Ha sido un largo camino que finalmente tendrá un final feliz para Microsoft. El gigante tecnológico va a conseguir que la autoridad de la competencia británica (Competition and Markets Authority, CMA) dé el visto bueno a su compra de Activision, pero ha costado mucho y todavía faltan algunos escollos por superar.

En enero de 2022, Microsoft anunció su intención de comprar Activision Blizzard por 68.700 millones de dólares para reforzar su posición en el sector del juego. Desde entonces, el acuerdo se ha visto envuelto en una serie de complicaciones centradas en cuestiones de competencia. En abril, la operación fue bloqueada por la CMA y en agosto, Microsoft presentó una propuesta reestructurada al regulador británico, que este viernes anunció que está abierto a aprobar la compra.

La opinión preliminar favorable de la CMA implica iniciar una nueva consulta que finaliza el 6 de octubre. La idea de la CMA es comprobar bien ciertos problemas «residuales» relacionados con la nueva propuesta reestructurada que, en principio, atendiendo a las soluciones que ha presentado Microsoft para solventarlos, parece que son superables.

Los expertos entienden que, sin duda, con el anuncio del regulador de la competencia británico del viernes «el tono se ha vuelto más positivo» para Microsoft. No hay que olvidar que en abril, cuando la operación no fue autorizada, el presidente de Microsoft, Brad Smith, describió el momento que se estaba viviendo como los «días más oscuros» de trabajo con Reino Unido.

UBISOFT, EL ELEMENTO CLAVE

La propuesta de compra reestructurada incluye un factor clave. Implica que Microsoft no adquiera los derechos de juego en la nube de Activision, lo que supondrá que no podrá limitar el acceso a los juegos de la compañía a su propio servicio en la nube y que no podrá impedir que sus rivales los ofrezcan. Para que esto sea así, Ubisoft comprará los derechos de juego en la nube de Activision y podrá ofrecer los productos a todos los proveedores de juegos en la nube. Además, Microsoft no podrá restringir los juegos de Activision al sistema operativo Windows.

«Esto es más que una simple concesión, pero es un sacrificio que será necesario para que la adquisición supere las trabas», reconoce Russ Mould, director de inversiones de AJ Bell.

Mould añade que es evidente que todo lo ocurrido implica que muchas personas se hayan sentido muy frustradas «a puerta cerrada», y destaca en relación con esto el hecho de que la consejera delegada de la CMA, Sarah Cardell, se haya «burlado» de Microsoft en el comunicado del viernes anunciando una posible aprobación de la compra.

LA REPRIMENDA

La reprimenda pública de Cardell a Microsoft podría considerarse, como dice Mould, una burla, si se tiene en cuenta que se ha hecho a la vista de todo el mundo, sin obviar que es muy poco habitual.

Cardell subrayó en el comunicado que la posición de la CMA ha sido «coherente en todo momento», defendiendo que esta fusión sólo podría salir adelante si se preservaba la competencia, la innovación y la capacidad de elección en el juego en la nube. Dice la consejera delegada del regulador que, en respuesta a su prohibición «original», Microsoft ha reestructurado sustancialmente el acuerdo, «tomando las medidas necesarias para abordar nuestras preocupaciones originales».

El tono recriminatorio aumenta al afirmar Sarah Cardell que «habría sido mucho mejor que Microsoft hubiera presentado esta reestructuración durante nuestra investigación original», a lo que añade, a modo de reprimenda, que este caso «ilustra los costes, la incertidumbre y el retraso en que pueden incurrir las partes si existe una opción de solución creíble y eficaz pero no se pone sobre la mesa en el momento oportuno».

«UNA HOJA DE PARRA»

Mientras la CMA parece satisfecha con los cambios incluidos en la propuesta de compra reestructurada, Jonathan Compton, socio del bufete de abogados británico DMH Stallard, cree que incluir a Ubisoft en la ecuación para solucionar el obstáculo principal de la competencia de la CMA, es más bien, «con todo respeto, una hoja de parra».

Con esto quiere reflejar que, en contra de la opinión del regulador, desde su punto de vista que Microsoft acuerde no comprar los derechos de los juegos de Activision en la nube no soluciona el problema.

«Hay muchas maneras para que Microsoft controle los juegos en la nube propiedad de Activision que no implican llegar a comprar los derechos directamente», advierte.