Un grito de alarma (y auxilio) corre estos días por las redes: el de los responsables de prensa de artistas y disqueras, que se quejan de que los periodistas cada vez les hacemos menos caso y que ya ni siquiera les respondemos los ‘mails’. Tienen razón, y la respuesta comienza invocando el grosor de esos centenares de correos (y no pocos ‘whatsapps’) sobre lanzamientos que recibimos todos los días, algunos de ellos con el reclamo de ‘urgente’. A quien pueda haber ofendido con mi silencio, mis cordiales disculpas.
El mundo ha cambiado, tanto la música como los medios. Jamás se habían grabado tantas canciones y álbumes como ahora. No es la ‘industria voraz’, es el ciudadano medio, cualquiera, que puede grabar un disco en casa con un excelente acabado y colgarlo en una plataforma. Y, a la vez, las redacciones disponen, en general, de menos manos que antes, por no hablar de la precariedad que suele acompañar a los medios digitales especializados. Diabólica conjunción.
Hace un año, Sir Lucian Grainge, CEO de Universal Music Group, soltaba en una conferencia que cada día se publican en el mundo unas 100.000 canciones a través de los servicios de ‘streaming’. El pasado mayo, ya eran 120.000, informó el monitor de mercado Luminate. Es cierto que una parte (no precisada) de ese incremento corresponde a esos archivos, ahora en boga, de ‘ruido blanco’ (olas, lluvia, hogueras), y a los rampantes temas creados con IA (esta ya es otra historia).
Pero el alud de novedades es formidable, y en todos los planos, de lo ‘macro’ a lo ‘micro’: el ‘Anuari de la Música 2023’ nos dice que, en 2000, se publicaron 152 álbumes en catalán, y en 2022, fueron 1.178. Casi ocho veces más. Y los gabinetes de comunicación (a menudo, autónomos mal pagados y presionados) pretenden ahora que publiquemos reseñas y entrevistas no ya por cada álbum que muevan, sino por cada canción.
Para ayudar a poner luz en esa jungla debe estar la prensa, que desde hace tiempo practica una reflexión poco coincidente con los intereses industriales: íntimamente sospecha que en los tiempos de vino y rosas dejó que se debilitara el vínculo con el lector, el origen y la razón de todo. Amigos del sector, no puede ser que cada lanzamiento sea ‘urgente’, que con cada disco y cada canción se acabe el mundo. Traten de afinar y busquen nuevos encuadres pensando en su potencial periodístico. El punto de encuentro existe, pero quizá ayudaría que dejen de ver al artículo de prensa como el puro y duro equivalente a una inserción publicitaria.