Desde Madrid acudo, reconozco que algo escéptico (o bastante incrédulo, para ser sincero), a Mérida, a su Parador Nacional, para un encuentro con Javier Pérez Campos. El objetivo es el de conocer de cerca su nuevo libro, Immaturi: Los inocentes, así como a su autor y las circunstancias de la obra que, del principio al final, se sumergen en el misterio, profundizando en el concepto y las historias de los niños fantasmas, según Pérez Campos, un hecho miedo que provoca un miedo sin parangón, un terror que no se parece a ningún otro. Hasta ese momento, he leído aproximadamente la mitad del libro y, en el camino, sigo con el resto. Releo y subrayo, eso sí, el capítulo que se focaliza en la bellísima capital de la comunidad autónoma de Extremadura a la que me dirijo.
Un niño pálido que camina, una carretera solitaria, un largo pasillo de hotel…
Por naturaleza, soy incrédulo, en la acepción real y literal de la palabra. Es decir, soy una persona que no creo con facilidad en las cosas que no veo, que no se han probado como evidentes, incluso, si están aceptadas o consensuadas por la mayoría. Ejemplos de Immaturi como los que se narran en libro, un niño que camina, pálido, por una carretera solitaria, una figura de pequeña estatura que juega en el largo pasillo de un hotel, una aparición de un bebé llorando en el frontispicio de puertas de un campo santo… bien, quedan muy bien en el imaginario colectivo, en las películas tipo El Exorcista, El resplandor o como se dice ahora rollo Drowning Ghost.
El fantasma del niño aterroriza al ser lo más antinatural que puede ocurrir
Pero el momento de mi conversión progresiva y paulatina, se produce cuando, llegado a la Emérita Augusta, conozco al autor. En paralelo y a medida que me introducía en la lectura de Inmaturi, voy entendiendo el porqué de esa “pluma adictiva” que caracteriza a Javier Pérez Campos. Pero, repito, lo que me hace, poco a poco, ir cayendo del caballo e interesarme por el tema central del libro, los Immaturi, es el conocimiento cercano y de viva voz de su autor, de lo que le mueve a narrar estos hechos, de cómo se gestó este libro y los anteriores (a destacar “Están aquí. Son los Otros”, “Los Guardianes” y “Los Intrusos”) y qué piensa de todo ello. Ver las tripas de esa especial creatividad, te da un plus de información y te genera interés… además de aclarar muchos conceptos, hasta el momento, muy difusos para un pagano como yo. Cuando alguien conoce como Javier ese mundo, relata con sano orgullo su libro, cuando habla con tremenda ilusión fundamentada y empírica, cuando muestra similar respeto tanto al “creyente” en fantasmas como al “ateo” de immaturis, caes en la trampa del libro como una especie de atracción que imanta.
La seducción del libro y de su autor, que te va envolviendo
Bastó con una cena al lado de él, para si no llegar al grado de convertirme fervorosamente a la causa fantasmagórica, sin transformarme y terminar de leer con fruición la obra, transitando del escepticismo inicial a la voracidad por pasar páginas hasta concluirlo. Comienzas a entender en el encuentro del Parador nacional de Mérida, qué son los niños fantasmas y porque las apariciones de los Inocentes son las más temidas: “Miles de personas, en todas partes del mundo, se han encontrado con ellos. El miedo que provocan no se parece a ningún otro…” Se trata del miedo a ser efímeros en esta vida “que nos hace recordar que no hay mañana y que la humanidad teme con especial firmeza a los niños; niños perdidos que no tenían constancia de la muerte”. “El fantasma del niño nos aterroriza porque es lo más antinatural que puede ocurrir, es la muerte más a destiempo porque en el fantasma del niño vemos nuestra propia fugacidad”.
Historias de niños fantasma muy impactantes
Y como todo libro tiene su historia previa, Pérez Campos nos desvela que en el transcurso del cambio vital de ser padre, el periodista se lanzó a un viaje extenso e intenso, que llevado sin parar a beber de viejas crónicas medievales o investigar en edificios oficiales. Periplos para entrevistar a testigos de apariciones o visitar cementerios y carreteras donde los Inocentes hacer sus apariciones.
El sitio de encuentro con Javier, responsables de la Editorial Planeta y 20 periodistas, es Mérida. Y los es porque en la bellísima Emérita Augusta, hay señales de apariciones actuales a las que Javier Pérez Campos dedica un capítulo importante en su libro. Se trata de un niño esclavo llamado Mirinus. El infante hace su aparición en la carretera. También en Extremadura, en la carretera de Badajoz, en la Nacional V, cerca de la base aérea de Talavera la Real, se recoge el caso de una portuguesa junto a su hijo fallecido hijo portándolo en sus brazos o la aparición, en distintas ocasiones, de un feto parecido a la imagen de una ecografía de 3 meses de gestación en el cementerio de la alquería hurdana de Aceitunilla.
El Parador de Mérida y la inmersión en lo sobrenatural
Pero puestos a afinar, la cita, la cena y la “noche de dormir” tras oír y recorrer escenarios de parte del libro se organiza en el Parador de Mérida, emplazado en un antiguo convento del siglo XVIII, que a su vez fue construido sobre los restos de un templo que estaba dedicado a la Concordia de Augusto. Javier me revela que tiene datos de que también fue una mezquita. Antes de alojamiento, funcionó como hospital, como manicomio e incluso como cárcel.
Es ahí el encuentro, la entrevista con el autor y la narración en la tranquila terraza nocturna (frente a la habitación 205) donde cuentan que aparece el alma de una mujer, un antiguo monje y sobre todo el más protagónico de todo, la visión de Mirinus, el niño esclavo, el “immaturi” de la 205 desde la que según testigos e incluso trabajadores del Parador, han contemplado espectros saludando desde ventanas o, mujeres de la limpieza, han hallado sábanas en medio de la habitación justo al instante de haber hecho la cama. Es la habitación 205 y algunas cercanas… a 30 metros de la mía. Por eso, tras la cena, en esa velada larga, amena e interesante en la terraza precedida de un recorrido por los antiguos muros del Parador, sus escaleras, el pasillo de la segunda planta y, especialmente, la habitación 205, te predisponen a practicar la inmersión en el mundo de Javier y/o irte acojonado a la cama.
Y yo durmiendo a 30 metros de la 205
Javier Pérez Campos en ‘Immaturi. Los inocentes’, editado por Planeta, nos propone un recorrido por distintos pasajes de su profunda labor investigadora, desde varios emplazamientos extremeños hasta la vasca Vitoria, Las Palmas de Gran Canaria, el cementerio de La Almudena en Madrid. Sitios y rincones que Javier ha visitado y escrutado, así como recogido testimonios orales de testigos que dicen haber visto fantasmas infantiles. Esos niños que aparecen según el autor “con sed de venganza y otras porque no sabe lo que es la muerte y está perdido”… ¡Y yo, durmiendo a 30 metros de la 205!
Para finalizar, me quedo con el razonamiento que Javier me expone sobre su trabajo, sus libros y sus creencias o no creencias: “En mis libros practico el equilibrio entre lo que me cuentan los entrevistados -muchos de ellos testigos- y mis dudas, mis viajes, mis experiencias vividas, lo que me pasa y lo que creo”.
Y una advertencia reiterada para concluir: Ya les dije que los libros de Javier Pérez Campos son adictivos, pero que muy adictivos. Cuidado los incrédulos como yo: Podemos terminar transformándonos en “creyentes” o en supporters perezcampistas.
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Sobre el autor
Javier Pérez Campos nació en Ciudad Real en 1989. Es un apasionado de la historia, la antropología, la arqueología y la astronomía. Periodista dedicado, desde hace años, a la búsqueda de historias ocultas. Reportero del programa de televisión Cuarto milenio. Entre sus libros publicados están Los ecos de la tragedia (Planeta, 2013), Los Otros (Planeta, 2016), Los Guardianes (Planeta, 2019) y Los Intrusos (Planeta, 2021).