«Este tío está loco. Se mete en la boca del lobo». Es lo que pensó el escritor Javier Moro (Madrid, 1955) cuando vio en televisión cómo el disidente venezolano Leopoldo López (Caracas, 1971) se entregaba al régimen de Nicolás Maduro. Era el 18 de febrero de 2014. Sabía que no tendría un juicio justo y que acabaría en la cárcel por algo que no había hecho, incitar a la violencia en una manifestación. Entonces no se imaginaba Moro que casi una década después, iba a recrear en Nos quieren muertos (Editorial Espasa) la lucha por la libertad del opositor venezolano más odiado por el chavismo. «Son héroes o locos, o las dos cosas. En realidad, son los que hacen avanzar la historia. Como Aleksei Navalni en Rusia o Monseñor Álvarez en Nicaragua. Encarna la conciencia de Venezuela». Y como tal, Leopoldo López llama la atención sobre un hecho: «El pueblo venezolano es la Ucrania de América Latina. Es el agredido. Y el régimen, el agresor».

Descendiente de Simón Bolívar y de Cristóbal Mendoza, primer presidente de Venezuela, Leopoldo López siempre vio su destino ligado al de su país. Y desde el exilio sigue contemplando su futuro al otro lado del Atlántico. Alguna oferta ha tenido de hacer política en España pero tiene claro que su futuro está en Venezuela. «Vivo la política como una vocación convertida en profesión. Es lo que tenemos en común los que nos enfrentamos al poder en países autocráticos, desde Cuba, a Rusia, Bielorrusia o Afganistán, con quienes comencé a trabajar hace dos años en el World Liberty Congress», señala. «No somos idealistas, creemos en la acción».

Sostiene López que plantear el tema de Venezuela como un conflicto entre partes es un error, responde a una visión distorsionada. «Aquí hay una víctima, que ha sufrido violaciones, y un victimario. Hay quienes tratan de justificar que la víctima estaba seduciendo al violador. Pero el violador es el violador. Es como Ucrania y Rusia. Hay un agredido y un agresor».

Un mediador es neutral, pero si es interlocutor de una parte difícilmente puede hacer el trabajo. Zapatero siempre fue así»

Por esta razón López es muy crítico con la labor de José Luis Rodríguez Zapatero, el ex presidente del gobierno español, a quien considera aliado del régimen de Maduro. «El mediador es neutral, pero si es un interlocutor con una parte, pues difícilmente puede hacer el trabajo realmente. Y Zapatero siempre fue así. Siempre se le exige a la oposición que ceda y no se le exige igual a la dictadura».

Para Leopoldo López, es fundamental ver que se trata de la lucha por la libertad de un pueblo. Esa es su misión, en la que desempeñó un papel crucial su esposa, Lilian Tintori, que de la noche a la mañana se convirtió en su voz durante sus cuatro años de presidio en Ramo Verde. Si algo le duele a Leopoldo, es cómo el régimen se ha ensañado con Lilian. «Han intentado quebrarla». Pero ella demostró un aplomo a prueba de infamias.

Tiranía o libertad

Confiesa lo injusta que le resulta la equidistancia en términos geopolíticos. «O estás con la tiranía o con la libertad. Con la democracia o con la autocracia. Porque al final la ideología, ser de derechas o izquierdas, es un lujo de la democracia. Lo que es cierto es que el apoyo a la causa de la libertad en Venezuela ha sido más tibio en la izquierda que en la derecha».

Voluntad Popular, el movimiento fundado por López en 2009, está adscrito a la Internacional Socialista. Pedro Sánchez le recibió en Ferraz el 27 de octubre de 2020, recién llegado a España. Había pasado un año como «huésped» en la embajada española en Caracas, donde le acogió el embajador Jesús Silva, a quien López le está profundamente agradecido, al igual que a Josep Borrell, entonces ministro de Exteriores. La salida de Silva de la embajada, motivada por un giro más equidistante de Arancha González Laya y de José Manuel Albares entonces en Moncloa, hizo que López viera que había llegado el momento de salir del país, según relata Moro en su detallada obra de 570 páginas.

Sánchez le preguntó entonces por qué seguía Maduro en el poder. La respuesta que nos da ahora es la misma. «Maduro se mantiene porque recibe el apoyo de Rusia en el ámbito militar; de China, en el financiero; de Irán, en el energético; de Cuba, en la seguridad y de Turquía en la minería y en tráfico de oro. Maduro es parte de un engranaje mundial mucho más grande que el propio Maduro».

Y nos recuerda datos recientes: Maduro estuvo hace seis semanas en Venezuela. Lavrov visitó Venezuela. El presidente de Irán, también fue a Caracas. «Todos estos países autocráticos están trabajando en conjunto: se nutren unos de otros, se defienden unos con otros, aprenden unos de otros, pero en el lado de los países democráticos estamos desarticulados».

Incluso el mejor aliado que hemos tenido, EEUU, ahora practica una política en la que la democracia ha pasado a segundo o tercer plano»

Le duele especialmente que algunos gobiernos democráticos estén normalizando su relación con Venezuela. «Incluso el principal aliado que hemos tenido, Estados Unidos, ahora practica una política en la que la democracia en Venezuela ha pasado a segundo o tercer plano. Han puesto como prioridad el tema energético y el migratorio. Con Maduro no van a lograr estabilidad energética, que es lo que buscan. Maduro es y será siempre un delincuente asociado con grupos terroristas delincuenciales. No es que lo diga yo, sino la Corte Penal Internacional, la ONU, Israel que lo vincula a Hizbulá».

Nada que lamentar

El libro de Javier Moro refleja cómo Leopoldo López fue quien ideó que fuera Juan Guaidó, uno de sus fieles en la Asamblea Nacional, quien fuera presidente encargado. Juró como tal el 23 de enero de 2019. Había coordinado la estrategia con el embajador de EEUU en Caracas, James Story. «Tenía que ser un diputado. Y Guaidó es una persona muy comprometida. Sabía que no lo iban a torcer», afirma. «Entonces se dijo que Maduro estaba aislado. Que contábamos con el apoyo de más de 60 naciones del mundo», evoca aquel momento tan excepcional.

También Leopoldo López fue quien estuvo detrás del llamamiento a una movilización contra el régimen, que habían secundado entre bambalinas desde el jefe del Sebin, Christopher Figuera, hasta el presidente del Supremo, Maikel Moreno. Aquel 30 de abril de 2019 acabó en fracaso. Fue entonces cuando acudió a pedir ayuda a Jesús Silva en la embajada. Pero ni de eso se arrepiente Leopoldo López.

Los mismos que me criticaban por pactar con militares pedían una intervención militar»

Falló que Maikel Moreno no cumplió, pero el disidente venezolano defiende que había que intentarlo y que para construir una transición habrá que contar de alguna forma con gente que ha estado vinculada con el chavismo. «Los mismos que me criticaban por pactar con los militares reclamaban una intervención militar. Si pretendemos superar la dictadura solamente con la gente que en 25 años no ha hecho absolutamente nada, no ha tenido ninguna responsabilidad, pues sencillamente no son las alianzas que te van a ayudar a lograr quebrar la dictadura».

«Con la perspectiva de hoy, habría intentado influir, verificar, recontraverificar. Pero yo estaba preso en casa y me estaba reuniendo con el director de la Inteligencia Militar, de las FAES, de la policía política, y eso se puede corroborar. Aprendí muchas lecciones. Tuvimos oportunidades que no aprovechamos al máximo con el gobierno interino, es cierto. El tema militar es más complejo. Pudo haber errores de implementación y estratégicos, pero nunca de intención».

El camino de la transición

¿Cómo acabar con Maduro? ¿Hay alguna posibilidad? Destaca que es fundamental que los demócratas «no se agoten» y sigan confiando en que hay futuro, que sean conscientes, como lo es él, que la lucha es «por siempre, incluso cuando en democracia tendremos que seguir porque intentarán tumbar al gobierno democrático».

Y se confiesa pragmático: «Creo que todos los caminos que nos lleven a la transición son válidos. Hay gente que está aferrada a un camino, yo estoy aferrado a un objetivo, que es la libertad. Espero que sea a través de una elección en 2024. Confío en que sea de manera pacífica y que nos permita una transición institucional. Ojalá se puedan involucrar muchas personas que acompañaron a las dictaduras de Chávez y Maduro a un proceso de reconstrucción de nuestra democracia. Pero hay muchos incentivos para que no sea así. Será difícil porque están inhabilitados los candidatos con más posibilidades. A quien gane las primarias [el 22 de octubre], y María Corina Machado es por ahora la favorita, le corresponderá buscar alianzas».

Llevamos 25 años de lucha. En algunos momentos hemos estado cerca de lograrlo. Ahora hemos tocado fondo y empezamos a recuperarnos»

López cree que en Venezuela hay ciclos. Y es optimista. «Llevamos 25 años de lucha. En algunos momentos hemos estado muy cerca de lograrlo. Ahora hemos tocado fondo y empezamos a recuperarnos. En Venezuela hay protestas, como las de maestros. Los candidatos están movilizando gente. Tenemos que aprender de todo lo que hemos vivido antes». Su vida es un ejemplo: no se quebró ni en la cárcel. Solo tuvo un momento de debilidad cuando le hicieron regresar a prisión a finales de julio de 2017 después de estar en arresto domiciliario con Lilian y sus tres hijos: Manuela, Leosan y Federica. Cuando creía que iba a quedarse allí años se le pasó por la cabeza el suicidio. Solo recordarlo le emociona. Finalmente lo liberaron cuatro días después.

Asegura que no es retórico que le querían muerto, como dice el título de la obra de Moro. «Lo intentaron tres veces. Mataron a Carlos Mendoza, que trabajaba conmigo a mi lado. Incluso Jorge Arreaza [entonces ministro de Exteriores] dijo al embajador Silva que creía que yo iba a acabar como Óscar Pérez [el militar rebelde que cayó en un tiroteo con las fuerzas chavistas en enero de 2018]. En la cárcel me salvó la notoriedad, me salvó Lilian. A mis carceleros les generaba angustia porque no había quien la callara»

En Madrid, donde hay una nutrida comunidad venezolana, se siente querido. Están sus padres, el eurodiputado Leopoldo López Gil y la combativa María Antonieta Mendoza, recuperada tras un transplante de riñón. Y Lilian, su bella, y sus tres hijos. Se han adaptado bien, pero no deja de ser el exilio. «En la primera ventanita de oportunidad que tenga volveré a Venezuela. Por supuesto», confiesa el disidente. Y Javier Moro, que se ha convertido en su más rendido admirador, está dispuesto a contar en otro libro lo que sería la «reconquista de Venezuela».