La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, alcanza el primer año de mandato el 22 de octubre, tras la victoria de la coalición de centro derecha en las elecciones generales celebradas el 25 de septiembre de 2022. Su formación, Fratelli D´Italia (FdI), obtuvo el 26% de los votos, multiplicando por cinco los resultados obtenidos en 2018. Su destacado éxito le empujó a liderar la formación del Gobierno de la República junto a las otras dos grandes formaciones de la derecha transalpina, Forza Italia (FI), del fallecido Silvio Berlusconi, y la Lega, de Matteo Salvini.

Después de doce meses de gestión del gobierno tripartito, las formaciones de extrema derecha del entorno europeo pueden extraer algunas lecciones importantes sobre las que aprender a la hora de enfocar sus estrategias.

Grandes expectativas de cambio

El primer año de Meloni ha generado diferentes reacciones entre las formaciones homólogas europeas. Sus máximos representantes pretendían encontrar en la lideresa romana una figura de referencia sobre la que inspirar sus programas electorales y sentar las bases de sus tácticas para alcanzar el poder. Sin embargo, el giro moderado en Europa, motivado por la preocupante economía y el rechazo al ex admirado conservador Vladimir Putin, ha modificado el guion para el avance de la extrema derecha en un momento crucial: las elecciones al Parlamento Europeo se celebran en la primavera de 2024.

Este mismo verano, el líder de Vox, Santiago Abascal, alabó la labor de Meloni, por la buena valoración del pueblo italiano, y manifestó que no se trataba de moderación ni de ningún cambio en su discurso, sino que se había producido una «demonización» de la presidenta. Unas declaraciones que servían como defensa de Meloni, invitada tiempo atrás a los mítines de Vox, donde se presentaba como «mujer, italiana y cristiana».  

El rastro del dinero

«No queremos hacer sabotear la Unión Europea, sino hacerla más eficaz». Estas eran las primeras palabras de Meloni en el Parlamento de Italia. Toda una declaración de intenciones para quien, años atrás, había practicado una estrategia de hiperliderazgo populista para destacar su euroescepticismo, la crítica hacia el desarrollo y funcionamiento de la eurozona o, tan solo unos meses antes, había dado muestras de ambigüedad respecto a la necesidad de que la población recibiera la vacuna contra la Covid-19.

La llegada al Gobierno en otoño de 2022 conllevó un marcado cambio de estrategia, consciente de la importancia del apoyo europeo en el desarrollo de la economía de Italia ante una situación preocupante, cuya salvación principal reside en la distribución de los fondos Next Generation UE.

Finalmente, los presupuestos de 2023 contaron con la aprobación de Bruselas, mientras Meloni hacía gala de su postura a favor de la OTAN y la defensa a ultranza de Ucrania en sus viajes oficiales a Kiev y Washington en la primera mitad de año. 

El vaivén de la cuestión migratoria

Las políticas migratorias suponen un pilar fundamental en el constructo ideológico de los partidos de extrema derecha europea y siempre han sido prioridad para los discursos y planteamientos populistas de Meloni y Abascal. En el caso de Italia, su emplazamiento como punto de llegada de la ruta del Mediterráneo Central ha puesto la cuestión migratoria en el centro del tablero de los intereses políticos para todos los dirigentes gubernamentales desde hace décadas.

Las llegadas se han disparado en los últimos meses (casi 130.000 personas, el doble que en el mismo período en 2022), tiempo en el que Meloni llegó a valorar positivamente la gestión de una Europa que se ocupa de la dimensión externa del problema. Esto es, concede apoyos económicos a los países de origen y tránsito en función de la manutención, admisión y repatriación de migrantes.

La tibieza de Meloni ante esta dimensión provocó el rechazo por parte de otros miembros fuertes de la extrema derecha europea. Morawiecki y Orban, máximos dirigentes de Polonia y Hungría, respectivamente, criticaron la postura de la primera ministra italiana ante la propuesta de un nuevo pacto de migración y asilo ante la Comisión.

La respuesta de Meloni llegó hace unos días ante una nueva oleada en Lampedusa y supone un endurecimiento de las políticas internas. El Consejo de ministros se había reunido para aprobar un decreto-ley que encarga al Ministerio de Defensa la construcción de nuevos Centros de Repatriación de Inmigrantes (CPR), donde se ampliará el tiempo máximo de retención hasta los 18 meses que permite la Unión Europea. 

Cuida… ¿a tus amigos?

En el seno de la ciudadanía italiana existe un sentimiento extraño por los continuos cambios de dirección del Gobierno en los últimos meses, por la práctica habitual de la desinformación en las comunicaciones de sus ministros o por sus salidas de tono, por ejemplo, con graves afirmaciones racistas. Una situación polémica se produjo tras las palabras de Francesco Lollobrigida, cuñado de Meloni y ministro de Agricultura, que se refería a la llegada de inmigrantes como parte de una teoría de «sustitución étnica» de la población italiana. Ante este tipo de acontecimientos, los desacuerdos, disidencias y desavenencias se evidencian y se hacen más palpables en el seno de cualquier partido, también, en una extrema derecha que se había mantenido firme, sólida y unida hasta el momento.

Como otras formaciones extremistas, Fratelli d’Italia ha experimentado una transformación profunda de sus bases ideológicas

Como otras formaciones extremistas, Fratelli D´Italia ha experimentado una transformación profunda de las bases ideológicas del partido tras el fin de la pandemia de la Covid-19 y la última campaña electoral, aunque, de momento, no todos quieren ser conscientes de esta nueva realidad dentro de la formación. Otras figuras relevantes del partido parecen empeñadas en mantener y expresar continuamente algunos de sus planteamientos fascistas. En los últimos años, este fenómeno de cambio de pareceres también se ha observado en el caso de Vox, con la salida de figuras clave dentro de la formación: la portavoz Macarena Olona que llegó a crear su propio partido, y, también, con el paso a un lado de Espinosa de los Monteros que abandonaba la política tras las elecciones del 23 de julio de 2023. Un caso similar al de FdI, caracterizado por la desconexión entre las figuras visibles y la propia dirección del partido.

Y vigila… ¿a tus enemigos?

La relación con los aliados de la coalición también ha marcado puntos importantes en la deriva del governo Meloni. En primer lugar, el fallecimiento de Silvio Berlusconi, fundador y cabeza visible de FI y padre político de la primera ministra desató una fuerte preocupación en el seno del Gobierno a inicios de verano.

La muerte de Il Cavaliere suponía un vacío de poder en el partido que había constituido en 1994 y que, en los últimos años, había caído en apoyos y arrastraba una deuda cercana a los 100 millones de euros. Una cuantía difícilmente asumible por el resto de la formación y alejada del poco interés y compromiso del resto de la familia Berlusconi por la política. Tan solo la diputada y última pareja de Berlusconi, Marta Fascina, acompañada de Antonio Tajani, ministro de Exteriores, han podido sostener el partido y evitar que sea absorbido por el propio FdI, algo que cuestionaría profundamente la estabilidad del gobierno. 

En la otra parte de la coalición, Matteo Salvini y la Lega siguen siendo la misma bomba de relojería. Con la inestabilidad reinante en Forza Italia y la ausencia de un liderazgo fuerte con Tajani, el vicepresidente Salvini podría intentar captar a integrantes del FI para su causa. 

Para ello han convertido su estrategia en la recuperación de las posturas más reaccionarias desde hace veinte años, el discurso independentista norteño y sus posiciones más extremistas respecto a la aplicación de las leyes y sanciones. Un esfuerzo, por parte del partido, en hacer ver su fortaleza dentro de la coalición y la necesidad de su presencia como elemento de control y buen funcionamiento ante el resto de los aliados. Y, en definitiva, una parte importante de lo que se denomina en la negociación política como dar apoyos; algo que, en el caso español, se ha observado en la configuración de gobiernos autonómicos y locales entre Vox y el Partido Popular. 

Practicar una comparativa del caso italiano con otros escenarios políticos europeos siempre resulta complicado. El particular contexto político de Italia, además, dificulta cualquier interpretación que trate de buscar similitudes, por la variedad de sus coaliciones y alianzas, así como por la volatilidad de sus gobiernos que, de media, no superan los trece meses. Sin embargo, se ha evidenciado lo complicado que resulta superar la barrera de la Unión Europea a la hora de poner en práctica algunas cuestiones clave, como lo son aquellas que tienen que ver con políticas públicas sobre economía o inmigración. Mientras tanto, la celebración de nuevos comicios sobrevuela la atmósfera política italiana ante la llegada de una nueva crisis política que puede emerger en cualquier momento.

En esta situación, el tecnócrata Mario Draghi se mantiene en la recámara y aguarda la llamada del presidente de la República: como el veterano entrenador de fútbol dispuesto a ocupar el banquillo hasta final de temporada y volver a salvar al equipo, una vez más.


Pablo Gómez Iniesta es investigador predoctoral de la facultad de Comunicación de la Universidad de Castilla-La Mancha (Campus de Cuenca).