Como plataforma destinada a promover la cooperación internacional, la paz y los derechos humanos, las Naciones Unidas tienen una gran responsabilidad. Sin embargo, para quienes siguen de cerca la organización, está claro que la ONU tiene un sesgo constante contra Israel que socava su credibilidad y su capacidad para fomentar la armonía mundial.

Esta parcialidad volvió a ponerse de manifiesto el 20 de septiembre, cuando el embajador de Israel ante la ONU, Gilad Erdan, protestó pacíficamente contra un discurso del presidente de Irán, Ebrahim Raisi. Durante el discurso, Erdan mostró una foto de Mahsa Amini, una mujer iraní inocente asesinada por la “policía de la moralidad” de Irán por llevar supuestamente un hiyab inadecuado. La muerte de Amini desencadenó una oleada de protestas contra el régimen teocrático de Raisi.

Tras la protesta, Erdan intentó abandonar la sala. La policía de la ONU no tardó en ponerle las manos encima y escoltarle físicamente hasta la salida. La ONU debería avergonzarse de sí misma.

Este atroz suceso es un momento de aprendizaje, una oportunidad para revisar el historial de hostilidad abierta de la ONU hacia Israel.

En primer lugar, la ONU se centra desproporcionadamente en las acciones de Israel en comparación con las de otras naciones. La obsesión de la ONU por aprobar resoluciones que condenan a Israel, a menudo por abrumadora mayoría, mientras hace la vista gorda ante otras naciones con historiales mucho más atroces, es profundamente preocupante. Aunque las críticas a Israel son ciertamente válidas cuando están justificadas, la atención desproporcionada que recibe sugiere la existencia de una agenda política.

El Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (CDHNU) es un ejemplo notorio de esta parcialidad. Desde su creación, el CDHNU ha adoptado más resoluciones condenando a Israel que a cualquier otro país del mundo. Al mismo tiempo, los críticos han señalado que el CDHNU no ha abordado adecuadamente las graves violaciones de los derechos humanos en países como China, Rusia, Irán y Corea del Norte. Esta incoherencia plantea dudas sobre el compromiso de la ONU con la imparcialidad y su capacidad para abordar con eficacia las violaciones de los derechos humanos en todo el mundo.

Otro problema es la tendencia de la ONU a calificar la autodefensa israelí de agresión. Israel, como cualquier nación soberana, tiene derecho a defenderse de amenazas y ataques. El hecho de que la ONU no reconozca los complejos problemas de seguridad a los que se enfrenta Israel, incluidas las constantes amenazas terroristas de grupos como Hamás y Hezbolá, es una flagrante omisión que socava la credibilidad de la organización.

Es importante señalar que las críticas al trato que da la ONU a Israel no son un intento de proteger a Israel de la rendición de cuentas. Israel, como cualquier otra nación, debe ser considerado responsable de sus acciones cuando y si violan el derecho internacional o las normas de derechos humanos. Sin embargo, el enfoque de la ONU debe ser coherente y justo, aplicando las mismas normas a todos los Estados miembros.

El trato atroz que la ONU ha dispensado al embajador Erdan pasará a los libros de historia como el último capítulo de la larga historia de prejuicios evidentes de la organización contra el único Estado judío del mundo.

Sobre el autor: Bryan E. Leib es el director ejecutivo de CASEPAC, el único PAC federal del país dedicado a combatir el antisemitismo en la política federal. Anteriormente fue director ejecutivo de Iranian Americans for Liberty y candidato del GOP al Congreso.

La entrada Cómo la ONU volvió a deshonrarse se publicó primero en Noticias de Israel.