No hace tanto, andaba inquieto. Inquieto estaba Robert Lewandowski porque se sentía desamparado en ataque. Se veía solo, atrapado por ese dibujo táctico en el que Gavi, un interior de toda la vida, tenía que ejercer de falso extremo, mientras el ‘nueve’ vivía angustiado porque no recibía balones. O, al menos, balones de calidad para aprovechar su disparo.

Esa inquietud la trasladó incluso a la prensa, aprovechando un viaje a Polonia, aunque tampoco hacía falta que lo verbalizara porque era evidente. Se le veía incómodo en el campo, desubicado, viniendo a bajar a recibir la pelota lejos de la ‘zona Lewandowski’, ese lugar donde ha habitado durante años. Hasta Xavi le pidió que fuera más obediente con la idea táctica que le proponía, asegurándole de que pronto terminaría con esa orfandad.

Quién asistió en los seis goles de Lewandowski. EPC


Basta ver los números de los dos primeros partidos (180 minutos, siete remates, pero solo tres a puerta y cero goles) para comprobar la angustia que invadía al delantero polaco, recién cumplidos los 35 años en agosto pasado. Angustia similar, por ejemplo, a la de la pasada temporada cuando el Lewandowski certero y letal se apagó con el paso de los meses. Getafe y Cádiz revelaron una imagen sombría del ‘nueve’. Por eso, habló Robert. Por eso, Xavi habló con él.

Joao Félix. Jordi Cotrina


El Barça no podía vivir de espaldas al delantero. Ni el delantero podía ser un cuerpo extraño en el equipo. Aquel rechace en el palo escupido en Vila-real tras una soberbia jugada y disparo posterior de Lamine Yamal se encontró con la bota izquierda del polaco. Ejerció entonces de interruptor para encender a un goleador que andaba mustio y apesadumbrado. Parecía plano, casi oxidado.

La alegría de los ‘Joãos’

Pero llegaron los João, sobre todo el ‘mago Félix’, y el paisaje cambió de manera sustancial. De pronto, Lewandowski tenía compinches a su alrededor. Socios que le servían el balón tal si fuera golosinas y no piedras. Aliados que se acercaron a él, empujándole al área, su territorio. Su casa de verdad.

No bajaba ya al centro del campo en busca de la pelota. Ya se la llevaban, como si fueran carteros, Gündogan, João Félix, João Cancelo, De Jong, Raphinha, Lamine… O quien fuera. Y los goles, que estaban escondidos no se sabe en qué lugar, empezaron a caer con la naturalidad de antes.

Cancelo, tras marcar el gol del triunfo frente al Celta. Jordi Cotrina


No con el impacto que tuvo el curso pasado (12 tantos en sus nueve primeros partidos, encadenando cinco de forma consecutiva), pero sí con la rutina que se espera de alguien como él. Tras la sequía inicial (cero tantos en dos partidos) ha llegado la abundancia, encadenando su mejor racha –cinco encuentros consecutivos marcando- que le emparenta con la imagen jovial y lozana que irradiaba a su llegada de Múnich el verano pasado. Ahora, son seis goles. Entonces, fueron nueve en cinco partidos.

Lamine Yamal, Koundé, Lewandowski y Raphinha, en el entrenamiento previo del Barça al duelo con el Mallorca. Javi Ferrándiz


Pero el cambio es más que evidente. «Robert juega ahora más posicional» , reconoció Xavi tras la «brutal remontada» sobre el Celta donde Lewandowski se sintió, de nuevo, Lewandowski, ubicado ahora el Barça en el liderato de la Liga. Apenas había tenido peso en el partido. Un inocuo disparo fuera (m. 51) quedaba como vestigio de su escasa productividad. Pero, de repente, João Félix se acercó, y no solo físicamente, al polaco. Se acercó y se conectó con el ‘nueve’.

Lewandowski supera a Iván Villar en el 1-2 del Barça al Celta en Montjuïc. Reuters


Excelente asistencia la del portugués, una cúchara que destapó la memoria de los nostálgicos evocando aquel pase de Laudrup a Romário en El Sadar– para encender Montjuïc. Primer disparo a puerta de Lewandowski, gol. Segundo disparo, tras asistencia del otro João, ese lateral, interior, mediocentro, volante que es Cancelo, y segundo gol. Ambos tantos fueron ejecutados al primer toque. Sin tiempo para pensar. Ni tampoco tenía necesidad. Como los seis que lleva. Todos dentro del área, el lugar del que no debe salir Robert, como le recuerda siempre Xavi.