La Franja de Gaza, un estrecho territorio costero situado entre Israel y Egipto, es el hogar de unos 2,3 millones de palestinos que viven en una de las zonas más densamente pobladas del mundo. Según el informe del PCBS (Oficina Central de Estadísticas de Palestina), la densidad de población de Gaza es de 5.154 personas por kilómetro cuadrado, 10 veces más que la de Cisjordania, que es de 519 personas por kilómetro cuadrado. Además, casi la mitad son niños y niñas menores de 14 años.
Esta situación se ha agravado por el bloqueo israelí que dura ya 15 años y que restringe severamente el movimiento de personas y bienes hacia y desde Gaza, así como el acceso a los recursos naturales y los servicios básicos. Además, la división política interna entre las facciones palestinas y las recurrentes escaladas de violencia entre Israel y los grupos armados palestinos han provocado una grave crisis humanitaria que afecta a todos los aspectos de la vida en Gaza.
La última guerra entre Israel y Hamás, que ha estallado en octubre de 2023, es la más devastadora desde la ofensiva israelí de 2014. Según la ONU, el conflicto ha causado ya la muerte de al menos 560 palestinos y 800 israelíes, así como miles de heridos y desplazados -unas cifras que seguramente crecerán exponencialmente en las próximas horas a medida que se actualicen los datos-. Además, la infraestructura civil de Gaza ha sufrido graves daños por los bombardeos israelíes, que han destruido edificios residenciales, escuelas, hospitales, instalaciones eléctricas y de agua, y otros servicios esenciales.
La precaria situación de los palestinos en la Franja de Gaza
La población de Gaza vive en condiciones precarias e inhumanas, con altos niveles de pobreza, desempleo, inseguridad alimentaria y dependencia de la ayuda humanitaria. Según la OCHA (Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU), el 80% de los habitantes de Gaza dependen de algún tipo de asistencia humanitaria para cubrir sus necesidades básicas. El acceso a la salud, la educación, la vivienda y la protección es limitado y está amenazado por la falta de recursos, la escasez de combustible y electricidad, y las restricciones impuestas por Israel.
La situación sanitaria es especialmente crítica, ya que el sistema de salud pública está al borde del colapso debido a la falta de personal, medicamentos, equipos e insumos médicos. La pandemia de COVID-19 ha agravado aún más la crisis sanitaria. Según CARE (Cooperación para la Asistencia y el Alivio en todas partes), una ONG internacional que trabaja en Gaza desde 1994, el 78% del agua corriente en Gaza no es apta para el consumo humano y el 97% de las aguas residuales se vierten sin tratar al mar Mediterráneo.
La población infantil -casi la mitad del total- es la más vulnerable y la más afectada por la situación en Gaza. Según UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), hay más de un millón de niños y niñas en Gaza que necesitan apoyo psicosocial urgente para superar el trauma causado por la violencia, el miedo y la pérdida. Además, muchos niños y niñas sufren desnutrición crónica, anemia y otras enfermedades relacionadas con la falta de alimentos adecuados. La educación también se ve seriamente afectada por el conflicto, ya que muchas escuelas han sido dañadas o cerradas y los estudiantes tienen dificultades para acceder a la enseñanza a distancia debido a los cortes frecuentes de electricidad e internet.
El bloque israelí a la Franja de Gaza
La zona ha sido (y sigue siendo) constantemente noticia por los conflictos que no cesan y que ya han provocado muchísimos muertos. Una crisis con mucha historia, pero en la que el control de Gaza por parte de Hamas, en 2007, después de una violenta lucha interna con la Autoridad Palestina, terminó de situar en un punto de no retorno que se extiende hasta la actualidad. Desde entonces, Israel ha impuesto un bloqueo a la Franja de Gaza con el objetivo de evitar el contrabando de armas y otros materiales peligrosos. Sin embargo, este bloqueo también ha afectado el movimiento de personas y bienes, así como el acceso a servicios básicos en Gaza, lo que ha contribuido a incrementar las dificultades socioeconómicas y humanitarias en la región.
Por si esto no fuera suficiente, los enfrentamientos violentos entre Israel y grupos armados en Gaza, como Hamas y la propia Yihad Islámica, también están a la orden del día. En este sentido, los lanzamientos de cohetes desde Gaza hacia territorio israelí, junto con las respuestas militares israelíes, han llevado a una serie de conflictos, incluidas las operaciones militares en Gaza, como las llevadas a cabo en 2008-2009, 2012, 2014 y 2021.
La extrema violencia entre Israel y grupos armados palestinos en la Franja de Gaza ha provocado una crisis humanitaria máxima y una escalada de las tensiones diplomáticas como en los peores años del siglo XX. En 2014, por ejemplo, se produjo un conflicto de 50 días conocido como la Operación Margen Protector, que generó gran cantidad de muertes y destrucción. Los enfrentamientos más recientes y las escaladas de violencia tuvieron lugar en mayo de 2021, cuando los ataques y contraataques entre ambas partes causaron una alta cifra de víctimas y una intensa respuesta internacional.
Ante este panorama desolador, las organizaciones humanitarias han hecho numerosos llamamientos urgente a la comunidad internacional para que aumente su apoyo financiero y político a Gaza y presione a Israel para que levante el bloqueo y respete el derecho internacional humanitario. Asimismo, han instado a las partes palestinas a poner fin a su división interna y a reanudar el diálogo con Israel para alcanzar una solución pacífica y justa al conflicto. Solo así se podrá garantizar el respeto a los derechos humanos y la dignidad de los millones de palestinos que viven en Gaza, el territorio más densamente poblado del planeta.
El crecimiento de los asentamientos judíos en Palestina
Intentar explicar el origen de este conflicto es un tema complejo y prácticamente imposible, puesto que tiene un sinfín de lecturas debido a las disputas territoriales, políticas y religiosas que están detrás de todo. Las diferencias, lejos de haberse superado, siguen más que vigentes en pleno 2023. Y es que, tanto Israel como Palestina reclaman sus derechos sobre ciertas áreas geográficas, en particular la región histórica de Palestina que incluye Israel, Cisjordania y la Franja de Gaza. Para ser más precisos, los israelíes consideran a Israel su Estado soberano y han establecido un gobierno y una economía próspera en la región. Por su parte, los palestinos buscan establecer un Estado palestino independiente en los territorios ocupados por Israel desde la Guerra de los Seis Días en 1967, un conflicto armado que tuvo lugar en junio de 1967, que enfrentó a Israel a una coalición de países árabes, compuesta principalmente por Egipto, Jordania y Siria, y en el que las fuerzas armadas israelíes –una de las más poderosas del mundo- lograron una rápida y significativa victoria que supuso que Israel ocupara la Península del Sinaí y la Franja de Gaza (que anteriormente estaban bajo control egipcio), así como Cisjordania (que anteriormente estaba bajo control jordano) y las Alturas del Golán (que anteriormente estaban bajo control sirio).
Tras esta guerra, Israel entró en un nuevo paradigma geopolítico. Fruto de ello, comenzaron a establecerse los primeros asentamientos israelíes en Cisjordania, con la intención de crear comunidades judías permanentes y asegurar el control israelí sobre la región. Sin embargo, pese a que al principio estos asentamientos eran más estratégicos que multitudinarios, con el paso del tiempo, y, sobre todo, bajo los gobiernos de derechas como el de Benjamin Netanyahu, se empezaron a promover unas políticas de expansión mucho más agresivas, llegando incluso a construir carreteras y un sistema de infraestructuras para conectar los asentamientos y facilitar el acceso a Israel.
La triple respuesta de Palestina
Paralelamente a este crecimiento exponencial de los asentamientos israelíes en territorio palestino ocupado, Palestina ha replicado con una combinación de medidas diplomáticas, legales y de resistencia, lo que ha provocado que las tensiones y las hostilidades se hayan acelerado.
Así, respecto a las medidas diplomáticas y de negociaciones, Palestina ha buscado el apoyo internacional de otras potencias, llevando el tema a la atención de la comunidad internacional a través de foros internacionales como la ONU, buscando resoluciones y declaraciones que condenen los asentamientos y demanden su detención. Además, también ha buscado negociaciones directas con Israel y ha participado en varios procesos de paz, como los Acuerdos de Oslo, en un esfuerzo por alcanzar una solución política y detener el crecimiento de los asentamientos. En este sentido, Palestina sigue manteniendo hoy en día que la salida a este conflicto es una solución política basada en la creación de un Estado palestino independiente junto a Israel, con Jerusalén Oriental como su capital.
Asimismo, Palestina ha recurrido a acciones legales y denuncias contra los asentamientos israelíes ante tribunales internacionales y organismos de derechos humanos, buscando que se responsabilice a Israel por sus acciones. Por ejemplo, han presentado varias denuncias ante la Corte Penal Internacional (CPI), ubicada en La Haya, en busca de investigaciones sobre presuntos crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad relacionados con los asentamientos.
Por otra parte, también es importante mencionar que, a lo largo de todas estas décadas, algunos palestinos también han optado por la resistencia y la protesta en respuesta al crecimiento de los asentamientos. Esto ha incluido manifestaciones pacíficas, resistencia no violenta y movimientos de boicot, desinversión y sanciones (BDS) dirigidos a empresas y productos relacionados con los asentamientos.