Gianni Vattimo, el gran filósofo italiano contemporáneo, pasó las últimas semanas de su vida en el Hospital de Rivoli, en Turín, en cuya unidad de nefrología falleció este martes a las nueve de las noche. Tenía 87 años. Lo confirmó Simone Caminada, su asistente y compañero durante los últimos años. Un personaje controvertido, que ha sido acusado de secuestrar la voluntad del pensador. En febrero, Caminada fue condenado a dos años de cárcel por «manipulación de persona incapaz». El tribunal consideró que se aprovechó de la situación de debilidad del filósofo para saquear su patrimonio. En los últimos meses la justicia ha intervenido parte de los bienes de Vattimo, suspendió la celebración de la unión civil entre ambos y designó un tutor legal para supervisar el tratamiento médico del filósofo, quien siempre negó que Caminada hubiera secuestrado su voluntad. La polémica promete sobrevivirle.

Al margen de los titulares sensacionales que lo llevaron a las portadas de su país en el tramo final de su vida, Vattimo ha sido uno de los intelectuales europeos más influyentes de su tiempo, creador de un sistema articulado en torno a una idea fuerte, la de pensamiento débil, que hizo fortuna inmediatamente tras su formulación a comienzos de los años 80.

Una filosofía total

«Ha sido una de las figuras más importantes y refrescantes del panorama filosófico contemporáneo, capaz de combinar el rigor académico con la divulgación», y uno de los pocos filósofos de nuestro tiempo «que ha logrado acuñar una expresión reconocible como es el debolismo o pensamiento débil», explica Brais González Arribas. Este investigador y profesor de Filosofía de la Universidad de Vigo, que se doctoró en 2015 con una tesis sobre Vattimo, destaca «su interpretación de Heidegger y Nietzsche, la actualidad con la que ha adaptado la obra de ambos maestros a los problemas contemporáneos y la vocación práctica de su filosofía. Su trabajo lo abarca todo, no se quedó en la metafísica o la epistemología. Ha sido capaz de llevar sus propuestas al terreno de la política y de la ética de manera coherente».

Arribas tuvo el privilegio de que el hombre que escogió como tema de estudio presidiera el tribunal que le evaluó, gracias a la mediación de su directora de tesis, la catedrática de la UNED Teresa Oñate. «Al acabar mi defensa me dijo que ahora podía entender mejor su pensamiento», recuerda; una humorada que refleja el buen humor y el carácter afable de Vattimo.

Un maestro europeo

«La gran tradición de la filosofía occidental, italiana, alemana, francesa y española, desemboca en Vattimo», asegura su maestra, Teresa Oñate, traductora, editora y principal discípula española del pensador italiano, a quien no duda en considerar el filósofo más importante de su tiempo, frente a figuras como Habermas, «de un marxismo rígido, sociológico, con un lenguaje muy técnico», o Richard Rorty, «más relativista, literario y un poco banal».

Oñate habla apasionadamente de su querido maestro en vísperas de viajar a Turín para asistir a sus exequias. Ella promovió el nombramiento de Vattimo como doctor honoris causa por la UNED en 2006, y la creación de la Cátedra Internacional de Investigación en Hermenéutica Crítica-HERCRITIA de la que Vattimo ha sido presidente hasta su muerte junto a Manuel Cruz. «Después de hacer una tesina sobre Aristóteles, se fue muy joven a estudiar a Heilderberg gracias a una beca». Allí, a través de su maestro Gadamer, reconoció a los que serán sus dos principales referentes filosóficos, Nietzsche y Heidegger. Este último será su objeto de estudio predilecto. Según Oñate, Vattimo “inventa la izquierda heideggeriana y logra desterritorializar», desnazificar, «al más grande de los filósofos del siglo XX”.

Como todo autor con una obra vasta y compleja, no resulta sencillo resumir o sintetizar su legado. Su gran intuición, la idea de pensamiento débil, hizo fortuna y tuvo la potencia suficiente para multiplicar la difusión de sus libros. Pero también fue muy tergiversada. «Con frecuencia se le ha malinterpretado», confirma Arribas. «El debolismo no va de relativismo, que él nunca defendió, sino de pluralismo. Vattimo defiende una visión antiautoritaria del pensamiento», que renuncia al poder, la fuerza y la autoridad como formas de conocimiento y de estar en el mundo. Su planteamiento pone en evidencia que todos «pensamos y reflexionamos sobre la realidad a través de nuestra historia, de nuestras ideas, de nuestros anteojos. Y que hay otras tradiciones y otros códigos que tienen otra visión de la realidad atendiendo a otros condicionamientos».

El pensamiento débil no implica debilidad de pensamiento. «La fortaleza del pensamiento débil reside en atreverse a discutir, a debilitar, el pensamiento autoritario», explica Oñate. «Sus textos son una deconstrucción constante de la violencia que se había inoculado en la racionalidad». 

Las razones del otro

Vattimo «propone un adelgazamiento de las estructuras fuertes, un cuestionamiento de las verdades absolutas, de los primeros principios, de los fundamentos indiscutibles», añade Arribas. Y lo hace en todos los órdenes, en el abstracto del pensamiento pero también en el concreto de la realidad. «Él quería evidenciar que siempre observamos la existencia mediada con las lentes del contexto sociohistórico que vivimos. Con apriorismos, verdades establecidas, y normas que son importantes, pero que condicionan nuestra manera de observar, de entendernos y de interpretar la realidad. Nuestra mirada nunca es directa. Siempre hay estos elementos que intermedian y tenemos que tenerlo en cuenta».

Lo cual no implica renunciar a las convicciones, sino tener en cuenta las razones del otro. El pensamiento de Vattimo propone un cuestionamiento constructivo de la autoridad, basado en el reconocimiento de la diferencia. Un «anarquismo no sangrante», en sus propias palabras. «Escuchar al otro, crear las condiciones que permitan una convivencia pacífica. Y dotar de las herramientas teóricas para hacer una crítica potente de los autoritarismos y defender a los oprimidos, a los débiles y a los pueblos sometidos», condensa Arribas.

Una religión secularizada

Hijo de un carabinero calabrés destinado en Turín, que murió apenas 16 meses después de su nacimiento en 1936, Vattimo siempre se sintió orgulloso de sus orígenes humildes. Y, como buen italiano de su tiempo, no pudo sustraerse a dos vectores medulares de la vida de su país: el comunismo y la Iglesia. Su maestro, el sacerdote Pietro Caramello, era un pensador católico conservador que le inició en la filosofía con la lectura de autores como Tomás de Aquino. Con 18 años era delegado diocesano de los estudiantes de Acción Católica, aunque pronto fue expulsado de la organización por su heterodoxia.

«Cuando se introduce en la filosofía», explica Arribas, «abandona su vinculación con la Iglesia, incluso con las creencias, pero en los 90 vive un retorno, una valoración de la importancia de la religión, aunque hace una lectura muy singular», de la que es testimonio uno de sus libros más conocidos, Creer que se cree.

Vattimo defendía una visión un tanto paradójica de la religión, secularizada, una suerte de referencia moral que, sostiene, cualquier individuo necesita para completar su vida espiritual. «En Creer que se cree aparece la idea de kénosis, el abajamiento de Dios cuando Cristo muere en la cruz. El momento en que Dios se hace carne representa para él la hermandad entre divinidad y humanidad. El mensaje último de Cristo sacrificado viene a ser, me entrego a vosotros, muero para que veáis que no existen verdades objetivas, definitivas, ninguna entidad trascendente a la que aspirar».

Vattimo realiza una crítica profunda de la religión en general y de la Iglesia en particular, especialmente cuando es dogmática, excesivamente normativa y represiva. «La Iglesia es para él una idea de solidaridad y fraternidad. Algo mucho más abierto de lo que tradicionalmente consideramos que debe defender un creyente».

«Él siempre hace algo absolutamente genial, que es cruzar conceptos», explica Oñate. «Ser católico y comunista, por ejemplo. Esto le permite destituir tanto el catolicismo como el comunismo dogmáticos. Hace lo mismo con la homosexualidad y el catolicismo. En ese cruce destituye lo cerrado, lo rígido y lo autoritario de las posiciones dualistas. Esa operación de cruzar y subvertir con el contrario lo aprende de Heráclito». Un juego intelectual de consecuencias insospechadas: Yo he podido recuperar la fe gracias a un rojo homosexual», confiesa.

Catocomunista

Sus ideas religiosas se vinculaban con la política a través de la moral. Aunque sus posiciones se movieron a lo largo de los años, Vattimo siempre se situó en el espectro del socialismo democrático. Pese a ello, algunas de las críticas más afiladas contra Vattimo vinieron de las filas de la izquierda. Muchos entendieron que «como propuesta teórica comprometida, el debilismo era inane frente a las situaciones injustas» del mundo contemporáneo, explica Arribas.

Según Oñate, Vattimo fue un pionero a la hora de señalar las insuficiencias de la izquierda clásica, «neoilustrada, cientifista y parlamentaria de salón», para atender los retos de nuestro tiempo. Vattimo y colegas como Lyotard advierten a finales de los 80 que la hipermodernidad desembocaba necesariamente en la explotación radical del planeta y el individualismo abstracto propio del neoliberalismo. Pero durante muchos años ha sido imposible, dentro del ámbito del feminismo o de la academia, hablar de ecología, de los derechos de las minorías, de las disidencias. Quien lo hacía era era un frívolo relativista. Vattimo tiene la lucidez para anticiparse a ello.

En los años 90 se implicó activamente en política. Tras ser rector de la universidad, aspiró a la alcaldía de Turín, y fue elegido para el Parlamento Europeo en 1999 por los Demócratas de Izquierda del entonces primer ministro Massimo D’Alema, y en 2009 por la Italia dei Valori del exjuez Antonio Di Pietro. Posteriormente, su posición se fue radicalizando hacia una visión anticapitalista, como respuesta a las injusticias económicas. Esto provocó cierto coqueteo con movimientos como el chavismo. «Marx y Dios han muerto. Por eso América Latina me parece tan importante, es el único nodo de resistencia concreta», declaraba en 2019 en una entrevista a El País. «Era donde pensaba que podía haber movimientos de insurrección y transformación», corrobora Oñate. Y era lo que más le interesaba. «El reconocimiento que más valoraba no era el anglosajón, sino el de la academia de la latinidad, como él la llamaba».

«Se definía como catocomunista. Tenía una visión moral del comunismo, completamente alejada de la perspectiva autoritaria. Un comunismo teórico y solidario. Su propuesta se orienta a la creación de comunidad, al establecimiento de relaciones igualitarias, justas, solidarias entre individuos y pueblos». El pensamiento anticapitalista que desarrolló en su última etapa respondía a las desigualdades y la crisis ecológica provocadas por el neoliberalismo. Entendió que «la única manera de atajarlo era modificar el sistema de producción».

Homosexual militante

Nunca tuvo ningún problema en defender los derechos de los homosexuales, en mostrarse a sí mismo como un homosexual orgulloso, si bien en sus textos académicos nunca aparece una crítica o un análisis de su experiencia. No se mete en la teoría queer ni participa de las denuncias del binarismo de la filosofía, aunque lo considera lícito, y lo vincula con el deseo de disolver el mandato de aquellos que han impuesto que un tipo de sexualidad es anormal. Lo explica en un libro muy bonito, No ser Dios, escrito con Piergiorgio Paterlini.

«Su condición sexual le creó problemas por su educación religiosa, y porque en una sociedad fundamentalmente burguesa como la turinesa la homosexualidad no estaba bien vista, y menos en puestos docentes de relevancia. Pero cuando maduró ya se mostró públicamente». Mantuvo dos relaciones largas, conocidas y públicas con dos hombres, sobre las que habló y escribió abiertamente. En 1992 su compañero Gianpiero Cavaglià murió de sida. Su siguiente pareja, Sergio Mamino, enfermo terminal de cáncer, murió en 2003.

En 2016, Vattimo donó el grueso de su archivo personal a la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, donde oficia uno de sus discípulos españoles, Santiago Zabala, con quien coescribió Comunismo hermenéutico. Allí están depositados los materiales de sus cursos y seminarios, notas, cartas, abundante material audiovisual y textos inéditos. Un material hoy más valioso que nunca.