Cuando uno se cambia de casa tiene miedo a encontrarse fuera de lugar. A que la morriña le persiga de un modo tan acosador que preferiría vivir en un hotel. Con los estadios, la mudanza puede ser traumática. Muchos temieron que el cambio del Atlético al Metropolitano acabase con la esencia de una de las aficiones más comprometidas del planeta. Sin embargo, el nuevo feudo conserva toda la vitalidad del ‘Coraje y corazón’.

Los de Simeone sumaron su 14º triunfo consecutivo y lo hicieron ante un rival de los que le disputa el pan. Una Real Sociedad que no se descolgó nunca del partido. Los rojiblancos defendieron su templo con un gol de penalti de Griezmann, que, acompañado del zarpazo de Lino en la primera mitad, contrarrestó la igualada de Oyarzabal.

El partido del Metropolitano, por forma de los dos equipos, era uno de los encuentros más atractivos que se pueden ver en LaLiga. Dos historias que llegaban con cuatro triunfos y el viento a favor. Como aliciente para Imanol Alguacil, asaltar por primera vez el templo rojiblanco. Arrancó la Real Sociedad, materia prima de la selección española de Luis de la Fuente, con el ímpetu que le corresponde. No fue suya la primera parte, pero sí la segunda, confirmando que era un duelo de alternancia de poderes.

Lino, un gol para seguir sumando méritos

En la primera acción vio puerta el conjunto vasco, aunque, por suerte para los de Simeone, en fuera de juego. Aunque el tanto en fuera de juego de Oyarzabal era más que una declaración de intenciones. Esa irreverencia abrió el encuentro. El susto hizo revivir al Atlético los temblores recientes que le han obligado a vivir a contracorriente. Una de las claves estaría en el desgaste físico de dos equipos de Champions con carga en las piernas.

Más si cabe en la Real Sociedad, el equipo que mejor está entendiendo lo que es competir en Europa y que repitió alineación. En el Atlético entró Llorente como sustituto de Saúl. En este contexto de energía y reservas, las imprecisiones llevaron el encuentro a un desarrollo de carreras y espacios. Ahí, el buen pie manda. Koke, una de las múltiples buenas noticias de los rojiblancos en su secuencia triunfal, sacó los prismáticos para dirigir un pase largo magnífico.

El destinatario, Samu Lino, el mejor fichaje del Atlético pese a ser un retornado. Un lateral que ha hecho olvidar a Carrasco, con el reto que esto suponía. El titular en su hoja de méritos donde se contempla también la revolución en el derbi madrileño y el firme entendimiento de la doctrina ‘cholista’. Faltaba un gol, que no es ni mucho menos su deber. Tras el pase certificado de Koke (79 asistencias desde su debut en la 2009/2010) no le quedaba más remedio que acertar. Lo hizo a lo grande, con un control de ‘pelotero’ y una definición del mejor extremo llegador.

Oyarzabal logra el justo empate de la Real

El tanto clarificaba el escenario para el Atlético, que a partir del 1-0 se dedicó a aplicar la receta de la solidaridad defensiva. Hasta la pizarra le funcionaba, como se demostró en la jugada a balón parado antes del descanso que desembocó en un chut ejecutado por Rodrigo de Paul que impactó en el palo. Con todo, máxima alerta, porque la Real Sociedad es un equipo invencible aunque pierda. Nunca da un balón por perdido y al borde del descanso puso un nudo en la garganta de los locales tras un mal control de Oblak y un cabezazo de Oyarzabal. La escuadra vasca nunca se fue del partido.

Funciona bien el Atlético cuando regresa del descanso. Como si le entrara el oxígeno de lleno. De ahí que no extrañó el remate al palo de Witsel en un centro que no se esperaba. Otra oportunidad perdida para cerrar el partido. De tanto dejar la puerta abierta, la Real Sociedad retomó el protagonismo perdido. Lo hizo entendiendo debilidades con las diagonales a espaldas del tercer central que tan mal le sientan al Atlético.

Tuvo una cara diferente la Real Sociedad en la segunda mitad. Incluso teniendo bajo mínimos a uno de sus mejores hombres, Take Kubo. Pero el equipo donostiarra es un ejemplo de compensación, tanto en España como en Europa. Oyarzabal aprovechó las desconexiones del Atlético para armar con la zurda un violento disparo que fue repelido por el poste. El miedo se transformó en estado de pánico con una mano de Morata en el área que Munuera Montero no entendió como penalti.

El empate era cuestión de tiempo. Lo consiguió por méritos premios alguien que ya había avisado. Oyarzabal culminó una fulgurante transición que la Real Sociedad arrancó desde su área. La asistencia de Carlos Fernández, con la defensa del Atlético mal basculada, fue para enmarcar. Le dio al eibarrés el tiempo y la tranquilidad al delantero eibarrés, que definió a la perfección. Fue el triunfo de la paciencia que tan bien domina Alguacil. Cinco goles en seis partidos tras un arranque irregular.

El Metropolitano acudió al auxilio de los suyos tras ver cómo sus fuerzas se derrumbaban. Y fruto de esa comunión llegó el impulso que faltaba. Carlos Fernández cometió penalti con una de esas manos que sin admitir voluntariedad cortaba un disparo a portería. El penalti sí entró en la estadística. Griezmann se encargó de mantener la imbatibilidad del Atlético transformando la pena máxima para sumir al Metropolitano en un inmenso estado de felicidad.