Lola es una joven, que desde el momento en que llegó a este mundo, la vida la desafió con la oscuridad de la ceguera. Sin embargo, nunca ha permitido que su falta de visión definiera su camino. Desde muy pequeña, ha demostrado ser una chica valiente y decidida, dispuesta a enfrentar cualquier obstáculo con una sonrisa en el rostro.


A pesar de no poder ver con los ojos el mundo que la rodea, Lola posee un carisma y una simpatía que iluminan su camino. Lola ve con el corazón, por eso siente más allá de las imágenes que le devuelven sus ojos. Su personalidad radiante y su voluntad inquebrantable han hecho que la gente se sienta atraída hacia ella, queriendo formar parte de su historia. Cada día, mientras se dirige a su trabajo, Lola experimenta una dosis de cariño y calidez que la envuelve por completo. Desde el portero del edificio donde vive hasta los operarios de Renfe, todos en su camino hacia la estación de tren, se convierten en guardianes de su seguridad. El portero le saluda con una voz amable y le ayudaba a encontrar el camino correcto. Los operarios del tren le dan la mano para guiarla hacia su asiento y se aseguran de que esté cómoda durante el trayecto. Pero el apoyo y el cariño no se detienen ahí. Una amable azafata verifica que Lola se sienta como en casa durante el trayecto. A veces le describe el paisaje que se desliza más allá de las ventanas y comparte historias emocionantes que ocurren en el camino.

Aunque Lola se desplace de su barrio, siempre se siente en casa gracias a la calidez de las personas que la rodeaban. El tren es su forma de viajar y todas aquellas personas que comparten breves momentos de su vida en el tren son parte de su familia extendida, que ilumina su camino a través del afecto y la comprensión. Porque la felicidad de Lola no se basaba en la capacidad de ver el mundo, sino en la luz que irradia desde su interior y en el amor incondicional que recibe de aquellos que la rodean. A pesar de su incapacidad visual, tiene la capacidad de tocar los corazones de quienes la conocen. Lola ha enseñado a todos una valiosa lección: que la verdadera visión no se encuentra en los ojos, sino en la forma en que abrimos nuestros corazones a los demás. La historia de Lola es una prueba viviente de que el cariño y el afecto pueden iluminar incluso los caminos más oscuros. Se pueden atravesar túneles de noche eterna y absoluta, pero la luz al final es una gran recompensa.

Y así, Lola continua su viaje, navegando por una tiniebla pacífica con una sonrisa en el rostro y rodeada del amor de la gente. Su historia es un faro de inspiración para aquellos que la conocen, recordándoles que el cariño y la conexión humana pueden trascender cualquier barrera.