En Oriente Medio el nombre de Alejandro Resta remite a la exclusividad. Hasta él acuden, por ejemplo, las princesas de la familia real catarí. Sus piezas, artesanas, son únicas. Y ahí reside su encanto. El valenciano, referente del lujo, ha sido el elegido para abrir la Mediterránea Fashion Week (jueves, 21 horas). Y el suyo no será un desfile al uso. Resta mostrará sus diseños en la plaza de la Virgen. Su colección, cómo no, homenajeará a Sorolla y València

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¿Cómo empezó todo?

De pequeño le robaba las Barbies a mi hermana y me dedicaba a vestirlas. Lo hacía todo a escondidas. Creaba vestidos en los pupitres de Dominicos, dibujaba bocetos en los pupitres del instituto de San Vicente. Dibujaba vestidos en los libros. Con 13 años mi madre me llevó a Barreira. Me encantó.

¿Cuándo tuvo claro que ésta iba a ser su profesión?

Yo decía que quería ser fashiondesigner. Lo decía en plan inglés súper cutre, pero siempre quise ser diseñador. He amado siempre la moda. He amado ver a una mujer o un hombre estiloso que desprenda arte, que es todo lo que conlleva la moda. Lo he amado, lo he percibido, me encanta y lo intento transportar a todo.

Tuvo la suerte de que su familia le apoyara y eso es clave.

Mi madre sabía lo que yo quería y me ha apoyado siempre. Ella ha tocado a muchísimas puertas y me enseñó que, tras un desfile, que es lo que se ve, hay mucho trabajo detrás.

¿Con qué barreras se ha ido encontrando?

El dinero. Por ejemplo, yo hacía colecciones pero no las vendía. Nací en la Valencia Fashion Week, antigua pasarela, y allí presenté mis colecciones, pero se cerró. Entonces decidí mostrar al mundo mi trabajo. ¡Con las poquitas clientas que tenía me gastaba en telas todo lo que ganaba! La otra barrera a la que me enfrenté fue saber crecer. Eso es súper complicado. De todos los baches he intentado salir y tirar para adelante. He madurado mucho a base de golpes y no me da vergüenza decirlo. Me he arruinado, me he hecho rico, me he vuelto a arruinar… Tengo 38 años y a día de hoy, soy lo que soy, gracias a todos esos procesos. Esta profesión es muy complicada y hay que reinventarse mil veces y, sobre todo, mirar para adelante. Hay muchos picos, subidas, bajadas y hasta que te llega la suerte… Me ha dado ganas de dejarlo muchas veces, pero no puedo, es lo que amo.

Todo empezó en una pasarela…

La pasarela es un trampolín y la Valencia Fashion Week fue para nosotros una lanzadera. Ahora se habla de la rivalidad de la Mediterránea Fashion Week y el Clec y me voy a callar. No debo opinar. Dos pasarelas son dos oportunidades para mucha gente. Sería perfecto que las dos casaran, pero no me meto en los egos. Yo, gracias a estar en la Valencia Fashion Week, conseguí proyectar al mundo qué es lo que hacía y terminé viajando a Catar y a Dubái y vender mis vestidos allí.

Y ese es ahora su mercado.Hasta el 2019 trabajé mucho en Medio Oriente, allí facturé mucho y tuve la oportunidad de hacer vestidos de ensueño. Hice vestidos de Las mil y una noches y eso me permitió lanzarme y estar aquí. Con la pandemia lo pasé fatal y ahora estamos remontando.Es el diseñador del lujo, ¿se siente presionado por este «target»?

Tengo una trayectoria pero no lo veo así. Tengo mucha gente que me dice que le encanta mi trabajo pero el tuyo también es para mí muy chulo. Para mí, un referente es Isabel Sanchis. Su trabajo me parece impoluto, impecable. Me agobio si pienso en la proyección pero sé lo que me ha costado estar aquí. El Alejandro de hace unos años era muy ingenuo y este tiene la misma ilusión y dispara alto, pero va con cabeza. Creo que eso se llama madurez. Y hostias y hostias. Literal.

¿Qué es para usted la moda?

Una forma de vivir. O sea, la moda es arte y el arte es una forma de vivir. La creatividad es algo que no tiene precio y por eso es un valor añadido. No todo el mundo tiene la capacidad de crear y por eso las grandes empresas buscan a creativos constantemente.

¿Y qué es el lujo?

Yo lo aprendí en Dubái y Catar y el lujo es todo aquello que los demás no pueden pagar. A partir de ahí, esa palabra ya tiene un por qué. Allí, yo les preguntaba que si se podían comprar un Dior o un Valentino que por qué acudían a mí, y me decían que yo les aportaba exclusividad y eso convertía mis prendas en lujo. Mis prendas son artesanas. Todo está cosido a mano. El lujo es una forma de vivir, algo inalcanzable que deseas y añoras.

¿Quiénes son sus referente?

No sé qué decir. Yo soy mi propio referente. De pequeño me encantaba Tom Ford o Paco Rabanne y bebía de mogollón de diseñadores. Ahora intento que mis vestidos no se parezcan nada a nada. Veo la moda con las tendencias que hay, intento absorber de todas y transformarlas en cómo serían en mi pequeño mundo.

¿Hacia dónde se dirige?

Con la pandemia lo pasé fatal. Este año está siendo de reconstrucción. Quiero sacar una pequeña colección cápsula y presentar mis diseños en París. Ese es mi sueño.