“Ha sido la decisión más difícil de mi vida, guiada por la cabeza y la valentía. NO por el corazón. Mi equipo de corazón siempre seréis vosotros, los de SIEMPRE, los que me habéis apoyado y me apoyaréis. Pero tengo una cosa clara, quiero intentar volver a ser el mejor piloto del mundo y para eso necesito disfrutar encima de la moto”.
Marc Márquez Alentá, de 30 años, ocho veces campeón del mundo de motociclismo, seis de ellas a los mandos de una Honda de MotoGP, envió un mensaje a un miembro de su equipo que, entre otras cosas, decía eso, que necesitaba ponerse a prueba, sentirse, de nuevo, piloto de carreras, pero un piloto ganador, aspirante al título y que, si quería saber de verdad si seguía siendo o no un piloto puntero, debía abandonar Honda y probar otras cosas, pese a que “no sé si hago bien o mal, no sé qué pasará en el futuro, no sé si todo esto saldrá bien, pero lo que sí sé es todo lo que hemos conseguido juntos”.
Demasiado dolor
Márquez ha sufrido sangre (va camino de batir su propio récord de caídas en una misma temporada), sudor y lágrimas antes de tomar una decisión, que se ha demorado durante meses. Pese a tener contrato en vigor el año que viene (2024), Márquez tenía muy claro que no quería pasar otro año sin poseer una moto competitiva, que le permitiera pelear por el podio en cada carrera.
La temporada, el test de Misano donde sufrió una nueva decepción al probar el primer ‘proto’ del 2024 y, sobre todo, los escasos argumentos que la cúspide de Honda, pese a prometer una revolución en su departamento de competición (HRC), le dieron en las distintas conversaciones que ha mantenido en los últimos meses, han terminado por convencerle de que, si se quiere probar, si quiere saber si aún es un piloto ganador, debe cambiar de equipo y marca, pese a que le duela en el alma.
Desde el primer momento, Honda sabía que corría peligro de perder a Márquez si no le demostraba con hechos más que con palabras (“el momento de las palabras hace ya mucho que concluyó”, llegó a decir MM93 en agosto) que la revolución estaba en marcha con un cambio de ideas, de proyecto y, sobre todo, de ingenieros en Japón. Eso no ocurrió y, tal y como reconoció Alberto Puig, Team Manager del equipo Repsol Honda, en agosto, “pese a que Marc tiene contrato con nosotros para el año que viene, si quiere irse, se irá, pues Honda no retiene a nadie que no quiera estar en su equipo”.
Las conversaciones de Márquez, a veces con la misma cúpula de HRC, con Hikaru Tsukamoto, máximo responsable de la división de dos ruedas de Honda, con quien se citó en Silverstone y Spielberg, y, posteriormente, con Koji Watanabe, director del departamento de competición de la firma alada, fueron siempre sinceras y abiertas, aunque siempre tuvieron un punto de rigidez por parte de los jefes japoneses.
«No sé si hago bien o mal, no sé qué pasará en el futuro, no sé si todo esto saldrá bien, pero lo que sí sé es todo lo que hemos conseguido juntos»
Para demostrar al ‘staff’ de Honda que su principal intención al abandonar la marca y el equipo de toda su vida (todo parece indicar que, vaya donde vaya, Márquez no podrá llevarse a su equipo técnico, su segunda familia, encabezada por su técnico Santi Hernández) era ponerse a prueba, intentar volver a sentir el cosquilleo de poder ganar, de conquistar su séptimo título de MotoGP, el campeonísimo de Cervera (Lleida) se comprometió, ante sus jefes japoneses, a regresar en el 2025, siempre y cuando Honda demostrase haber dado un paso adelante en el 2024 y volver a poseer una moto competitiva. Márquez, según ha podido saber El Periódico de Catalunya, del grupo Prensa Ibérica, de tres fuentes distintas, llegó a plantear la posibilidad de regresar a Honda “si uno de vuestros pilotos acaba, simplemente, entre los cinco primeros al final del próximo Mundial”.
La sugerencia de Márquez, que, como tantas otras cosas a lo largo de estos meses, sorprendió a la cúspide de HRC, fue rechazada de plano por los japoneses, que, conscientes de que van a perder al mejor piloto de su historia y auténtico ídolo de la parrilla de MotoGP, quieren reemprender el camino sin pensar que, si logran una moto competitiva, lo podrán recuperar.