Que el amor no es una ciencia ni algo que pueda calcularse a través de medidas cuantificables es una certeza casi tan perogrullesca como la capacidad del agua para mojar pero, a pesar de ello, en algún momento Christos Nikou consideró que era buena idea que su segundo largometraje, ‘Fingernails’, dedicara dos horas de metraje a discutir consigo mismo acerca de algo tan indiscutible.
Presentada este sábado a concurso en el Festival de San Sebastián, la película conecta con la ópera prima del director griego, ‘Apples’ -retrato de un hombre que se recupera de una enfermedad causante de amnesia que se propaga por todo el mundo-, en cuanto que ambas parten de una premisa cercana al terreno de la ciencia-ficción con el fin de reflexionar sobre algún aspecto de la condición humana; en ‘Fingernails’, concretamente, ese dispositivo narrativo es una prueba médica capaz de determinar si dos personas están realmente enamoradas.
¿Querría alguien confiar en lo que una máquina dice al respecto en lugar de hacerlo en los dictados de su propio corazón? ¿Qué sentido tendría poner fin a una relación sentimental aparentemente saludable o renunciar a la promesa de un nuevo amor simplemente porque lo dice una máquina con aspecto de horno microondas conectada a una televisión probablemente fabricada en los años 70? Cualquier espectador medianamente cabal respondería de inmediato con negativas a ambas preguntas. Sin embargo, los protagonistas de ‘Fingernails’ necesitan lo que aparentan ser porciones importantes de sus vidas, durante las que incluso llegan a acceder a arrancarse literalmente las uñas por el bien del experimento, antes de darse cuenta del sinsentido.
Mientras los contempla, Nikou se atreve a formular teorías atrevidísimas sobre la importancia de cuidar las relaciones amorosas y sobre lo difícil que resulta hacer caso a las emociones en un mundo tan obsesionado por la tecnología. Para ayudarle a hacerlo, la película con las interpretaciones impecables de tres de los mejores actores jóvenes de la actualidad, Jessie Buckley, Riz Ahmed y Jeremy Allen White -actualmente en boca de todos gracias a su trabajo en la serie ‘The Bear’-, pero ni todo el talento actoral del mundo podría compensar por tanta falta de sustancia y tanto empeño en demostrar algo que nadie en su sano juicio se molestaría en cuestionar.