Fina cumple 89 años el próximo mes de noviembre y apenas puede salir de casa. Está casi ciega, tiene problemas de movilidad y necesita un ascensor para facilitar poder bajar a la calle desde el cuarto piso en el que vive.
«Colocó sillas en los descansillos para poder descansar entre tramo y tramo», explica a Cope Santiago María, una vecina de Fina que está intentando que el edificio pueda tener ascensor. «Tarda entre 40 minutos y una hora en poder llegar al portal, su situación es dramática».
El inmueble en el que reside tiene 50 años de antigüedad y está ubicado en el barrio de Pontepedriña. En su día eran las afueras de la ciudad, hoy un barrio emergente de Santiago, a pocos metros de un conocido centro comercial.
En ese mismo edificio viven también un hombre con problemas coronarios y otro con una prótesis, que necesitan también con urgencia que se instale el ascensor.
Fina era una persona vital, que acudía a clases de música, y ahora apenas puede salir a la calle por falta de ascensor.
Problemas burocráticos
La comunidad de vecinos ha solicitado una ayuda del ayuntamiento de Santiago para poder construir el elevador, pero les ha venido denegada porque constan recibos sin pagar en algunos pisos de la urbanización.
Desde el concello atribuyen esos impagos al Instituto Galego de Vivenda e Solo (IGVS), pero desde la Xunta niegan ser titulares de esas propiedades.