Tres años después de que terminase la segunda guerra del Karabaj, la tensión y los fantasmas del conflicto vuelven a las montañas del Cáucaso. Desde hace nueve meses, Azerbaiyán tiene bloqueada la región del Alto Karabaj, también conocida como Nagorno Karabaj, formalmente dentro del territorio azerbaiyano pero poblada por armenios y gobernada por la república ‘de facto’ de Artsaj. En las últimas semanas, con el bloqueo de la región y una situación de emergencia humanitaria, los sables vuelven a sonar en un conflicto más que centenario.
Una guerra del siglo XX
Todo estalló a partir de la disolución del Imperio ruso en 1917: en el Cáucaso, las fronteras nunca habían existido hasta entonces. La región, llena de montañas escarpadas y valles de difícil acceso, nunca había tenido límites marcados. Una localidad poblada mayormente por armenios era vecina de otra de azeríes, seguida por otra de armenios y georgianos. Pero el imperio en el norte cayó, y en la región nacieron tres nuevos Estados: Georgia, Armenia y Azerbaiyán.
Y así, estos nuevos Estados independientes quisieron delimitarse, imponer sus líneas a los demás. Ahí surgieron los primeros combates por el Alto Karabaj, una región de bosques y montañas en la frontera entre Armenia y Azerbaiyán. En lo alto de las montañas, la mayor parte de la población era armenia. En los valles, abajo, azerí.
Esa pequeña guerra duró un año, hasta que llegaron las tropas del Ejército rojo y conquistaron toda la región, que pasó a ser territorio del siguiente imperio ruso, el soviético. Oficialmente, el Karabaj se quedó dentro de territorio de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán. Como Armenia también formó parte de la Unión Soviética, la frontera desapareció.
La caída de la Unión Soviética y la primera guerra del Karabaj
El conflicto pasó al congelador de la historia hasta la década de los 80, cuando la perestroika de Mijail Gorbachov despertó a los nacionalismos en el seno de la URSS. Los armenios del Karabaj pasaron a reclamar su integración en Armenia y la tensión entre comunidades étnicas se acentuó. En 1988, marcado por los pogromos de Sumgait y Bakú contra la comunidad armenia, la tensión desembocó en guerra abierta.
En 1991, al tiempo que Armenia y Azerbaiyán declaraban su independencia, los armenios del Karabaj hicieron lo propio con un referéndum no reconocido por Bakú del que saldría la República de Artsaj, el gobierno ‘de facto’ en el Alto Karabaj pese a su falta de legitimidad internacional. Cuando se firmó el armisticio en 1994, 30.000 personas habían muerto y un millón habían abandonado sus hogares.
Armenia ganó aquella primera guerra y pasó a controlar un 20% del territorio de Azerbaiyán, incluido el enclave del Alto Karabakh.
Victoria armenia y conflicto congelado
Su victoria fue casi total: los armenios del Alto Karabaj crearon su propia república ‘de facto’ —no reconocida por ningún país en el mundo— y en el fervor de la victoria militar, conquistaron y vaciaron por la fuerza todos los territorios que rodean el Alto Karabaj.
Estas regiones, pobladas casi enteramente por azerbaiyanos, se convirtieron en lugares fantasma, inaccesibles por los estragos de la guerra y las miles de minas antipersonales que fueron plantadas durante el conflicto. Así, tras el armisticio y la victoria armenia de 1994, el conflicto volvió otra vez al congelador con intermitentes estallidos de la violencia. Ahí siguió hasta 2020.
La segunda guerra del Karabaj
Envalentonado por el dinero del petróleo y su alianza con Turquía, Azerbaiyán reactivó el conflicto en septiembre de 2020. En seis semanas, la victoria azerbaiyana fue aplastante: Bakú reconquistó todos los territorios que rodean el Alto Karabaj, incluso la segunda mayor ciudad de la región, Shusha, que antes de la primera guerra del Karabaj había tenido una población mixta de armenios y azerbaiyanos.
Si en la guerra de los 90, los armenios expulsaron a todos los azerbaiyanos de los territorios conquistados, esta vez sucedió a la inversa. La segunda guerra del Karabaj acabó con un armisticio negociado por Rusia. Moscú envió tropas de paz a la región y pasó a erigirse formalmente en el garante de las condiciones del armisticio. Una 6.000 personas perdieron la vida en aquella guerra, cerrada con un alto el fuego tan frágil que nunca ha sido realmente respetado.
El bloqueo del Alto Karabaj
Durante estos tres años, los combates, aunque esporádicos, han sido frecuentes, y las muertes de soldados, sobre todo armenios, casi mensuales. Azerbaiyán mantiene la superioridad militar, y las amenazas de Bakú de relanzar otra vez el conflicto se suceden mientras continúan unas conversaciones de paz que, hasta la fecha, han sido completamente infructuosas.
Además, desde diciembre, Azerbaiyán ha bloqueado la única carretera que conectaba el Karabaj con el mundo. Sus 120.000 armenios viven sitiados y encerrados por las políticas de Bakú, que exige su integración en Azerbaiyán y el desmantelamiento de las instituciones con las que gobiernan ‘de facto’ la República de Artsaj. Los armenios, por su parte, consideran que las Azerbaiyán trata de expulsarlos del territorio con una operación encubierta de limpieza étnica, mientras que reconocidos juristas internacionales denuncian que el bloqueo persigue el genocidio de los armenios del Karabaj.
Desde junio no entra ni siquiera ayuda humanitaria, lo que generado, según Naciones Unidas, una gravísima crisis humanitaria ante la escasez de alimentos, medicinas o productos de limpieza.