De Atocha a Colón siempre habrá una vereda de maletillas, soldados, comadres y labriegos recién bajados del expreso hacia las pensiones, las letras de los bancos o el infame Museo de Cera, o sea una España más pura y eterna que la de las banderas, y por eso yo creo que es el recorrido perfecto para celebrar la Fiesta Nacional. La verdad es que a Sánchez lo pitaron por allí como al torero o bailaor malo que es, y a mí eso no me parece una descortesía, sino al contrario, un homenaje castizo, corralero y literario añadido al homenaje castrense, aviónico y calatravo del día. Quizá era por las obras alrededor de Concha Espina, que parecen una operación quirúrgica en el corazón heráldico de Madrid, o era por darle a Sánchez otra posibilidad de burladero o de escape, pero el cambio nos dejó un Madrid más Madrid, que hasta el pueblo abucheaba entre boñigas de caballo, como se abucheaba una comedia mala en el Siglo de Oro.