Con periódicos, radios y televisiones de medio mundo llamando a la puerta de su consulta, a Miriam Al Adib (Almendralejo, 1977) todavía le cuesta procesar los azares de la última semana. Ginecóloga desde hace más de dos décadas y divulgadora especializada en educación sexual desde hace 10 años, el pasado domingo se encontró en su propia casa un ejemplo práctico de todo aquello que pregona en sus libros, charlas o conferencias.
Acababa de llegar de viaje, de unas jornadas sobre sexualidad en un congreso de Medicina, cuando al entrar por la puerta su hija de 14 años le soltó, todavía en shock, que alguien estaba difundiendo imágenes suyas adulteradas en las que aparecía desnuda. “Es que llevo alertando muchos años sobre este tipo de cosas”, suspira. Han pasado cuatro días desde ese momento y ella también se muestra un poco aturdida por cómo se están desarrollando los acontecimientos. “Estoy sobrepasada, ¿cuánto creéis que le queda a esto para que yo pueda volver a mi vida normal?”, pregunta.
Es la hora de comer, pero antes de eso recibe a EL ESPAÑOL en una clínica de su propiedad en el centro de Madrid, donde hemos venido a hacerle algunas fotos. El grueso de la conversación se produce la noche antes por teléfono desde Almendralejo (Badajoz), donde vive y tiene la primera de las consultas que abrió, pasadas las diez y media de la noche. Acepta la entrevista cuando ha logrado despejar un poco su agenda.
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Está tratando de atender a todos los medios, pero es que ha tenido que entrar en directo con televisiones de España y Latinoamérica -incluso de camino en coche-, le han llamado de la BBC, de Francia, de Israel… “Creo que estáis tratando el caso con mucho respeto, que la prensa se lo está tomando en serio, sin sensacionalismo, y el hecho de que denunciarlo pueda servir para algo, me hace seguir adelante”, sentencia. “Que alguien suplante tu identidad y la utilice con fines sexuales está pasando en muchos sitios, me han escrito mujeres de distintos lugares que no han encontrado herramientas para darlo a conocer, por lo que hay que activar los protocolos para que esto no vuelva a pasar”.
Tras la conversación con su hija, ella cogió su móvil y contó todo lo ocurrido en un directo en Instagram. En Almendralejo, de poco más de 30.000 habitantes, sabían que había más casos, pero gracias a sus más de 100.000 seguidores en esta red social el suceso pasó de los pasillos de varios institutos de esta localidad extremeña a las primeras páginas del debate nacional. Tras el testimonio de su hija, al menos otra veintena de chicas han denunciado lo mismo ante la Policía. Las autoridades ya han identificado a una decena de menores, de entre 12 y 14 años, como presuntos autores de la manipulación y la difusión de las imágenes en grupos de Whatsapp.
Miriam lleva años alertando del fácil acceso al porno en edades tempranas y de cómo las redes replican este tipo de comportamientos. “Tú pásate un ratito por Tik Tok y vas a ver cómo funciona. Verás los bailes hipersexualizados que encuentras. Si enseñas un poquito, consigues un like; si enseñas otro poquito, más likes. Estamos banalizando la sexualidad y la que siempre aparece como un objeto es la mujer”.
Educar en sexualidad
La doctora Al Adib Mendiri tiene madre española y padre sirio. Cuenta en su biografía que esto le “despertó desde muy joven una gran curiosidad por conocer otras formas de vida, cómo experimentan las mujeres sus procesos reproductivos y sexuales o los mitos y tabúes que se fraguan en cada tipo de sociedad”. Es profesora de un Máster en Sexología por la Universidad de Extremadura, aunque no es sexóloga: “No quiero que se confunda, soy únicamente ginecóloga, pero mi perspectiva va más allá del cientificismo, me gusta integrar la Medicina como una mezcla de ciencia, fenómeno social y humanismo”.
Precisamente este jueves publica su quinto libro, ‘Hablemos de menopausia’ (Oberon, Grupo Anaya), que aparece después de otros como ‘Hablemos de adolescencia’, ‘Hablemos de vaginas’ o ‘Hablemos de nosotras’, bajo el mismo sello editorial.
En ellos indaga sobre cómo el entorno sociocultural determina la sexualidad de las mujeres y en la búsqueda de la libertad sexual entre las jóvenes. “La educación sexual no es una clase de biología, no es enseñar a poner un preservativo y ya está: significa proteger a las personas de sus vulnerabilidades. Que tú seas dueña de tu propio cuerpo y decidas cuándo y de qué manera disfrutarlo, no le da derecho a nadie a hacer algo que tú no quieras hacer. Y no puede ser que tengas que asumir este formato de mujer como objeto”, insiste.
Ninguna de las fotografías adulteradas ha trascendido. Pero da igual que las niñas aparecieran o no en sus redes intentando mostrarse atractivas, ya que los autores de la manipulación utilizaron un sencillo programa de inteligencia artificial para conseguir que aparecieran desnudas. “Es un problema cultural -afirma la ginecóloga- porque seguimos siendo un objeto al servicio del otro. En la época de nuestras abuelas la palabra sexualidad era sinónimo de reproducción y ahora sexualidad es sinónimo de placer. Pero antes como ahora, el hombre es el sujeto y la mujer el objeto”.
La doctora señala que lo que ven los jóvenes, tanto chicos como chicas, en el porno “distorsiona muchísimo, hace pensar que ellas deben comportarse así”. Pero va más allá, al criticar la “cosificación” de la mujer en otras muchas esferas. “Es que hasta para anunciar un neumático vas a encontrar la imagen de una mujer cañón. Y esto banaliza muchísimo el sexo, entiendes que te acuestas con cualquiera como si fuera una expresión de tu libertad sexual. Sin embargo, para tener esa libertad sexual primero tienes que conectar contigo misma, con tu propio cuerpo, con tu propio placer, y luego compartir ese placer con otra persona”.
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Victimización
Todas estas lecciones son las que Miriam y su marido José Ramón, que trabaja con ella como gestor en la cadena de clínicas que tienen en Almendralejo, Madrid y Marbella, han tratado de inculcar a sus cuatro hijas. “Es lo primero que le dije a ella y es una de las cosas que digo en el primer vídeo, que las chicas son víctimas, no tienen la culpa de nada de lo que ha pasado. Mi hija se encuentra bien, pero es una reacción muy normal que sientan vergüenza y piensen en que no se lo pueden decir a sus padres”, incide. Algunas de las chicas que vieron sus fotos manipuladas llevaban callando esta situación desde hacía semanas o meses y no se descarta que alguna de ellas o sus familias deban recibir asistencia psicológica.
La doctora no sólo cree que un caso mediático como éste pueda servir como reflexión, sino que aprecia avances en la sociedad sin los que no hubiera sido posible una respuesta de este tipo. “Quizás si esto hubiera pasado hace cinco años no hubiera tenido tanta trascendencia. Nos queda un lastre de siglos, pero creo que las mujeres estamos ya en un punto en el que no nos callamos y estamos dispuestas a levantar la voz. El cambio social existe”.
La decena de menores identificados tienen entre 12 y 14 años, de modo que sólo a los que hayan cumplido 14 se les aplicaría la Ley del Menor, mientras que los demás serían inimputables penalmente por cuestiones de edad. Miriam, sin embargo, no es partidaria de una carrera punitiva ni de un castigo ejemplarizante. “No he podido hablar con ellos, pero si tengo la oportunidad les diría que se han equivocado y que rectifiquen. Me parece muy sensacionalista cuando se abren esos debates de que deberían ir a la cárcel. Al fin y al cabo son niños, hay que tomar conciencia, reeducarlos y que exista una condena social para que ellos y otros aprendan de las consecuencias”, remarca.
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