Mal augurio el que transmite el fotoperiodista Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959) en referencia al momento en el que Ucrania deje de estar en guerra: «Que se vayan preparando los ucranianos con las minas antipersona«. «Van a tener muchos problemas», añade, conocedor del tema -«he visto a gente explotar», dice- y sabedor de que la guerra no termina cuando se da por finalizado el conflicto. Lo anticipa en la presentación de su libro ‘Vidas Minadas. 25 años’ donde recoge el trabajo fotográfico que muestra la evolución de víctimas de minas antipersona en conflictos en todo el mundo. Desde El Salvador a Mozambique pasando por Afganistán, Irak, Colombia, Nicaragua y Bosnia, entre otros. Gervasio Sánchez trabaja con víctimas de esta lacra desde septiembre de 1995, un trabajo que recorre la mayor parte de su vida profesional.
Puntualiza el veterano fotógrafo especializado en conflictos bélicos que Rusia no ha firmado nunca el Tratado de Ottawa, que prohíbe el uso de este específico armamento. Concretamente, un total de 37 Estados, incluyendo China, la India, Rusia y Estados Unidos, no son parte de la convención. «Ucrania sí lo ha firmado», dice Sánchez pero ha quedado en papel mojado porque, igualmente, está usando este material en la actualidad.
No deja títere político con cabeza: «La industria armamentística es cada día más poderosa e impenetrable, a pesar de que las leyes sobre el control de armas que se aprueban en los parlamentos de los países democráticos y que casi siempre se convierten en papel mojado a la hora de hacer negocio a costa de la muerte».
Evolución esperanzadora
A su lado, atentos, escuchan, Manuel Orellana, salvadoreño que perdió las dos piernas a los 20 años por una mina antipersona, y Sofia Elface, natural de Mozambique, sin las dos piernas también desde los 11 años por idéntico motivo.
El libro de Gervasio Sánchez, «grandioso», dice, de 2,8 kilogramos de peso, encierra el drama pero también la esperanzadora evolución de personas que como Manuel y Sofía volaron por los aires al pisar una mina. El fotoperiodistas les ha acompañado en su andadura para intentar, no sin obstáculos y con mucho esfuerzo, una vida digna. «Pretendía demostrar con contundencia y dignidad la historia de estas personas y su lucha», comenta el autor.
La de Manuel y Sofía, como las de los demás protagonistas de la publicación, son historias que impresionan. Acababa de terminar la sangrienta guerra salvadoreña en 1991 cuando Manuel Orellana, con 20 años y acuciado por la necesidad, se puso a trabajar en un cafetal pese a saber que estaba plagado de minas. «Lo sabíamos pero teníamos que trabajar y correr el riesgo», explica en Barcelona, padre de cuatro hijos, tres de ellos con estudios universitarios. Unos hijos fruto de su afán de superación y de lucha pese a no tener dos piernas.
Las viviencias de Sofía Elface no son menos duras. Recogía leña a los 11 años con su hermana en 1993 y pisaron una mina. Ella perdió las dos piernas y su hermana murió. Pese a sus limitaciones, la mujer que ahora tiene 41años acabó la educación secundaria desplazándose en silla de ruedas con un manillar especial facilitado por oenegés españolas más de nueve kilómetros para llegar a su instituto. Es madre de cinco hijos.