«¡Hasta nunca! ¡Me voy! ¡No me van a volver a ver!», fueron sus últimas frases. Lo cumplió. Santiago José -Chago-, como lo llaman todos- dejó en casa teléfono, llaves, documentación y dinero. Cerró la puerta y se fue. Tiene 16 años, vive en Tenerife y desde el 6 de septiembre lo buscan sin descanso. Está desaparecido. «Llevamos más de un mes buscándolo sin descanso», lamenta, abatida, su hermana Luz. «Es un niño muy tranquilo, familiar, todo esto es raro de principio a fin».
«Se despertó enfadado, empezó a gritarle a mi madre y mi hermana…», reconstruye la joven ante CASO ABIERTO, portal de sucesos e investigación de Prensa Ibérica. Traza, también, los últimos pasos de Chago. Se agotan en un montaña. «Chago sale de casa, mi hermano pequeño le sigue y llegan a esta montaña. Chago dice: ‘¡vete, que me voy a tirar!’, medio riéndose, pero lo dice». El pequeño regresa y no le vuelven a ver más.
La investigación policial no descarta nada, «creen posible que mi hermano hubiera puesto fin a su vida allí». Ahora todo ha dado un giro. Decenas de personas afirman verle, «sucio, con la misma ropa con la que desaparece (camiseta blanca, pantalón vaquero azul), en la barriada de Los Gladiolos (Santa Cruz de Tenerife)», apunta Luz. No estaría solo. «Todo el mundo me nombra a la misma mujer».
«Tu hermano está allí»
«Denunciamos de inmediato», explica Luz. «Si mi hermano ha estado enfadado alguna vez, ha vuelto a casa una hora después. Chago es una persona muy familiar, muy tranquila y jamás haría algo así». Los agentes activaron en seguida el protocolo por desaparición: ¿Se ha ido alguna vez de casa? ¿los días previos estaba bien?. «Mi padre falleció hace cinco meses. Se quitó la vida…», explica Luz, «Chago y él no se hablaban, no se llevaban bien». El menor encajó el duelo de la peor de las maneras, «lo llevaba dentro, estaba superado, se sintió mal».
La Policía Nacional asumió la investigación. Mientras llegaban los avances, la familia salió a buscar. «Recorrimos toda la montaña», no hay rastro de él.
«Nos empeñamos en la montaña porque, claro, teniendo en cuenta su estado de ánimo, que no regresaba, y que esto no es normal en él… no descartamos que se hubiera quedado allí». Sin pistas, sin rastro, llegó la difusión de carteles. Con estos llegaron, también, las únicas pistas: «tu hermano está en Los Gladiolos, tu hermano está allí».
«Se dedica a llevarse personas, también niños. A mí me dio un vaso de agua y me dormí. No recuerdo nada. En la puerta había un tío grande, un matón»
Una zona: Los Gladiolos, y el nombre de una mujer. La familia de Chago comenzó a recibir las mismas coordenadas una y otra vez. «Decidimos ir hasta allí», explica Luz. Los vecinos de la barriada, «bastante peligrosa, conflictiva, algo turbia», se negaron a hablar. Hubo un pacto de silencio. «Nosotros no daremos ningún chivatazo».
Entonces llegó un testimonio: «yo conozco a esa mujer, maneja un poco todo y se dedica a llevarse personas, también niños». El testimonio habla de drogas, menudeo y alcohol. «A mi me dio un vaso de agua y me dormí. No recuerdo mucho, una casa okupa, cerca del puente Zurita. En la parte de arriba de la casa había niños y gente retenida, y en la puerta un tío grande, un matón».
Luz recorrió varias noches la barriada. El resto de la familia lo hizo durante el día también. Tras las constantes visitas y batidas, paralelamente, la gente dejó de ver el menor.
«No han sido una ni dos personas. Han llegado muchas pistas, a mi madre, a mi hermana, a mí, de gente diferente y todos lo sitúan allí», explica Luz. «Todas las pistas son de gente que le conoce, no salen tras ver el cartel. Una prima mía asegura que le vio y salió corriendo… Chago no está bien».
«Se perdió»
«Chago es muy casero, apenas salía a la calle». ¿Por qué estaba allí? «A raíz de la desaparición hemos conocido que hacía unos meses que un amigo lo llevaba con gente adulta allí. Al parecer, mi hermano lo poco que salía, cuando lo hacía, iba allí», lamenta su hermana. «Convencido, engañado… Desde el principio nada es normal, él no es agresivo, y mira como salió de casa… Es extremadamente ordenado, todo lo tiene que colocar, y ahora podría estar en una casa así….». La familia, de nuevo, en shock.
La policía conoce el dato, «es un barrio al que le gusta poco la presencia policial», lamenta Luz. «Necesitamos que busquen allí, pero que busquen de verdad». Luz no puede encontrarlo sola. Con el riesgo que conlleva, no deja de buscarlo por esas calles, pero nunca está. «Si nadie lo ve últimamente y antes lo veían mucho. Si ahora nadie lo puede parar, empiezo a creer que esa casa existe, y que mi hermano está retenido allí».
Chago, 16 años, el adolescente tranquilo, pausado y familiar. Perdió a su padre, y «se perdió» él mismo. «Sé que todo le provocó un trauma. Decía, incluso, que no quería estar…«, lamenta Luz, «pero queremos pensar que podemos encontrarlo y darle la ayuda que necesita».
Alto, delgado y con el pelo más bien largo, «camina con los hombros echados un poco hacia delante, por si alguien lo ve». Acababa de matricularse en una FP de mecánica, «estaba super ilusionado, compró todo nuevo». El curso ha empezado y él no está.