El Rey, previa consulta con los representantes designados por los Grupos políticos con representación parlamentaria que tuvieron a bien acudir a la Zarzuela, propuso a través de la Presidenta del Congreso a Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, como candidato a la Presidencia del Gobierno. Se cumplía así lo previsto en el artículo 99 de la Constitución. Frente a quienes especulaban con la posibilidad de que el Rey no propusiera a Sánchez al no poder aportar más que los 121 apoyos del PSOE, no contando explícitamente con los apoyos de EH Bildu, ERC y Junts y por las declaraciones de Sumar y PNV de no estar en condiciones de garantizar su apoyo a Sánchez, se impuso el compromiso inequívoco del Rey con la letra y el espíritu del artículo en su apartado 4: Si efectuadas las votaciones no se otorgase la confianza para la investidura, se tramitarán sucesivas propuestas en la forma prevista en los apartados anteriores. Aunque recordemos que en 2015 y en 2019 el Rey no formuló una segunda propuesta al no haber un candidato con posibilidades reales; el rey dejó correr el plazo hasta la celebración de nuevas elecciones. Puro cinismo es que Sánchez y su Luca Brasi hayan calificado la investidura de Feijóo con 172 apoyos como una farsa y una pérdida de tiempo y la suya la que va en serio cuando sólo aporta 121 apoyos; ésta va a ser el auto sacramental de un golpe mortal contra la Constitución. El Rey ha actuado con suma prudencia en consonancia con una opinión pública convencida de que al final Sánchez pactará con el independentismo al precio que sea para ser investido; por mucho que su candidatura pueda conllevar el compromiso de una amnistía para los encausados por el golpe de Estado de 2017, que supondría una enmienda a la totalidad a su discurso del 3 de octubre de aquel año llamando a la restauración de la legalidad constitucional, de consecuencias imprevisibles. Ni rastro del borboneo de su padre en la Transición, seguramente inevitable. Aunque bien podría, sin borboneo alguno, haber dado un plazo a Sánchez para presentar los apoyos necesarios y recibir el encargo de la investidura. No lo ha hecho el Rey, seguramente por prudencia. No puedo ni imaginarme la de descalificaciones que hubiera recibido del PSOE, la extrema izquierda de Sumar y el nacionalismo separatista.

En la rueda de prensa posterior del candidato, pese a la insistencia de los periodistas en preguntar por la amnistía, que se da por acordada, a falta de perfilarla técnicamente. Rehusó dar ninguna explicación, ni siquiera la mentó por su nombre, la esquivó como en el debate de la investidura de su rival. Lo que no se nombra no existe, como hemos podido comprobar tantas veces. Rajoy era un experto en la esquiva, como demostró de forma fehaciente en el caso Bárcenas «esa persona a la cual hace Ud. referencia». Si frente a la amnistía ofreció el vacío cuántico de frases virtuales, como que conseguirá la investidura por su «generosidad» con los independentistas «dentro del marco constitucional», descartó firmemente el referéndum de autodeterminación. La estrategia parece clara. Si hace dos meses y medio, antes del 23J, decía que la amnistía no cabía en la Constitución, ahora, sin decirlo claramente, insinúa que sí cabe. El trampantojo consiste en disfrazar de generosidad, un sintagma positivo, lo que no es sino una vergonzosa y humillante violación de la Constitución que hasta ayer mismo defendía para conseguir los votos de los independentistas que pueden hacerle presidente. Si al final no hubiera acuerdo por la discrepancia sobre el referéndum, siempre podrá afrontar la repetición de elecciones el 14 de enero de 2024 sacando pecho por su heroica resistencia frente a las presiones de Junts y ERC.

El pasado fin de semana se presentó la escenificación de un apoyo cerrado de todas las organizaciones territoriales del PSOE a su secretario general para que negociara su investidura. Antes ya lo habían formulado desde Asturias y Galicia: que Sánchez haga lo que tiene que hacer: amnistía, referéndum, lo que sea. Ya lo anunció Puente desde la tribuna del Congreso, el PSOE no es de sus dirigentes, es de sus afiliados, del pueblo, vamos; es decir, de Sánchez. De éste esperan que se mantenga en el poder puesto que, si de la catástrofe en autonomías y poderes locales muchos afiliados se quedan sin trabajo, no les cuento qué iba a pasar si no se contara con la administración del Estado y las empresas y organismos públicos. De la ausencia de cualquier signo de pulso ideológico y moral en la organización da alguna muestra la presencia en el Congreso de Herminio Rufino Sancho, el diputado que se equivocó al pronunciar el sí a la investidura de Feijóo. El PSOE de Teruel había propuesto encabezar la candidatura a las elecciones generales a Ignacio Urquizu, profesor de sociología en la Universidad Complutense; diputado de las Cortes de Aragón en 2015, diputado del PSOE por Teruel entre 2015 y 2019; alcalde de Alcañiz entre 2019 y 2023; cuatro libros publicados; colaborador de El País, el diario.es, y miembro de la Fundación Alternativas; hombre con criterio propio y esperanza de renovación de la socialdemocracia española. Fue vetado por Sánchez y apartado de la lista electoral. Sustituido por el rural Sancho, un descamisado de méritos desconocidos, pero de fidelidad perruna a Sánchez. Éste es el PSOE que reclama negociar la investidura al precio que sea, no importa, lo que sí importa es lo que se calla, la supervivencia.

Feijóo, revestido de opositor, afirma que puede haber nuevas elecciones en enero (un escenario, en su opinión, menos seguro que la oposición implacable a la baraúnda de la coalición de Sánchez); que lo decidirán los independentistas; que en todo el proceso de la investidura Sánchez es un actor de reparto de una obra que dirige Puigdemont; que nos espera una teatralización de la política y las mentiras. Georg Büchner en La muerte de Danton, recreando hechos históricos, pone en boca de Danton y Robespierre el siguiente diálogo: «Danton: ¿No hay nada en ti que a veces te diga muy quedamente, muy secretamente: Estás mintiendo, estás mintiendo? / Robespierre: Mi conciencia está limpia. / Danton: La conciencia es un espejo delante del cual un mono hace piruetas». Imaginen si se carece de ella.