Es uno de los géneros fetiche del cine francés: las comedias populares, facilonas pero sin caer en lo grotesco. Un tipo de películas que funciona como un tiro a nivel comercial en el país vecino, a pesar de que su legado artístico suele resultar más que limitado. Uno de los últimos ejemplos de este género en llegar a las salas en Francia es ‘Bernadette’, el biopic protagonizado por Catherine Deneuve que la cineasta Léa Domenach, de 40 años, dedica a Bernadette Chirac, de 90 años y la mujer del expresidente francés Jacques Chirac, quien falleció en 2019 a los 86 años.

Aunque la crítica no la ha encumbrado a los altares de esta ‘rentrée’ ni destaca por su puesta en escena ni diálogos mordaces, esta película tiene el mérito de recordar la historia de Bernadette Chirac, probablemente la primera dama más política en la historia de la Quinta República y que cambió la percepción que se tiene en Francia de las parejas sentimentales de los presidentes. Su estreno el 4 de octubre coincidió prácticamente con el de un documental, de la cadena France 5, también sobre la vida de la única esposa de un inquilino del Elíseo que se sometió al escrutinio de las urnas.

Un antes y un después en las primeras damas francesas

El filme de Domenach es una adaptación libre y no presume de fidelidad hasta el mínimo detalle en la vida de Bernadette Chirac, pero sí que describe su rol y la construcción de su personaje a lo largo de la presidencia chiraquista, entre 1995 y 2007. Su paso por el Elíseo supuso un antes y un después en el rol de las primeras damas en Francia. Ella enterró la discreción y el papel público completamente secundario que tuvieron Yvonne de Gaulle, ejemplo de la mujer fiel y concentrada en la gestión del domicilio, y Danielle Mitterrand, con una actividad política bastante más relevante al frente de la fundación France Libertés, pero eclipsada mediáticamente. 

Bernadette Chirac rompió con ese marco. Ella se convirtió en una personalidad conocida, con una fama parecida a la que años más tarde tendrían Carla Bruni durante la presidencia de Nicolas Sarkozy (2007-2012) o actualmente Brigitte Macron. Admiradora de Hillary Clinton, contribuyó a que el rol de la primera dama en Francia se asemeje al de Estados Unidos. Una evolución en los últimos 30 años que ha coincidido con una intensa americanización de la sociedad gala, que ha perdido una parte significativa de sus especificidades del pasado.

La película ‘Bernadette’ presenta a la mujer de Chirac como una figura del feminismo mainstream. En cierta forma, el filme de Doménach representa la adaptación de ‘Barbie’ para los habitantes del burguesísimo distrito XVI de París, que peinan canas y admiran el buen envejecer de Brigitte Macron, de 70 años. Su tesis principal es la metamorfosis que experimentó su imagen a lo largo de la presidencia de Chirac y que le permitió salir de la relegación patriarcal. Pasó de ser “mujer de” para convertirse en una celebridad.

Del ostracismo a la fama

Cuando Chirac llegó al Elíseo, Bernadette era percibida como una mujer discreta, antipática por sus gustos tradicionales y algo aristocráticos. La prensa y el entorno presidencial se burlaban de ella por las infidelidades de su marido, visto como un político campechano, cercano a la gente. Un rol que contrastaba con la realidad: ella era una política que militaba en el espacio de la derecha republicana desde principios de los años 1970 y ejercía como representante local en el consejo provincial de Corrèze (centro-sur) desde 1979. A lo largo de la presidencia de su marido, le dio la vuelta a la tortilla. Y metamorfoseó su imagen y fama.

Para ello, se entregó al juego de la prensa del corazón. Cambió su look y se vistió con las prendas más modernas de Karl Lagerfeld, al frente de Chanel. Consagró buena parte de su tiempo a las actividades caritativas de la fundación Pièces jaunes —dedicada al apoyo de niños enfermos— al lado de personalidades de la cultura y el deporte. Visitó las discotecas más fashion. Incluso bromeó al referirse a los cuernos que arrastraba debido a su marido.

Y también desveló las interioridades de su vida personal, incluso aquellas más delicadas como la anorexia mental de su hija Laurence, con el libro autobiográfico ‘Conversation’, que arrasó en 2002 en las librerías francesas. Todo ello la catapultó hacia la fama. Siendo justos, ese salseo y revelación de su vida privada le permitió que la reconocieran por lo que era en su actividad pública: una política. Con todas las de la ley.