Aunque todavía se considera una utopía técnica, la posibilidad de usar úteros artificiales para ayudar a bebés humanos prematuros ha quedado más cerca después de que Estados Unidos se plantee escalar a nivel humano las investigaciones desarrolladas hasta ahora en animales. La caja de Pandora ya se ha abierto.
Estados Unidos se está planteando la posibilidad de trasladar la investigación sobre úteros artificiales de animales a humanos, tal como se reconoce en un comunicado de la FDA.
De momento, la discusión se limita al uso de úteros artificiales (AWT) como una alternativa al tratamiento estándar actual de bebés extremadamente prematuros en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales, añade el ministerio encargado de la Administración de Alimentos y Medicamentos del Gobierno norteamericano.
El pasado 19 de septiembre el Comité Asesor Pediátrico (PAC) de la FAD se reunió para discutir sobre la seguridad y eficacia de los dispositivos de tecnología de útero artificial, incluidas consideraciones regulatorias y éticas para los primeros estudios en humanos (FIH).
Aunque no ha trascendido lo tratado en esa reunión, cuyas recomendaciones no serán vinculantes, el mero enunciado de utilizar úteros artificiales en humanos ha abierto la caja de Pandora (la mítica mujer griega cuya caja contenía todos los males del mundo) en amplios sectores de la sociedad, no solo norteamericana, sino también global.
Experimentos previos
Hasta ahora los úteros artificiales se han probado con cientos de corderos (y algunos lechones), pero los modelos animales no pueden predecir completamente cómo funcionará la tecnología en los humanos.
Estos dispositivos médicos están diseñados para dar a los bebés extremadamente prematuros un poco más de tiempo para desarrollarse en un entorno similar al de un útero después del parto. Sería manera artificial de prolongar el embarazo hasta la madurez del feto.
Sin embargo, uno de los principales factores limitantes para la supervivencia de los bebés extremadamente prematuros es el desarrollo pulmonar.
En lugar de respirar aire, a los bebés introducidos en un útero artificial se les llenarían los pulmones con líquido amniótico elaborado en laboratorio, que imita el líquido amniótico que habrían tenido tal como lo harían en el útero.
Para compensarlo, los neonatólogos insertarían tubos en los vasos sanguíneos del cordón umbilical para que la sangre del bebé pudiera circular a través de un pulmón artificial para recoger oxígeno.
Imitación del útero natural
Los úteros artificiales son dispositivos que imitan las condiciones del útero materno y permiten el desarrollo de un feto fuera del cuerpo de la madre.
En teoría, estos dispositivos podrían ofrecer una alternativa a la gestación subrogada, a las cesáreas y a los partos prematuros, así como facilitar la reproducción de especies en peligro de extinción.
Sin embargo, también plantean numerosos desafíos éticos, legales y sociales que requieren un debate amplio y multidisciplinar.
Actualmente, hay varios proyectos e investigaciones que están trabajando e implementando úteros artificiales, con la idea de aplicarlos para humanos cuando se hayan alcanzado las condiciones.
Proyectos en marcha
Uno de ellos es el proyecto EXTEND, liderado por Alan Flake y Marcus Davey en el Hospital Infantil de Filadelfia y desarrollado por Vitara Biomedical, que es el que está más cerca de ser probado en humanos.
Consiste en un dispositivo que simula un útero artificial y que ha logrado mantener con vida a fetos de oveja durante cuatro semanas.
El dispositivo consiste en una bolsa de plástico llena de líquido amniótico sintético y conectada a una máquina que actúa como una placenta artificial. Su objetivo es mejorar en el futuro la supervivencia y la salud de los bebés humanos extremadamente prematuros.
Más ideas en marcha
Otro proyecto en marcha es el del Centro Médico Universitario Máxima (MMC) en Países Bajos: está creando un útero artificial que podría comenzar a usarse en 10 años y que permitiría «renacer» a los bebés prematuros.
Este útero artificial estaría relleno de líquido amniótico y tendría un sistema de circulación extracorpórea que suministraría oxígeno y nutrientes al feto y eliminaría los desechos. El equipo encargado de crear el prototipo está liderado por la diseñadora social Lisa Mandemaker, que ha usado globos para dar forma al diseño.
Miles de bebés
Ectolife, liderado por el biotecnólogo y divulgador científico Hashem Al-Ghaili, es otro proyecto que consiste en una fábrica de úteros artificiales que podrían incubar miles de bebés al año en cápsulas de crecimiento transparentes.
El proyecto plantea controlar la gestación del bebé desde el smartphone y ofrecer una conexión sensorial y emocional con el feto a través de la realidad virtual y los chalecos hápticos.
El creador asegura que esta tecnología podría resolver el problema de la natalidad en Europa y liberar a las mujeres de la carga del embarazo y el parto.
¿Quimera técnica?
Aunque todavía está muy lejos la posibilidad de que se puedan usar con seres humanos (algo que ha llegado a ser calificado como una quimera técnica), en caso de que esta tecnología prospere podría tener múltiples beneficios tanto para la salud como para la sociedad, según sus partidarios.
Uno de los beneficios teóricos sería reducir la mortalidad y las secuelas de los bebés prematuros, que representan el 10% de los nacimientos en el mundo y que tienen un mayor riesgo de sufrir problemas respiratorios, neurológicos, infecciosos o metabólicos.
Otro beneficio hipotético sería ofrecer una opción a las mujeres que no pueden o no quieren gestar a sus hijos por motivos médicos, personales o sociales, evitando así recurrir a la gestación subrogada, que implica cuestiones éticas, legales y emocionales.
Reproducción asistida
También podrían facilitar la reproducción asistida a las parejas homosexuales o a las personas solteras que desean tener hijos biológicos propios, sin necesidad de donantes ni de gestantes.
Asimismo, podrían mejorar la salud materna al evitar las complicaciones del embarazo y el parto, como la preeclampsia, la diabetes gestacional, la hemorragia o la depresión postparto.
¿Sustituir a la madre?
Incluso se ha especulado con que los úteros artificiales podrían aumentar la autonomía y la igualdad de las mujeres al liberarlas de la carga física, social y laboral que supone el embarazo y el parto, permitiéndoles decidir cuándo y cómo tener hijos sin afectar a su carrera profesional ni a su vida personal.
Por último, los úteros artificiales podrían contribuir a la conservación de especies en peligro de extinción al facilitar su reproducción en condiciones controladas y seguras, sin depender de su hábitat natural ni de su comportamiento reproductivo.
Implicaciones sociales
De lo que no cabe duda es de que los úteros artificiales también podrían tener importantes implicaciones tanto para el feto como para la sociedad.
Una posible complicación sería que pueden provocar hemorragias (especialmente cerebrales), coágulos, infecciones o malformaciones en el feto debido a posibles fallos técnicos o biológicos del sistema, como fugas, roturas, contaminaciones o rechazos.
También podrían afectar al desarrollo psicológico y emocional del feto al privarlo del contacto físico y afectivo con la madre, lo que podría alterar su formación neuronal, su regulación hormonal o su vinculación afectiva.
Asimismo, podrían generar conflictos éticos y legales sobre quién sería el responsable del feto, qué derechos tendría el feto, qué implicaciones tendría para la identidad y la filiación de la persona nacida, o cómo se regularía el uso y el acceso a esta tecnología.
Mercantilización de la vida
Un efecto no deseado sería que pueden fomentar la mercantilización y la manipulación de la vida humana al convertir el embarazo y el parto en un servicio o un producto que se puede comprar, vender o modificar según los intereses o los deseos de los clientes.
Por último, los úteros artificiales podrían alterar el equilibrio ecológico y demográfico al aumentar la población humana y animal sin tener en cuenta los recursos naturales disponibles ni las consecuencias ambientales y sociales que ello supondría.
Todo ello significa que los úteros artificiales son una tecnología que podría cambiar la reproducción humana y animal, ofreciendo beneficios, pero también planteando desafíos.
Por ello, se ha abierto un debate social amplio y multidisciplinar que discute los posibles escenarios y consecuencias de esta innovación, antes de su posible aplicación, si Estados Unidos o cualquier otro país legaliza los úteros artificiales.