El francés conocido como Dark Alien busca con operaciones estéticas parecerse a un extraterrestre, amputándose algunas partes del cuerpo. Al artista Neil Harbisson le incrustaron en su cráneo una antena que, según asegura, le permite ver infrarrojos o ultravioletas, recibir llamadas o conectarse a internet. La británica Lepht Anonym se autoinstaló 50 implantes bajo su piel para ganar ‘capacidades’. ¿Estamos ante una excentricidad, una moda o el paso hacia una nueva especie? ¿Qué respuesta se da desde la psicología, sociología, medicina y filosofía?

Echar mano de la cirugía para parecerse a un alien, meterse implantes (incluso luces led bajo la piel e inyectándose partículas magnéticas en las yemas de los dedos para atraer metales) o incluso una antena en el cráneo no es ciencia ficción, sino la realidad de contadísimos humanos. Su fin es demostrar que el homo sapiens puede ir más allá del continente y contenido con el que ha nacido.

En el caso de las personas que se incluyen implantes tecnológicos, el fin es tener un pie en el humano y otro en la máquina. Es lo que se denomina transhumanismo.

El catedrático de Filosofía de la Universidad de Santiago de Compostela Alejandro Sobrino señala que el transhumanismo “es una teoría filosófica, no biológica, sobre los avances científicos de las NBIC –nanotecnología, biotecnología, informática (I. A.) y ciencia cognitiva (neurología)– que permitirían sustituir la evolución biológica, lenta y azarosa, por una evolución tecnológica basada en el crecimiento exponencial y los rendimientos acelerados, lo que presumiblemente redundaría en una cyborgización de los humanos que les permitiría mejorar como especie al vivir más y mejor”.

Para Sobrino supone “un deseo o quimera de personas que se autodefinen como visionarias. A ellas suelen referirse sus partidarios llamándoles gurús, que significa maestro espiritual o jefe religioso. De hecho, uno de ellos, Kurzweil, gran científico reconvertido a profeta, ha proclamado el advenimiento inminente de la inmortalidad con las NBIC”.

Sobrino opina que “es cierto que cada vez tenemos a nuestra disposición más y mejores prótesis mecánicas, como marcapasos o exoesqueletos, que mejoran sustancialmente la vida de algunas personas, tengan alguna enfermedad (p. ej., un codo lesionado) o estén sanas (p. ej. ayudando a transportar pesos excesivos), pero todavía no hay implantes neuronales que modifiquen sustancialmente nuestras cogniciones. Los interfaces mente-computador están en pañales; no hay ‘prótesis’ que mitiguen o anulen efectos indeseados de las enfermedades mentales, por ejemplo”.

Psicología

Pero ¿qué opinión se facilita desde la psicología sobre estas personas? ¿Psicológicamente operarse para parecerse a un extraterrestre o para meterse implantes tecnológicos o para parecerse a un famoso o un dibujo animado tienen algún punto en común?

Enric Soler, profesor de los estudios de Psicología y Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), explica que “estamos ante casos de dismorfia corporal. Son personas que no reconocen sus propios cuerpos como propios. Aquí, hay personas con problemas de autoestima, que no se sienten cómodas consigo mismas y que viven una fantasía de que cambiando su aspecto exterior se sentirán de otra forma”.

En la conversación surge la pregunta de qué ocurre cuando una persona trabajando su transformación llega a amputarse una parte de su cuerpo sana. “Desde mi punto de vista es una autolesión como cualquier otra. Matas un trozo de ti. Considerar que esto es una evolución humana me parece una barbaridad. Ahora hay mucha gente joven que se autolesiona, cortándose con un cutter, por ejemplo. Si lo consideramos patológico, ligado a un trastorno mental, ¿cómo vamos a normalizar la amputación de una oreja o una pierna? Tiene un problema psiquiátrico y grave”, cuestiona Soler.

En ese punto, matiza que una situación diferente es la que vive una persona que por un accidente o enfermedad haya perdido un miembro de su cuerpo. “Los avances científicos podrían darle una sustitución de esas funciones perdidas. Eso es saludable. Es un avance científico que una persona, imaginemos, que se instale un implante robótico porque le falta una pierna. Otra cosa es que otra persona se corte una pierna para ponerse un implante robótico”, aclara.

Una neuropsicóloga gallega, que prefiere ocultar su nombre, considera que podría tratarse de una dismorfia en términos generales pero cada caso es particular.También apunta otras posibilidades: desrealización (por eso, se amputan); delirio; búsqueda de la aceptación social porque está de moda y consiguen seguidores…

Esta experta reconoce que “la cuestión es compleja. Cada caso debe evaluarse de forma individual, para analizar su conducta de forma exhaustiva, lo que implica identificar su morfología (el qué, la forma en la que se manifiesta la conducta) y, aún más importante, su funcionalidad (el por qué, la secuencia de comportamientos y variables contextuales y personales que facilitan la aparición de esta conducta). No obstante, el reforzamiento social que reciban a través de redes sociales, solo incrementa la conducta y les anima a continuar haciendo lo que hacen”.

El sociólogo Jorge García Marín, profesor en la Universidade de Santiago, opina que “en todo hay grises. No sabemos qué puede ser una tendencia o una patología. Una persona que se opera más de cien veces su cuerpo va más allá de la sociología pero como tendencia sociológica se puede pensar en las explicaciones. Puede ser gente que tiene afán por hacerse ver, por destacar, llamar la atención, en un mundo en el que cada vez es más difícil conseguirlo”.

García Marín reconoce que también puede ser “un escape de la realidad hacia una fantasía, como el vivir en la virtualidad, en la identificación de personajes que no existen. Habría que buscar causas más profundas dentro de la cultura actual para pensar en esos procesos de identificación que conllevan una transformación del propio cuerpo” y que pueden acarrear problemas de salud como los que tuvo Leph Anonym que tuvo que ser ingresada en el hospital durante meses. La hacker que se había autopuesto 50 implantes tecnológicos prometió en su cuenta de X explicar qué le había acontecido tras los últimos experimentos y su pase por el hospital –incluso intentó ser un punto wifi– pero desde agosto de 2022 no ha escrito más.

¿Podrían conectarse estos ejemplos con los cambios en el cuerpo (perforaciones, alargamiento de algunas zonas…) realizados por tribus indígenas?_Para este experto, “cada sociedad tiene unos elementos culturales que en muchos casos son ritos de iniciación que conllevan esas marcas en el cuerpo. En las sociedades postmodernas, los ritos son otros y destacarse dentro de una tribu podría ser símbolo de pertenecer a otro grupo. Podría ser la identificación con otro grupo diferente”.

Infecciones y otras secuelas

En este asunto, ¿tienen los médicos españoles limitaciones éticas y legales a la hora de operar a una persona para parecerse a un alien, un famoso o instalarse implantes tecnológicos?

“En la actualidad, el límite ético está establecido por el respeto al Código de Deontología Médica Colegial, de diciembre de 2022. En él, se habla de la calidad de la atención médica y de la seguridad del paciente. Los cirujanos plásticos tenemos además un código ético de la Sociedad Española de Cirugía Estética y, además, estaría el sentido común del propio cirujano”, explica Diego Murillo, cirujano plástico y presidente de la comisión dentológica del Colegio de Médicos de Pontevedra.

“En nuestro código ético figura que no se deben realizar operaciones innecesarias porque estas son iguales a error médico”, agrega Murillo en referencia a aquellas personas que “se quieren parecer a famosos, objetos, animales o muñecas o el caso de pacientes dismorfofóbicos que quieren operarse y operarse por no encontrarse a gusto con su cuerpo y aquellos que lo modifican para colocarse dispositivos lo que está de moda en Corea”.

También advierte Murillo de los riesgos para la salud. “Hay gente que se coloca dilatadores como los de las orejas en la región facial. Esas reconstrucciones son supercomplejas y en la mayoría de los casos no las hacen cirujanos plásticos. Es más, ni siquiera médicos.Ahí ya pasamos otras fronteras”, avisa.

“El pintarse el ojo colocando tinta dentro de este órgano puede acabar con la pérdida de la visión”, advierte.En cuanto a los implantes bajo la piel, indica que al final acaban saliendo e infectándose.

“El problema es cuando hay una remuneración importante a cambio. Eso no se debe hacer, ni es ético ni legal y los médicos aquí pueden ser expulsados de la Asociación”, recalca.