Quienes tuvimos la fortuna de conocer a Paco Fernández Ordóñez, socialdemócrata de la UCD, después ministro de González, coautor de la gran reforma fiscal de la democracia, impulsor de algunas reformas fundamentales como la promulgación de la ley del divorcio —combatida, como siempre, por la derecha montaraz, que no había dicho el sí definitivo a la Constitución—, conocimos su controvertible tesis de que el gran peligro de la estabilidad de la España contemporánea era la pulsión separatista catalana, no la vasca. En aquella época, ETA asesinaba a mansalva, por lo que la afirmación de aquel personaje extraordinario parecía una boutade. Sin embargo, el tiempo le ha dado la razón: extinguida ETA, la sociedad vasca se ha acomodado mejor que la catalana a gestionar su singularidad en el acogedor marco constitucional que ha reconocido sus derechos históricos. Cataluña, en cambio, una nacionalidad muy caracterizada, con unos rasgos culturales muy marcados, ha pasado del autonomismo tranquilo al soberanismo militante y desordenado.