La presencia de José Coronado es la última garantía de calidad de una película española, por encima incluso de Luis Tosar. Con No habrá paz para los malvados como cumbre, encarna mejor que nadie al varón moralmente desahuciado, al periodista alcoholizado en Verano en rojo o al policía corrupto que atrapa asesinos, en las antípodas de panfletos publicitarios de las fuerzas del orden como Todos los nombres de Dios. Veo cada película del actor madrileño, y no leo ninguna de sus entrevistas porque conozco de sobras su escoramiento ultraconservador. Es grande en el cine, solo se expresa magníficamente cuando le escriben el guion, y para eso le pagamos. Seguir su discurso es tan ridículo como tomarse en serio la opinión de los actores sobre la guerra de Irak. O como felicitar a Javier Bardem por su lucha contra el cambio climático, al pie de la escalerilla de su jet privado.
Antes de que la policía moral que no pisa un cine nos prive también de Coronado por una entrevista, vamos a jugar el juego del revés. Señalen a un solo mito de la pantalla de una biografía inmaculada, citen alguna obra maestra que se caracterice por el comportamiento irreprochable de todos los involucrados, desde el maquinista a la actriz principal. Con los principios de la cultura de la cancelación, no se podría contemplar ninguna gran película. La proliferación de proscripciones nos está dejando sin tiempo libre a los revanchistas que consumimos metódicamente los productos de los señalados por la inquisición, ayer mismo el Jeanne du Barry con Johnny Depp, dirigida y protagonizada por una mujer.
Un actor que dice tonterías es una redundancia. En Coronado asombra su transformación de bello animal en excelente profesional, que contribuye con su última película a sensibilizar al espectador sobre los abusos a menores de sacerdotes, ellos sí muy reales. A propósito, los policías de la moral trabajan gratuitamente para Twitter/X. Su edificante esfuerzo es rentabilizado por Elon Musk, propietario de la red. No solo se trata del hombre más rico del mundo, un dato sospechoso en sí mismo, sino que su biografía ofrece capítulos más oscuros que las entrevistas de Coronado. Ay, la inalcanzable perfección.