«La fortaleza» es una de las películas que se pueden ver hoy (19.00 horas) en la tercera jornada del Festival de Cine de Comedia de Zamora. A su proyección en el Teatro Ramos Carrión llegará parte del equipo, incluyendo a uno de sus protagonistas, Fernando Cayo, quien puede presumir de una dilatada —y exitosa— trayectoria profesional tanto en cine como en televisión o teatro, siendo protagonista activo de la evolución que se ha producido en las últimas décadas.

–Con su amplia carrera profesional, ¿qué supone acercarse a un festival modesto en una pequeña ciudad?

–Soy de Valladolid, así que también me siento un poco de aquí, es mi tierra. Y además, todo lo que sea promocionar el cine, en cualquiera de sus maneras, ya sean festivales de cortos o largometrajes, me hace especial ilusión.

–Llega con «La fortaleza». ¿Qué puede contar de esta producción?

–Se trata de una película de Chiqui Carabante, uno de los directores más personales que tenemos en la actualidad en el cine español y que hace cosas fuera de lo «mainstream». Es una comedia negra muy comedia y muy negra, que narra cómo un padre, encarnado por Manolo Zarzo, un rescate de los históricos del cine español, plantea tras su muerte a sus hijos una gincana macabra para recuperar su herencia. Ahí comienzan a aparecer todos los trapos sucios de la familia y se empieza a hablar de cosas importantes como el amor, el desamor, la frustración, la madurez o la incapacidad para querer pero, al mismo tiempo, se hace de una manera muy divertida, con personajes fantásticos creados por Fernando Tejero, Lola Casamayor, José Manuel Poga, Goya Toledo, Carla Nieto o Víctor Sanz. Se consigue un fresco de las tipologías familiares muy curioso. Para mí, el resultado es una mezcla entre Tarantino, Buñuel y Berlanga, con un toque de Álex de la Iglesia.

–Estrenada el pasado año y presentada en varios festivales, ¿qué recorrido ha tenido?

–Hemos recibido el premio a la Mejor Fotografía en el Festival de Alicante y la gente la ha recibido muy bien, porque creo que es una comedia muy refrescante para el panorama de comedia actual. España vive un momento muy creativo en el cine, pero, a veces, en la comedia se cae un poco los tópicos y es importante de repente sumergirse en una comedia de autor como esta para ver que se puede hacer reír pero de otras maneras.

Comedia negra coral

–¿Qué destacaría de sus protagonistas?

Son personajes de la vida real, cada uno es distinto y todos los hermanos tienen salvación y un toque de ternura incluso, o sea, que hay una mezcla de emociones.

–¿Su personaje es el malo, como estamos acostumbrados a verle?

–No, soy el hermano mayor con un montón de torpezas, un tipo un poco bruto pero con muy buen corazón, quien además lleva la película a una buena resolución. Puede que la gente me conozca más por papeles como el de «La casa de papel» y existe una tendencia comprensible a que se te encasille. Me ha pasado, cuando estaba tiempo con un papel que me preguntaban si siempre iba a hacer de macarra, de militar, de policía… y resulta que he hecho de todo, ya sea en comedia o drama, en teatro clásico o contemporáneo, así que no me siento identificado con ninguna etiqueta.

Profesión de largo recorrido

–¿Cómo recuerda sus inicios en Valladolid, fue complicado poder dedicarse a la interpretación?

–La verdad es que me he sentido siempre apoyado por mi familia, aunque es cierto que cuando yo comencé en este mundo no era un oficio que entrara dentro de los parámetros normalizados. Pero desde el momento que entré en la Escuela de Arte Dramático de Valladolid y seguí estudiando en Italia, he estado tan concentrado en lo que me gustaba y lo que quería hacer, interpretando, produciendo teatro, dirigiendo cortos o dando clases, que no he tenido ni tiempo para plantearme la dificultad de dedicarme a este oficio.

El coronel del CNI en la serie, Luis Tamayo, (Fernando Cayo). Cedida


–Desde Tino en «Manos a la obra», uno de sus primeros personajes importantes en la televisión, hasta el coronel Tamayo de «La casa de papel», ¿cómo ha vivido la evolución de las series en la televisión?

–Ha cambiado totalmente. Hemos pasado de una televisión generalista en la que había sus cortes publicitarios a otra mucho más intuitiva y orgánica, la que se ve ahora en plataformas. Realmente, se ha ganado muchísimo en calidad interpretativa, en calidad técnica y en contenido, mucho más provocativos, con más libertad y una repercusión internacional que antes ni nos habríamos imaginado. Por ejemplo, que «La casa de papel» haya sido vista por cientos de millones de espectadores en todo el mundo ha sido un hito para el audiovisual español impensable.

–¿Ya se ha dejado de pensar que los actores de televisión son de segunda?

–Volvemos a las etiquetas que mencionaba antes. Hacer las cosas bien, en cualquier gremio, es realmente difícil y exigente. Me da igual que sea teatro, cine o televisión, siempre se necesita un grado de maestría, así que ese pensamiento está más que superado, lo de decir que un actor de teatro es más purista que si trabaja en la televisión. Además, nunca ha sido real, porque siempre ha habido series, como por ejemplo «Cañas y barro», que eran auténticas obras de arte. Creo que todo eso ha cambiado por un libre tránsito entre los medios y los actores pueden estar fluctuando de un lado a otro constantemente, sin problemas.

De la mano de los mejores

–Ha trabajado con directores como Bayona, Bollaín o Almodóvar, ¿qué ha supuesto para su carrera?

–Pues todo un orgullo lo de poder tener a a tantos directores enseñándote… y más que tendré. Los últimos han sido Chiqui Carabante o Juan Albarracín, un joven de 23 años con quien he grabado el thriller «El instinto», junto a Javier Pereira. Terminamos de rodar este verano y saldremos con ella el año que viene. Una de las cosas buenas que tiene esta profesión es poder vivir diferentes experiencias con distintos equipos y gente muy interesante de la que no paro de aprender.

Fernando Cayo. Enrique Cidoncha


–¿También sigue aprendiendo del teatro?

–Siempre he hecho teatro. Acabo de terminar «Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín» en Madrid y tengo proyectos con el teatro hasta 2027, entre producciones propias y de otros. Es algo que me da mucho placer y me pone directamente en contacto con la gente, me hace estar en forma actoralmente, porque el tipo de teatro que estoy haciendo, no es de mesa camilla, sino que requiere una cierta forma física, vocal y emocional y te lleva a diferentes territorios anímicos, algo que me gusta. Al mismo tiempo, me coloca en una posición muy buena para hacer otro tipo de cosas, porque me alimenta la creatividad y la energía para transitarlas a la televisión o al cine.

–Y todavía tiene tiempo para fundar la Academia de Artes Escénicas, para producir y para la música. ¿Cómo se organiza?

–Pues con una agenda muy bien hecha. Esa es la clave, algo tan prosaico que utilizan muchos trabajadores de distintos gremios. También tengo detrás gente que me ayuda, tanto en casa como fuera, por el ritmo y la velocidad del trabajo que tengo. Dentro de nada empiezo la grabación de una nueva película en Tenerife, pero también tengo una serie con Daniel Calparsoro, que el que voy sumando proyectos, y en diciembre volveremos con «Cuento de Navidad» a Valencia y Zaragoza, para intentar repetir el éxito que tuvimos el año pasado.