La alianza entre Arabia Saudí e Israel se forja en medio de tensiones nucleares, marcando un cambio histórico en la región.

Irán: La chispa que enciende la alianza

El protagonismo cada vez más audaz de Irán en la región, caracterizado por sus amenazas y búsqueda de hegemonía, ha urgido a naciones vecinas a formar coaliciones firmes. En este contexto, Israel, con su destacado músculo militar y tecnológico, aparece como un candidato ideal para aliarse con Arabia Saudí.

Esta unión se concibe no solo desde una perspectiva defensiva, sino también económica. Arabia Saudí, en su intento de diversificar su economía, identifica en Israel un potencial colaborador para alcanzar tal objetivo.

Los cambios en la geopolítica son evidentes. Mientras que Arabia Saudí se encontraba marginada en Washington hace apenas unos años, su potencial acercamiento a Israel ha revitalizado su relevancia ante los ojos estadounidenses, ofreciéndole ventajas en el ámbito diplomático.

Israel y Arabia Saudí: Beneficios mutuos frente a un enemigo común

Para IsraelArabia Saudí se vislumbra como una fuerza aliada clave en su enfrentamiento continuo contra Irán. La posibilidad de una alianza con Arabia Saudí proporciona a Netanyahu, el primer ministro israelí, un alivio político ante la violencia de los opositores a la reforma judicial.

No obstante, la naciente relación presenta desafíos. Israel ha tenido que reconsiderar su postura histórica anti-proliferación nuclear al aceptar la propuesta saudí de desarrollar infraestructura nuclear civil. Esta decisión puede ser vista como un ajuste a la nueva realidad de Oriente Próximo, donde la competencia nuclear ya no es evitable.

A pesar de enfrentar sanciones y otras trabas, Irán sigue persiguiendo sus objetivos nucleares, haciendo que la comunidad internacional muestre reluctancia a sumergirse en otro conflicto en la región. El pacto nuclear de 2015, a pesar de su propósito inicial, ha evidenciado las debilidades del Tratado de No Proliferación.

Un nuevo equilibrio de poder en el horizonte

La decisión de Estados Unidos, bajo la administración Trump, de retirarse del acuerdo nuclear con Irán, sumado a su estrategia fallida, ha dejado al Tratado de No Proliferación (TNP) en una posición debilitada. Esta situación ha llevado a Arabia Saudí a considerar la adopción de tecnología nuclear, no por motivos económicos o medioambientales, sino por percepciones de amenazas iraníes.

Israel, a pesar de sus reservas históricas, ha llegado a aceptar la inclinación nuclear de Arabia Saudí, generando un debate interno sobre las consecuencias de tal decisión. Aunque Estados Unidos promete supervisar el programa nuclear saudí, la seguridad israelí permanece escéptica ante tales garantías.

Con la pequeña geografía de Israel haciéndolo vulnerable y la inclusión de Arabia Saudí en el tablero nuclear, es probable que Irán se piense dos veces antes de atacar. Esta relación entre Israel y Arabia Saudí supera una simple normalización y puede ser una estrategia de Riad para contrarrestar a Irán, viendo a Israel como pieza clave en la disuasión nuclear.

La emergente Guerra Fría de Oriente Medio

Frente al ímpetu iraní de propulsar a la región hacia una carrera nuclear, Israel se establece como un aliado crucial para quienes buscan defensa. Aunque Irán podría fabricar rápidamente un artefacto nuclear, se estima que Israel tiene un arsenal más amplio y preparado.

Para Arabia Saudí, Israel se presenta como un escudo nuclear confiable, al menos hasta que Riad defina su propio rumbo nuclear. La cooperación entre ambas naciones parece sólida y guiada por defensas compartidas, superando un simple acuerdo de normalización.

Este reajuste en las dinámicas de Oriente Medio sugiere un ambiente reminiscente de una Guerra Fría regional, donde la sombra del espionaje y el peligro de un conflicto nuclear lo domina todo.

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