La duquesa de Medinaceli, Victoria de Hohenlohe-Langenburg, se ha casado este fin de semana en Jerez con el economista francés Maxime Corneille, en una ceremonia que ha evidenciado las profundas fracturas que existen en su familia. Tal y como ha reflejado El Mundo en sus páginas, los enfrentamientos por la herencia y el patrimonio de la casa ducal más importante de España, junto a la de Alba, han llevado a los distintos clanes Medinaceli a los tribunales, donde se acusan de malversación, apropiación indebida y falsedad documental.
La guerra de los Medinaceli tiene su origen en la preferencia que mostró la anterior duquesa, Victoria Eugenia Fernández de Córdoba, conocida como Mimi, por su hijo menor Ignacio Medina y Fernández de Córdoba, duque de Segorbe, en detrimento de los otros tres: Ana, Luis y Rafael. Mimi sobrevivió a la muerte de sus tres hijos mayores y entregó a Ignacio el poder sobre los asuntos económicos y patrimoniales de la casa ducal, además del ducado de Segorbe, uno de los mejores títulos de la saga.
Los hijos y nietos de Ana, Luis y Rafael se sintieron marginados y reclamaron su parte de la herencia, que incluye más de 40 títulos nobiliarios, 22 palacios, 130 fincas rústicas y una ingente colección artística. Sin embargo, Ignacio Segorbe se negó a repartir los bienes y se escudó en la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, creada por su madre en 1978 para preservar el patrimonio histórico y cultural de la familia. Ignacio es el presidente de la Fundación y maneja sus recursos como si fueran suyos, según denuncian sus sobrinos.
La situación llegó a un punto crítico cuando Ignacio Segorbe intentó vender el palacio de Villahermosa, en Madrid, sede del Museo Thyssen-Bornemisza, por 90 millones de euros al Estado, que tenía un derecho de tanteo sobre el inmueble. Los sobrinos de Ignacio se opusieron a la venta y presentaron una demanda contra él y la Fundación, acusándolos de malversar los fondos de la entidad y de falsificar documentos para apropiarse de bienes que no les correspondían. La demanda fue admitida a trámite por el Juzgado de Primera Instancia número 44 de Madrid en 2020.
La batalla judicial se ha intensificado en los últimos meses, con nuevas denuncias y querellas cruzadas entre los Medinaceli. Por un lado, los hijos de Luis Medina y Fernández de Córdoba, duque de Feria, han acusado a Ignacio Segorbe de haberse quedado con el palacio de Pilatos, en Sevilla, que era propiedad de su padre. Por otro lado, Ignacio Segorbe ha denunciado a su sobrina Victoria de Hohenlohe-Langenburg, duquesa de Medinaceli, por haberse apropiado de obras de arte y joyas que pertenecían a la casa ducal. De hecho, la boda no podrá celebrarse en el citado palacio de Pilatos a pesar de que fuera la vivienda del padre de la novia, Victoria de Hohenlohe-Langenburg.
La guerra de los Medinaceli ha provocado una profunda división en la familia, que se ha hecho evidente en las bodas y los funerales. La boda de Victoria de Hohenlohe-Langenburg con Maxime Corneille ha sido el último episodio de esta saga aristocrática, que parece lejos de encontrar una solución pacífica. La novia no invitó a su tío Ignacio Segorbe ni a sus primos del clan Segorbe, con los que mantiene una relación muy tensa. Tampoco asistieron los hijos del duque de Feria, que prefirieron mantenerse al margen del conflicto.
Al enlace estaba invitado el rey Felipe VI, quien era un gran amigo del padre de la novia, Marco Hohenlohe, fallecido en 2016. Sin embargo, el rey ha declinado su asistencia, al igual que la reina Sofía, quien tenía una relación cercana con la abuela de Victoria, Ana Medina Fernández de Córdoba, que lamentablemente falleció en 2012.
La lista de invitados, que supera los 400 asistentes, incluye a destacados miembros de la aristocracia. Entre ellos se encuentran Fernando Fitz-James, el futuro duque de Alba, quien asiste con su esposa Sofía Palazuelo, su hermano Carlos, conde de Osorno, y su tío Alfonso, duque de Híjar. Además, se suman a la celebración Rafael Medina, duque de Feria, y su hermano Luis, quienes son primos del padre de la novia. La madre de los Medina, Nati Abascal, también forma parte de los invitados.
La lista continúa con la presencia del marqués de Cubas, Álvaro Falcó, acompañado de Isabelle Junot, así como la familia Abelló en su totalidad, los duques de Arión, los Hohenlohe, los López de Carrizosa y una larga lista de apellidos ilustres que han sido invitados a esta ocasión tan especial.
La guerra de los Medinaceli es un ejemplo más de cómo el poder y el dinero pueden romper los lazos familiares y generar disputas interminables. La casa ducal más antigua y prestigiosa de España, que tiene sus orígenes en el siglo XIII y que ha dado personajes ilustres como el almirante Cristóbal Colón o el cardenal Pedro González de Mendoza, se enfrenta ahora a un futuro incierto, marcado por la incógnita sobre el destino de su patrimonio histórico y artístico.