Que no haya ningún paso en falso en una negociación de la investidura ya de por sí de alta complejidad. O, por lo menos, ninguno que pueda ser imputable a un desliz de los socialistas. Ese es el objetivo de la reunión que ha mantenido el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, en la sede de Ferraz con el ‘primer secretari’ del PSC, Salvador Illa. El líder del PSOE busca la máxima «coordinación» con los socialistas catalanes para lograr el ‘sí’ de ERC y de Junts, una «comunicación permanente» para que no se produzca ninguna disonancia entre ambos partidos.
La fotografía de ambos dirigentes no deja de ser también una fórmula para poner en valor el rol del PSC, cuyos resultados electorales han sido determinantes para que Sánchez tenga ahora opciones de amarrar un pacto para continuar en la Moncloa. Illa es uno de los principales activos políticos de los socialistas en estos momentos y el principal valedor de la tesis de que, con el líder del PSOE en el Gobierno, el independentismo pierde fuerza. Desde Ferraz promueven que el PSC tenga un protagonismo como actor catalán a la hora de desbrozar el terreno del acuerdo en un momento en que los Comuns intentan ganar foco como intermediarios con ERC y Junts.
Evitar episodios como el del referéndum
Sánchez no quiere imprevistos que se sumen a los escollos para acordar una ley de amnistía, e Illa son sus ojos y sus oídos sobre el terreno. La semana pasada, la propuesta de resolución de los independentistas vinculando la investidura a «avances» en el referéndum cogió con el pie cambiado a los socialistas. Salieron entonces al paso, en la víspera del fracaso definitivo de la investidura de Alberto Núñez Feijóo, con un comunicado conjunto firmado por el PSOE y el PSC -reacción poco habitual- para que no hubiera lugar a dudas que esta sería una línea roja en las negociaciones.
Por si no había quedado claro, el propio Illa, que llevaba días recetando discreción y prudencia, hizo una ronda de declaraciones en distintos medios de comunicación para hacer hincapié de forma contundente en que, de referéndum, nada de nada. Incluso llegó a advertir a los independentistas de que el riesgo que corren es el de volver a ir a elecciones en un momento de erosión en las urnas si no aparcan esta exigencia. Pero sobre la mesa no hay tan solo la cuestión de la amnistía o de la vía para encauzar el conflicto político, sino temas tan peliagudos como el traspaso de Rodalies, petición sobre la que el Govern está redoblando la presión.
Por otro lado, es clave para el PSOE que Illa siga haciendo equilibrios en el Parlament pese a ser el jefe de la oposición para que no se rompa la baraja y que ERC, que es quien tiene el Govern, no tenga argumentos para apretar más las tuercas subiendo el precio de su apoyo a la investidura. Y es que, pese a erigirse en la «alternativa» a un ejecutivo presidido por Pere Aragonès con una minoría insólita, las necesidades de Sánchez obligan al PSC a contemporizar por mucho que falte menos de un año y medio para el final de la legislatura.
Prueba de ello es que ni reclamen elecciones ni moción de censura y que, pese a considerar que el Govern no tiene rumbo, tiendan la mano para acordar los presupuestos de 2024. A ninguna de las partes se le escapa que lo que se está negociando no es solo unos votos a cambio de una investidura, sino una mayoría estable de legislatura que deberá operar en todo momento, empezando por las cuentas del año que viene que deberá aprobar el Congreso.