Mucho se ha escrito sobre la relación entre los niños y las pantallas. Desde la ‘caja tonta’ hasta el sempiterno smartphone, las pantallas siempre se han visto como sospechosas. Ahora, un estudio en más de 7.000 niños ha medido cuál es el efecto de su exposición y cómo se modula a lo largo del tiempo. Concluye que, a los cuatro años, el desarrollo del niño se ve afectado.
Investigadores de la Universidad de Sentai, en Japón, reclutaron a mujeres embarazadas en más de 50 clínicas y hospitales del país entre 2013 y 2017. En total, fueron 7.097 bebés (el 51,8% de ellos, niños) a los que siguieron hasta los cinco años.
El equipo de científicos evaluó el tiempo de visionado de pantallas (televisión, móviles o tablets) cuando tenían un año de vida y la repercusión que tuvo a los dos y a los cuatro años. Las conclusiones han sido publicadas en la revista JAMA Pediatrics.
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Casi la mitad de los infantes, el 48,5%, estaba expuesto menos de una hora diaria. El 29,5% lo hizo entre una y dos horas; el 17,9%, de dos a cuatro horas, y solo el 4,1% pasaba más de cuatro horas delante de una pantalla.
A los dos años de edad, los investigadores observaron las consecuencias de dicha exposición. El retraso en el desarrollo de las habilidades comunicativas fue patente. Frente a los niños y niñas expuestos menos de una hora al día, aquellos que pasaban de una a dos horas de media tenían un riesgo de retraso un 61% mayor. Este riesgo se duplicaba en aquellos que pasaban de dos a cuatro horas y casi se quintuplicaba en quienes interactuaban más de horas diarias con una pantalla.
Este fue el principal problema que hallaron los investigadores, pero no el único. Las habilidades motoras y las sociales se vieron afectadas en aquellos que pasaban más de 4 horas con una pantalla, mientras que la capacidad de resolución de problemas veía alterado su desarrollo a partir de las dos horas diarias.
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Los retrasos en el desarrollo solo se mantuvieron a los cuatro años de edad en el caso de las habilidades comunicativas y las de resolución de problemas. En el primer caso, el riesgo de retraso pasaba de un 64% a un 168% cuando el niño estaba expuesto, respectivamente, entre dos y cuatro horas o más.
La capacidad de resolución de problemas, en cambio, solo se veía afectada de forma significativa —respecto a los niños que pasaban menos de una hora al día frente a una pantalla— cuando el infante estaba expuesto más de cuatro horas diarias.
«En menores de dos años, no hay un tiempo seguro de exposición a pantallas», afirma María Salmerón, coordinadora del grupo de trabajo de Salud Digital del Comité de Promoción de la Salud de la Asociación Española de Pediatría. «La recomendación es retrasar lo máximo posible la exposición a las pantallas en niños».
Solo 1 de cada 10 sigue las recomendaciones
Entre los dos y los cinco años, la Organización Mundial de la Salud recomienda limitar a una hora ese tiempo de exposición. Sin embargo, un reciente meta-análisis de 95 estudios (que incluyeron a 89.163 niños y niñas) apuntaba que solo el 35,6% de la población infantil cumplía esta pauta.
Un estudio reciente de la Fundación Crecer Jugando y el Instituto Tecnológico de Producto Infantil y Ocio reveló que, en España, el 84% de los niños y niñas entre 1 y 3 años supera el tiempo recomendado, al igual que el 88% de los que tienen entre 4 y 6 años.
Salmerón explica que las consecuencias para la salud del menor de un exceso de tiempo frente al smartphone, la tablet o el más tradicional televisor son múltiples: «Dificultad en el inicio y mantenimiento del sueño; a nivel de alimentación, se ha asociado con dietas menos saludables; también la fatiga visual, los problemas de atención (no somos multitarea)… E incluso trastornos del comportamiento, depresión, a nivel social hay mayor riesgo de aislamiento, etc.»
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El valor del presente estudio, explica la pediatra, es que muestra la evolución de los retrasos en el desarrollo en el tiempo. «Se ha visto que, a mayor exposición a pantallas, las destrezas empeoran cuando son más mayores«.
La Asociación Española de Pediatría ha elaborado unas recomendaciones para minimizar los riesgos de la exposición a móviles y tabletas. Por ejemplo, fomentar el ejercicio físico en familia, planificar rutinas sin pantallas, reducir su uso durante las comidas o establecer en la casa zonas libres de las mismas.
«Si se hace uso de las pantallas, que el niño esté acompañado, hay que evitar los dispositivos-niñera», apunta Salmerón. Además, «que siempre sea con contenido y aplicaciones adecuadas a su edad y por tiempos muy cortos, ya que el tiempo de atención que tienen los niños lo es».
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¿Qué sería un uso seguro? «El que fuera en un periodo corto de tiempo, con una finalidad concreta y que implique una interacción social, como llamar a familiares para que le cuenten un cuento o le canten una canción», explica.
No obstante, la pediatra insiste en que las recomendaciones de las diversas instituciones son siempre de máximos. Cuanto menos esté un niño delante de una pantalla, mejor. Quizá los adultos también tengamos que aprender lo mismo.
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