Las revelaciones de que el abuelo del rey de Holanda era miembro del partido nazi de Adolf Hitler han conmocionado a Holanda y a su familia real, cuya popularidad ya estaba en caída libre.

El príncipe Bernhard, esposo de la ex reina Juliana, había insistido hasta su muerte en 2004 en que nunca se había afiliado al partido nazi.

“Puedo jurarlo con la mano sobre la Biblia: Nunca he sido nazi”, declaró Bernhard al diario De Volkskrant en una entrevista poco antes de su muerte, a los 93 años.

Añadió que “nunca había pagado una cuota de suscripción y nunca había tenido un carné de miembro”.

Pero el carné, fechado en 1933 y confirmado a la AFP como auténtico por la Casa Real, echó por tierra estas afirmaciones.

El historiador Flip Maarschalkerweerd, antiguo jefe de los archivos reales, desenterró el carné de socio en los archivos personales del príncipe guardados en su suntuosa residencia del palacio de Soestdijk.

Bernhard von Biesterfeld, nacido en 1911 en Jena, vivía en Berlín cuando se afilió al partido nazi.

Se casó con la princesa heredera Juliana en 1937, tras conocerla en los Juegos Olímpicos de Berlín un año antes, y la introdujo en la buena vida con coches rápidos, vacaciones de lujo y ropa de diseño.

Durante la guerra, dirigió la resistencia holandesa desde Londres, donde el gobierno y su suegra, la reina Guillermina, residían en el exilio.

Después de que Juliana se convirtiera en reina en 1948, fue nombrado inspector general de las fuerzas armadas y llevó a cabo misiones económicas oficiales y extraoficiales para el gobierno.

En el ámbito internacional, se le conoció sobre todo como fundador del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en 1961. Fue su presidente hasta 1977.

Dos semanas después de su muerte se reveló que había sido padre de dos hijas ilegítimas y que había tenido una serie de aventuras amorosas, en una entrevista bomba en De Volkskrant, donde también salió a la luz su participación en un escándalo de corrupción en los años setenta.

“Me ha sorprendido que el príncipe Bernhard haya conservado el documento y que siga en los archivos de la familia real”, declaró a la AFP Rick Evers, especialista holandés en la realeza.

Dijo que la aparición de la tarjeta no se habría producido sin el consentimiento del actual rey Guillermo Alejandro.

“Son archivos privados, no nacionales. Él decide qué hacer con ellos”.

El principal grupo judío del país, el CIDI, y un partido parlamentario han exigido una investigación sobre el pasado nazi de Bernhard, pero el primer ministro Mark Rutte ha rechazado hasta ahora los llamamientos.

El CIDI dijo que las revelaciones “añaden otra página negra a una parte dolorosa de la historia reciente de Holanda”.

Por su parte, Willem-Alexander dijo a los periodistas: “Imagino que la noticia tiene un gran impacto y que suscita mucha emoción, especialmente en la comunidad judía”.

Para Jolijn Oliemans, una entrenadora personal de 41 años que pasaba por el espléndido Palacio Noordeinde, donde Willem-Alexander tiene su despacho, la noticia le llegó como una especie de traición.

“También es que él siempre lo ha negado, lo que es difícil para mucha gente, y que ha habido muy poca apertura al respecto”, dijo a la AFP.

En las redes sociales holandesas se han hecho llamamientos a la abolición de la familia real a raíz de las revelaciones, y las encuestas muestran que su popularidad está disminuyendo.

Según una encuesta de Ipsos realizada en septiembre, solo el 38 % de los holandeses afirmaba seguir teniendo “confianza real” en el rey.

Este porcentaje era inferior al casi 80 % de 2020.

Más de una cuarta parte de los encuestados pidió que Holanda se convirtiera en una república.

Varias decenas de manifestantes abuchearon a la familia real durante las tradicionales celebraciones del Día del Príncipe en La Haya el mes pasado.

La familia sigue recuperándose de sus meteduras de pata durante la COVID.

En octubre de 2020, el rey y la reina volaron a Grecia de vacaciones, cuando el país declaró un bloqueo parcial COVID.

La pareja regresó un día después, tras las protestas en Holanda, al hacerse pública la noticia del viaje.

Dos meses antes, el rey se enfrentó a acusaciones de que no estaba en contacto con las luchas contra el COVID de los holandeses de a pie, cuando fue fotografiado en una isla griega sin mascarilla y sin guardar las distancias sociales.