La imagen de Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la Organización Mundial de la Salud, quedará ligada de por vida con la Covid-19. Sin embargo, desde que el líder etíope se hizo con las riendas del organismo internacional también se han realizado avances en la lucha contra otras enfermedades. El pasado lunes, sin ir más lejos, anunció el apoyo de la OMS a una nueva vacuna contra la malaria, R21/Matrix-M, desarrollada por la Universidad de Oxford (Reino Unido) y producida por Serum Institute of India, la mayor fábrica de vacunas del mundo por número de dosis.
Se trata de la segunda vacuna contra el paludismo que recibe la recomendación de la OMS, tras RTS, S (Mosquirix). «Éste es un momento histórico. La tan esperada vacuna contra la malaria para niños es un gran avance para la ciencia, la salud infantil y el control de la enfermedad», reconoció el propio Tedros Adhanom en octubre de 2021, cuando se posicionaron por primera vez en la historia a favor del uso de la única vacuna aprobada contra la malaria.
Aquel hallazgo cobró una mayor trascendencia puesto que también fue la primera vacuna contra un parásito que causa enfermedad en humanos. Y es que ‘acabar’ con un parásito no es igual que hacerlo con un virus o una bacteria: «Desarrollar una vacuna que funcione y que genere una respuesta inmunológica protectora contra un virus es mucho más sencillo técnicamente que frente a un parásito», expone Quique Bassat, investigador ICREA en ISGlobal y director del programa de Malaria y Enfermedades Parasitarias Desatendidas.
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Por eso considera «un hito importante» que en un plazo de 24 meses la OMS haya mostrado su apoyo a dos vacunas que han demostrado ser seguras y eficaces en la prevención de una enfermedad que causa medio millón de muertes al año. Cada país decidirá qué inmunización elegir dependiendo de su disponibilidad y del precio (las dosis de R21/Matrix-M costarán entre 1,9 y 3,8 euros, según la OMS). De hecho, Ghana ya había aprobado la nueva vacuna el pasado mes de abril, siendo el primero del mundo en dar este paso.
«No tiene nada que ver con una decisión política«, señala Bassat en declaraciones a EL ESPAÑOL, «sino con una dificultad técnica a la hora de producirla». Aunque también demuestra, en su opinión, que la malaria no afecta a todo el mundo por igual: «No ha habido una mala fe por parte de la OMS, ni mucho menos. Pero quizás sí que ha habido un desinterés del norte del mundo a la hora de preocuparse de una enfermedad que afecta sobre todo al sur». En 2021, la malaria acabó con la vida de 619.000 personas en el mundo, el 96% de estas muertes se produjeron en el continente africano.
40 años en desarrollo
Según los datos de la OMS, hay 89 vacunas en situación activa —es decir, que se haya registrado alguna actividad de desarrollo clínico en los últimos tres años—, implicadas en un total de 153 ensayos clínicos. Entre las candidatas, 44 se dirigen al parásito (Plasmodium falciparum), 41 a la fase sanguínea y nueve a la fase sexual o bloqueo de la transmisión.
En el caso de las que ya han recibido la recomendación de la OMS, no se hallan demasiadas diferencias: «Son vacunas esencialmente parecidas. El antígeno alrededor del cual están construidas es muy similar», explica Bassat. La primera de ellas, eso sí, ofrece una particularidad en comparación con la de Oxford: tiene su origen a finales de la década de los años 80.
«Para la malaria, que es una emergencia de salud pública perpetua, llevamos 40 años hasta haber tenido una primera vacuna. Esto es algo de lo que podemos quejarnos porque para la Covid hemos tenido cuatro vacunas listas en seis meses, desde que se detectó el virus», denuncia el investigador catalán. En la actualidad ya existen hasta 10 vacunas contra el SARS-CoV-2 que cuentan con la recomendación del consejo del Grupo Estratégico Consultivo de Expertos en Inmunización (SAGE, por sus siglas en inglés) de la OMS.
Bassat cree que es lógico que haya habido un menor esfuerzo y menos interés por parte de la industria farmacéutica de los países del norte para una enfermedad que a día de hoy afecta principalmente al hemisferio sur. Aun así, prefiere mirar hacia delante y no prestarle tanta atención a por qué han tardado mucho: «Hay que fijarse en la buena noticia, en que ya tenemos dos vacunas que se pueden empezar a producir de manera masiva para que lleguen a los cerca de 25 millones de niños que nacen en países africanos endémicos de malaria».
«Son vacunas imperfectas»
Pese al éxito alcanzado con las nuevas inyecciones, estas no se convertirán en la vía principal para erradicar la malaria, como apunta Bassat: «Son vacunas imperfectas, que no tienen una eficacia total«. Así, si hay vacunas que han demostrado una eficacia cercana al 95% en otras patologías, la R21/Matrix-M reduce en un 75% los casos sintomáticos de malaria en el año posterior al ciclo completo de vacunación. «No se puede considerar que sea la bala mágica que resolverá el problema de la malaria».
A su juicio, sí que van a contribuir de forma importante a reducir su impacto. «Teniendo en cuenta sobre todo que los programas de vacunación que existen en el mundo son de las pocas intervenciones sanitarias que tienen una muy buena cobertura». Evidentemente, entiende que no es lo mismo un plan de vacunas en España que en Mozambique«.
Bassat espera que esta primera generación de vacunas constituya el principio de un desarrollo de vacunas contra la malaria que sean muy potentes. Hasta entonces, las redes mosquiteras seguirán siendo la herramienta con mayor impacto para frenar los casos y las muertes por malaria. «Son las que te protegen cuanto te expones durante la noche a las picaduras del mosquito que transmite el parásito».
Sin embargo, también «es una herramienta imperfecta» porque presentan unas dificultades logísticas importantes. «Además, deben ser utilizadas de forma periódica para que tenga efecto». En este sentido, la ONU lanzó una advertencia en agosto de este año, subrayando que los avances contra el paludismo se habían revertido en al menos 13 países, especialmente desde 2015. «Por eso la vacuna se tendrá que sumar a las medidas que ya existen. Y aunque no resuelvan la situación completamente, sí que contribuirá a mejorarla«, concluye Bassat.
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