Después de un mes al borde de la crisis de suministros y con importes desorbitados, regresa la normalidad. El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación dio luz verde ayer a la vuelta de la papa inglesa y sus semillas a Canarias, según un comunicado del Gobierno autonómico. A finales de agosto, una plaga del escarabajo del Colorado obligó a las autoridades a frenar el flujo comercial hacia las Islas y la escasez provocó subidas del 200% en los precios, así como la limitación de los kilos que se podían comprar por persona. Con el levantamiento de las restricciones los importadores aseguran que para el 15 de octubre el mercado ya estará destensado y todo habrá pasado como una simple pesadilla.

La buena noticia llegó a raíz de una información procedente de las autoridades fitosanitarias del Reino Unido en la que se aseguraba que la plaga ya no está instalada en los cultivos del país. El texto también detallaba las actuaciones que ha llevado a cabo el Ejecutivo británico en las zonas donde se localizó el bicho.

Así, entre el próximo jueves y sábado zarparán los primeros buques cargados hacia Canarias. La autorización de Madrid, que ostenta la competencia sobre la materia, permite la entrada de tubérculos de todo el territorio salvo de Kent, que fue el condado inglés donde se detectó el insecto.

Con la apertura, el presidente de Adipa (Asociación de Distribuidores de Papas de Gran Canaria), Juan Luis Pulido, vuelve a respirar tranquilo. Calcula que el 15 de octubre los precios, que se han disparado en algunos casos hasta alcanzar los cinco euros el kilo, volverán a niveles anteriores a la plaga y que ya no será necesario limitar el número de kilos a los compradores.

Garantías sanitarias

Para garantizar el buen estado de los tubérculos que desembarcan en el Archipiélago, el Gobierno central junto a la Consejería de Agricultura que dirige Narvay Quintero y los productores han tomado una serie de medidas adicionales en relación al envasado y etiquetado «para reforzar y ofrecer mayores garantías fitosanitarias».

Las papas inglesas que quieran venderse a partir de ahora en mercados y supermercados isleños deberán someterse a un procedimiento de limpieza, mediante cepillado o lavado para eliminar los restos de tierra y de organismos nocivos. El porcentaje aceptable –de tierra– se ha marcado en el 0,5%.

En el etiquetado deberá constar, además de los datos propios de la papa que ya se incluían –especie, código del agricultor, variedad, calibre, y fecha de envasado–, una trazabilidad que permita identificar al productor y el área de producción a nivel de parcela.

Los tubérculos británicos de siembra, que suponen el 90% de las semillas que se plantan en la cosecha isleña, deberán ser ensacados en sacos nuevos, con una capacidad máxima de 25 kilos, precintados y etiquetados en instalaciones habilitadas para ello. Además, deberán garantizar la sanidad y trazabilidad de estos y respetar el control oficial de las autoridades fitosanitarias.

Mientras, los de consumo podrán presentarse en contenedores de 1,5 toneladas como máximo, que deberán ser también precintados y etiquetados en los lugares habilitados. Y para comprobar que todo lo anterior se cumpla, se inspeccionarán el 100% de los envíos.

A pesar de la vuelta de la papa de Reino Unido, Pulido aclara que no es el único origen. También se importa desde Chipre e Israel y se sigue negociando con los mercados contactados tras el cierre del británico como Egipto, cuyos tubérculos son viables y de buena calidad. Destaca, además, que la temporada del producto inglés comienza en agosto y vence en febrero, por lo que el resto de países productores ayudarán a saciar la demanda canaria el resto del año y servirán para diversificar el suministro por si acontece un episodio similar.

El representante de los importadores lamenta que la producción isleña no sea suficiente para abastecer la demanda por la falta de relevo generacional que sufre el sector. «Ahora poca gente quiere plantar papas», subraya. Y es que en tan solo seis años, de 2015 a 2021, se perdieron en el Archipiélago más de la cuarta parte –26,5%– de las hectáreas dedicadas a este cultivo. El fuerte incremento de los costes, la parquedad del binomio esfuerzo-rentabilidad y la escasez de agua son tres de los factores que determinan el fuerte retroceso.