiempos de estudiante, porque no parece haberle dado mucho tiempo.

El premio que en su día ganaron Matute, Semprún, Marsé, Vázquez Montalbán, Muñoz Molina, Vargas Llosa o Puértolas hace años que tomó -con algún interludio soprendente como el de Javier Cercas y Manuel Vilas- rumbos ajenos a lo estrictamente literario. Los de este año son la certificación definitiva de que el espíritu «360» adoptado por el grupo editorial con respecto a este galardón (su convertivilidad a contenidos que tienen que funcionar en diferentes plataformas más allá del libro impreso) ha llegado para quedarse.