En octubre todo nos sabe a inauguración del año. El sol ya no molesta y adquiere un amarillo más intenso. Las señoras, para mayor desgracia de los varones, comienzan a cubrir sus brazos y piernas. Las ventoleras hacen acto de presencia arrancando las primeras hojas. Este mes tendemos a alejarnos del mundanal ruido y buscamos la soledad para reflexionar. Hay en nosotros una querencia especial a disfrutar de los últimos placeres del aire libre antes de recluirnos definitivamente.
Hoy, como ayer, los escolares inundaban las calles cuando no existía el transporte escolar. Padres y madres se apresuran con sus retoños de la mano ante el retraso mañanero y los universitarios se hacían dueños de la noche, frecuentando tascas y bares en los que dar rienda suelta a su desenfrenada juventud.
En aquellos días de maravillosa inquietud, en aquellos lejanos veinte o veinticinco años, cuando todo estaba por hacer o por llegar, Murcia mudaba su piel. Fueron aquellos últimos años de la década de los setenta e inicios de la llamada ‘Movida Murciana’ de los ochenta cuando las noches adquirían una actividad de vértigo. Si las mañanas obligaban al desayuno en el bar Ipanema, frente a la Facultad de Derecho, el aperitivo era obligado en la magnífica y extinta terraza de Café-Bar en el centro de la Gran Vía de Alfonso X, hoy limitada a la mínima expresión. Las noches quedaban magnetizadas ante el atractivo de ‘El Candil’ de Rafael Párraga, ‘El Paleto’, ‘El Cuervo’ o ‘La Taberna de Tony’, para el condumio sabroso, económico y con buena cerveza. ‘La Viña’ de don Paco y la “Cosechera” se mantenían como tabernas tradicionales ante el empuje de las nuevas generaciones y sus neotabernas.
La copa con la música a todo trapo, la que favorecía la mirada e impedía la conversación. Ellos y ellas, jóvenes licenciados, acudían fieles a la cita del barman-trovador Paco Torres Cuenca y de su jefe Javier García en el inolvidable ‘Bar El Tubo, en González Adalid. El bar ‘TBO’ de Juan Benito Palazón y el inolvidable Jesús Belando. ‘Camelot’ de Alfonso Palazón ambientado con el rey Arturo y el Príncipe Valiente en la calle Granero, justo enfrente de ‘Kitsh’ de Antonio Ángel García Mira, flamante empresario. No olvidaré la novedad y el buen gusto de ‘Pachá’, en Gutiérrez Mellado, en el que tres grandes de la noche: Juan Benito Palazón, Tomás Imperial y Julián Palazón cambiaron el concepto del bar de copas, En la misma acera, un poco más allá, el viejo oeste nos recibía en ‘Pasadena’ con la simpatía arrolladora de Andrés Yepes. Copas y música en cada esquina.
‘Los Claveles’, recuperó el nombre para el local del sello ‘Clavel’, aquellos cupones de compras que coleccionaban nuestras madres para obtener como regalo una zafa de plástico o un juego de cacerolas. Un local dónde la más granada progresía local encontró el lugar donde reunirse gracias a Ángel y José María Portillo. Parroquianos de insigne recuerdo como Javier González Alberdi, Carmen Caravaca, José Manuel Gómez Fayrén o Kuki Keller brillaban con luz propia en aquellas noches del ayer. Noches jóvenes en una Murcia vieja, abierta a las nuevas generaciones, las que irrumpían con sus nuevos conceptos y modas, cambiando las pautas sociales.
Bares y nombres del ayer, vivos o muertos, que nunca quedarán en el olvido a pesar del paso de los años.