La región marroquí de Al Haouz, la más afectada por el terremoto, pasa sus noches bajo techos de lona y plástico. Las tiendas de campaña ocupan los descampados que han quedado entre las casas destrozadas o afectadas, las ayudas más básicas ya han llegado a todos los puntos, aunque el mayor temor, y la frase más repetida, es: “Dentro de poco llegará el invierno y las lluvias”. En total 2.960 personas murieron por el seísmo de fuerza 6,8 que hace un mes azotó estas montañas a sesenta kilómetros de Marrakech.

“En general la situación no ha cambiado mucho, tenemos agua potable y electricidad, los niños van a la escuela. La gente duerme en las tiendas, pero con el tiempo va a ser duro, necesitamos algo que nos proteja del frío. Espero que encuentren otro medio para que podamos dormir cuando llegue el invierno, como por ejemplo dormir en barracones”, explica Abdu, desde uno de los campamentos en el que las viven las familias del Amizmiz que han perdido sus casas. 

La gente que está en este descampado repoblado de tiendas de color amarillo, azul y blanco también han levantado una pequeña mezquita con una carpa blanca. “Esto ayuda a que la gente se pueda relajar”, explica este hombre. También asegura que no están preocupados por la comida, ya que reciben lo necesario. Como en muchos otros lugares, también disponen de váteres portátiles. Desde este punto, situado en una zona alta, se divisan algunas de las casas que quedaron destrozadas tras el seísmo, otras se volvieron inhabitables por las grietas.

Un campamento afectado por el terremoto a las afueras de Amizmiz (Marruecos). MARC FERRÀ


Una semana después del terremoto, las autoridades ya empezaron a planificar la reconstrucción. Han previsto un fondo de 120.000 millones de dirhams (cerca de 11.000 millones de euros) para levantar de nuevo la región. Además, este viernes, el Estado ha empezado a entregar una ayuda mensual de 2.500 dirhams (230 euros) prevista durante un año para las familias afectadas. También se ha activado otra partida para ya empezar a reconstruir los edificios de mayor necesidad, como equipamiento educativo o sanitario. Un mes después del terremoto se ha normalizado la circulación por todas las carreteras y pistas de esta montañosa región, ya que muchas quedaron afectadas o intransitables por los desprendimientos.

El impacto del seísmo en la salud mental

Las cicatrices del seísmo van más allá de los daños materiales: “Nunca he visto que estas montañas se muevan, tampoco he escuchado historias de que estas montañas se hayan movido antes de mi nacimiento», relata Smail, de 63 años, a la vez que observa y señala el valle que rodea el pueblecito de Azgour. «Estas montañas que nos protegían hoy nos dan miedo». Conmovido, recuerda el momento del seísmo: «Hasta hoy, tengo esas primeras imágenes que vuelven ante mis ojos y el rugido de la tierra que todavía escucho». Explica que cuando el terremoto sacudió su aldea estaba cenando con su mujer en casa, tan pronto como los muros empezaron a tambalearse salieron corriendo.

Los destrozos por el terremoto en el centro de Amizmiz (Marruecos). MARC FERRÀ


Este hombre es agricultor, cuenta que perdió todas las reservas que tenía almacenadas en su casa, aunque “esto no es lo más importante, se puede reponer”, cuenta. No sabe si va a seguir en el pueblo, teme desprendimientos y que las montañas que los rodean estén agrietadas. El terremoto también trajo algo positivo: “Una fuente de agua apareció al otro lado de la montaña. La compartimos con el pueblo de al lado. Ellos toman un tercio y nosotros lo restante, ya que la fuente apareció en nuestras tierras», explica. Espera que esto les ayude, cuenta que “desde hace algunos años, a partir de mayo, el río está seco, por lo que nuestras cosechas son escasas». 

“Las personas más afectadas por esta crisis necesitan urgentemente apoyo psicológico, ha alertado Médicos Sin Fronteras en un reciente comunicado. Según Fouzia Bara, enfermera de esta organización, explica que vio el “inmenso shock” que vivían las personas afectadas por el seísmo. Relata que en las diferentes entrevistas que realizaron “lo que más se manifestaba era miedo y ansiedad”. Esta ONG, como muchas otras locales e internacionales, están trabajando sobre el terreno y apoyando la labor de las organizaciones y autoridades.