El plan estaba diseñado de antemano, así que la excusa que Alberto Núñez Feijóo le dio desde la tribuna a Aitor Esteban puede interpretarse como una mentirijilla. Porque si bien es cierto que, a la vista de cómo le habló el candidato a Bildu, podría ser creíble que «no tenía previsto responder» a los abertzales y que, por eso, acumuló su réplica a la del PNV, la estrategia consistía en hacerles lo mismo que a Junts con ERC: enredarlos para mostrar las contradicciones de ambas derechas nacionalistas.
Así lo confirman las fuentes consultadas por este diario en el entorno del presidente del PP, satisfechas de haber sembrado cierta discordia en el seno del frankenstein sanchista hoy, y haber sembrado para el PP en citas venideras.
Si al final el actual presidente en funciones sale reelegido, le hará falta reunir a siempre y a todos sus aliados para cada votación. Y el PP cree que es eficaz (y lo será) abundar en las diferencias ideológicas y en la competencia electoral de las izquierdas y las derechas nacionalistas que Pedro Sánchez tiene cooptadas.
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Porque en las políticas públicas, unos y otros son contradictorios; mientras que en lo identitario ambas parejas compiten (y competirán) en las urnas: en apenas seis meses, en las vascas; probablemente en un año, en las catalanas.
«Era importante demostrar que de temas identitarios, poco podían esperar de nosotros. Pero que si querían hablar de políticas, de gestión, de impuestos, de competitividad, de empleo… para hablar de los problemas reales de la gente, en Feijóo pueden encontrar un aliado», continúa esta persona de la dirección del PP.
Si no son «lo mismo»…
En la tarde noche del martes, se confirmaba el rumor de que Feijóo sólo iba a contestar por separado al PSOE, a Vox y a Sumar. Sin que nadie le preguntara, él mismo explicó en sus respuestas a Gabriel Rufián (Esquerra) y Míriam Nogueras (Junts), les aclaró que se debía a que «ninguno de los dos» deberían tener grupo parlamentario propio.
Era no más una táctica, sin lógica aparente, más que la dialéctica parlamentaria. Pero al día siguiente, cuando hizo la misma jugada con Bildu, al portavoz del PNV le sentó realmente mal: «No somos lo mismo», se quejó. «Yo ya sé que no lo son… o no lo eran», replicó el candidato, «ocurre que a sus votantes conservadores les provoca desazón, y los más moderados no se ven en un mismo saco con Bildu, con Esquerra, con el Partido Comunista de España…»
Y es que hacía falta justificar ante los votantes populares el porqué de la insistencia de Feijóo en llamar al lehendakari Iñigo Urkullu o de reunirse con Andoni Ortuzar. O más aún, la razón por la que Génova decidió sondear al partido de Carles Puigdemont, para conocer sus demandas, en el mes de contactos políticos que siguió a la designación real para la investidura.
Por otro lado, en Génova se ve como una inversión en aquellos territorios hablarle a los votantes de Junts y del PNV.
A los de Esquerra y a los de Bildu no aspira a reclutarlos, evidentemente; pero con los de Puigdemont y Ortuzar la cosa es diferente: «El electorado de ustedes quiere que influyan en la política del Estado porque es bueno para su tierra… y cree que es mejor fórmula un Gobierno en solitario del PP que una galaxia de veinte partidos en los que ustedes son sólo un satélite más«.
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Y esto es así porque tanto Junts con el PNV son partidos de derechas. Nacionalistas unos, independentistas explícitos los otros, pero ideológicamente mucho más cercanos al Partido Popular que al Socialista. Y eso es lo que pretendía mostrar el político gallego.
«¿Es que no queda nada de aquella Convergència i Unió?», se preguntó Feijóo el martes, en sus réplicas a Míriam Nogueras. «Oiga, conozco bien a su base electoral, porque es la misma que la mía», le advirtió a Esteban, «ya veremos cómo quedamos en las elecciones vascas».
El primero del maratón
En el entorno de Feijóo se celebraban no sólo los mensajes, sino la templanza con la que los emitió el presidente del partido. «¿Qué esperaba el PNV?», explica esta fuente. «Están atrapados, cayendo en votos, apoyando un Gobierno de España que maltrata al País Vasco y que los ningunea privilegiando a Bildu, pero prefieren seguir ahí. Y después de un mes en el que nos han atacado con saña, mientras les tendíamos la mano… ¿que además les pidiéramos perdón?».
Génova está convencida de su estrategia ganadora, más allá del retraso tras el fiasco del 23-J. Prepara congresos en País Vasco y Cataluña, después de haber apuntalado posiciones hacia arriba en las últimas municipales. Y considera que su caladero de crecimiento electoral está principalmente en los votantes nacionalistas de centro derecha hartos de que las cuestiones identitarias tapen las cosas de comer.
De hecho, a pesar de que el liderazgo en Cataluña lo tiene Feijóo más que en entredicho –Alejandro Fernández será reemplazado en el inminente congreso regional-, el PP ya ganó tanto a Esquerra como a Junts en las elecciones generales. Los populares fueron tercera fuerza en la región, subiendo de dos a seis escaños (muy lejos de los 19 del PSC pero muy cerca de la segunda plaza de Sumar).
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Poco se ha hablado de eso y tampoco jugó mucho esa baza dialéctica el político gallego en el debate, sólo una vez, y en realidad sólo para advertir a los independentistas de que no pueden «hablar en nombre de toda su Comunidad Autónoma».
La misma argumentación, aunque más elaborada -quizá porque el PP siempre quiso albergar más esperanzas en los nacionalistas vascos que en los independentistas catalanes- lo usó Feijóo cuando le hablaba al PNV este miércoles:
«Me dice usted que no me vota porque sí me votará Vox, ¿pero usted no va a apoyar a un candidato que tiene a Bildu en el medio? Mire, señor Esteban, yo soy de fiar, yo no blanqueo a Bildu, que es el problema que hoy tiene su partido, desde que sirve al sanchismo… porque si la política es un maratón, en Euskadi puede que haya uno que quede el primero, y no sea el PNV».
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