Todo empezó, hace unos nueve años, con una pregunta sencilla: ¿qué pasaría si pusiéramos a un terapeuta sexual adolescente en un instituto? Se la hacía la guionista y dramaturga Laurie Nunn mientras soñaba con desarrollar su propia ficción adolescente. «Siempre me ha encantado el universo ‘teen'», nos explica en entrevista por videollamada. «Tanto las películas de ese estilo como los libros y las series ‘young adult’. Encontré que la idea de un terapeuta sexual era divertida. Pero, conforme avanzaba en la escritura, me di cuenta de que esta serie era una oportunidad para tener conversaciones complejas sobre sexualidad e identidad».
Esa serie se llama ‘Sex education’ (Netflix, jueves, día 21) y en ese título está contenida su misión: Nunn quiere usar el sexo y la sexualidad para educarnos sobre nosotros mismos, sobre el mundo, sobre las relaciones. «Educar, pero a ser posible hacerlo de forma entretenida», precisa. «Sin caer en el sermón».
A la vez homenaje y refutación del legado de John Hughes, rey del cine ‘teen’ de los ochenta, ‘Sex education’ captura los colores vibrantes de aquellos ¿maravillosos? años a la vez que se presenta como correctivo de algunas deficiencias. «Nuestro director principal en las tres primeras temporadas [Ben Taylor] estaba obsesionado con Hughes. Le fascinaba la iconicidad visual de sus películas. Pero, a la vez, ahora mismo ves esas comedias románticas de los ochenta, e incluso de los noventa o principios de los dosmil, y en todas ellas suceden cosas de lo más cuestionables». Nunn cita «un montón de besos no consensuados«, apunte bastante relevante ahora mismo. «Las conversaciones sobre amor, sexo y relaciones han evolucionado mucho, sobre todo desde el MeToo, y creo que nuestra serie coge lo más inspirador de aquellas películas a la vez que trata de hacer otras preguntas».
Análisis del postureo ético
En la cuarta y, por desgracia, última temporada de esta calenturienta comedia dramática, nos reencontramos con Otis (Asa Butterfield) y Maeve (Emma Mackey) en un momento delicado de su todavía no consumada relación. Ella estudia en Estados Unidos. Él sigue en Inglaterra y sus ‘fotopenes’ dejan que desear. Para colmo de males, Otis ha de lidiar en su nuevo instituto con O (Thaddea Graham), terapeuta sexual que llegó al lugar antes que él y se maneja mejor con la autopromoción ‘online’.
Esa imparable O es la viva representación del espíritu del Cavendish College, centro progresista, ‘queer’ y con la salud mental entre sus prioridades: sus estudiantes tienen acceso a meditación diaria, discotecas silenciosas, baños de sonido y yoga. Una especie de paraíso ‘woke’ donde no todo es tan ideal como parece. «Muchos de los que hacemos la serie, yo incluida, nos vemos como muy liberales, muy progresistas, pero es importante hacer un poco de autoexamen y admitir que todos tenemos defectos». Eso del alardeo moral o postureo ético es digno de afectuosa parodia, pero a la vez, Nunn apoya al cien por cien a los estudiantes de Cavendish: «Todos están llenos de esperanza. Siento un gran respeto por eso. Solo con esa clase de idealismo se puede conseguir que el mundo cambie para mejor».
Comedia sexual siempre
‘Sex education’ se adelantó a series juveniles como ‘Genera+ion’ o ‘Heartstopper’ en su apuesta por la verdadera diversidad. «Pero tampoco es que buscáramos eso de forma intencionada», cuenta Nunn. «Todo surgió de forma natural a partir de cuatro personajes: Otis, Maeve, [el abiertamente gay] Eric [Ncuti Gatwa] y Jean [la madre de Otis, encarnada por Gillian Anderson]. Los rodeamos de, simplemente, personajes que nos parecían interesantes. Por mi parte veo la serie como parte de una evolución: nunca podría haber existido sin ‘Girls’, que ayudó a una mayor apertura de mente en pantalla».
Tratando de alejarse del tokenismo, Nunn se propuso enriquecer la narrativa trans en esta última temporada. «Ya teníamos al personaje de [el estudiante no binario] Cal [Dua Saleh] y queríamos profundizar en su trama. Pero a la vez creíamos que era muy importante tener múltiples perspectivas trans. Trabajamos mano a mano con varios consultores o los coordinadores de intimidad para asegurarnos de que lo que contábamos era auténtico y tenía los matices necesarios».
Junto a reflexiones sobre los plazos inhumanos de la sanidad británica para la gente trans, encontramos en la serie elementos más festivos, a menudo muy gráficos. ‘Sex education’ todavía es comedia sexual. «Oh, claro. Lo más importante es que la serie sea divertida. Podemos ir a lugares oscuros, pero tratamos de equilibrar todo eso con partes felices, e incluso tratar aspectos graves con cierta ligereza. La idea es hacer llorar y reír. Es la clase de historia que me parece más humana».
¿Los volveremos a ver?
Cada vez son menos raros, aunque no siempre necesarios, los regresos tardíos de series que un día fueron icónicas. Nunn no descarta algo parecido con ‘Sex education’, y no solo por la pasta: «He invertido mucha emoción en estos personajes. Me resultará extraño no seguir escribiendo sobre sus vidas. Desde luego, estoy abierta a volver a visitarles en algún momento en el futuro». Igual esto no es un adiós, amigos, sino solo un hasta luego.