La niña, de cinco años, cruzaba de la mano de su madre por un paso de peatones en Roquetas de Mar (Almería), el 6 de julio de 2021. El impacto la desplazó varios metros
El conductor, que llevaba un gintonic en el coche, «nunca pidió perdón, solo ofreció dinero para evitar el juicio que se celebra en octubre», denuncia la familia de la menor
«¡Han atropellado a la niña!». El teléfono lo descolgó David, a punto de salir de trabajar. Al otro lado del teléfono, rota, estaba Rocío, su mujer. Cuatro llamadas de diferentes testigos alertaban, a la vez, al 112. Martes, 6 de julio de 2021, Rocío caminaba junto su hija cuando un coche a alta velocidad atravesó el paso de peatones que cruzaban de la mano. La pequeña se llamaba Leire, tenía cinco años, y venía del parque con su madre, embarazada de cuatro meses. Eran las 20:20 horas cuando un conductor borracho la mató en Roquetas de Mar (Almería).
El conductor salió con los «ojos rojos», «boca pastosa», un evidente «tambaleo» y un fuerte «olor a alcohol», recoge el informe policial
Un frenazo y un golpe fuerte. La gente se agrupó junto al paso de peatones en cuestión de segundos. Todos en shock. Del coche salió F.M.S, el conductor. Lo hizo, según el atestado de la Policía Local de Roquetas de Mar, al que ha accedido este medio, con «ojos rojos», «boca pastosa», con un evidente «tambaleo» y un fuerte «olor a alcohol». Militar de profesión, legionario, destinado en Almería. Salió del coche, pero no se acercó a la víctima. Tras media hora de reanimación, nada se pudo hacer por la pequeña: Leire murió.
Deborah, tía de la niña, retrocede junto a CASO ABIERTO, portal de sucesos e investigación de Prensa Ibérica, hasta aquel desgarrador 6 de julio de hace dos años. Revive, también, la lucha judicial que confían en terminar el próximo 19 de octubre, cuando se celebrará el juicio contra el conductor en el Juzgado Penal número 3 de Almería. El legionario, en libertad con cargos, se enfrenta a cinco años de cárcel (es lo que pide la familia de la niña); el fiscal, por su parte, solicita una pena de cuatro.
F.M.S. llega a la cita judicial tras dos intentos fallidos por evitar sentarse en el banquillo de los acusados. Contactó con la familia, denuncian, con único fin: llegar a un acuerdo económico para detener la causa penal. «A través de su abogado», afirma Deborah, «nos hizo llegar que ofrecía una indemnización, pagarnos un dinero, aparte del que recibiéramos del seguro. Daba 70.000 euros a cambio de llegar a un acuerdo por escrito para que retiraran los cargos contra él».
La respuesta fue contundente: no. «Mi cuñada estaba embarazada cuando mató a Leire. Estaba allí junto a la niña. Pudo matarla a ella también, y al bebé. Nunca llamó para pedir perdón ni se interesó».
El atropello
«Leire y mi cuñada habían ido al parque y a encargar los libros de cara al comienzo del curso«, arranca Deborah, a la que se le quiebra la voz según avanza la conversación. «Ya regresaban a casa, tenían que pasar por la carretera de Alicun, en el barrio del Parador, donde vivían». Rocío y David (los padres de la menor) se instalaron en Almería unos años antes, pero proceden de Cabeza de Buey (Badajoz).
Leire y su madre paran en el paso de peatones, delante de Mercadona. «Es una vía de cuatro carriles, dos en cada sentido», reconstruye Deborah. En el reloj, según el informe policial, marcan las 20:21 horas.
«Estaban paradas en la mediana, donde hay un trocito de acera», explica su tía, «y comenzaron a andar al ver que un coche se para y las deja pasar. Cuando empezaron a cruzar, otro coche, con un señor que iba bebido hasta lo más grande, rebasó al que estaba parado y atropelló a Leire. No se acercó ni siquiera a ver qué le había pasado a la niña ni a intentar socorrerla. Salió, se apoyó en el capó del coche, se echó las manos a la cabeza y ya está. No hizo nada más».
El atestado policial confirma lo que cuenta Deborah. El test de alcoholemia del conductor arrojó cifras escalofriantes: 0,98 mg por litro de aire aspirado, que bajó en la segunda medición que le practicaron a 0,96. Los agentes accedieron al coche y, en su interior, junto al volante, hallaron un vaso que, tras analizarlo, resultó ser un combinado de ginebra y tónica. En paralelo, David, tras colgar el teléfono, en minutos llegó al lugar del suceso para encontrarse con su mujer y con su hija. Solo pudieron confirmarle que Leire no estaba ya.
A gran velocidad
F.M.S, 27 años (en aquel momento) a dos semanas de sumar un año más. Nacido en Jaén, destinado en Almería desde hacía un año, los últimos siete había estado en Melilla. En total, ocho años en la legión. Sin antecedentes penales, solo una multa previa, importante, por circular habiendo bebido alcohol. Fue detenido y pasó a disposición judicial. «Estuvo en comisaria 36 horas. Recuerdo que Leire todavía no había sido incinerada cuando salió. Nos llamaron para decirnos que había salido cuando estábamos saliendo del tanatorio donde iba a ser la cremación«.
La instrucción se forjó con las siguientes certezas: F.M.S «se encontraba bajo la influencia de bebidas alcohólicas». Algunos testigos añadieron que mantenía una conducción temeraria kilómetros antes. El militar, según las pesquisas policiales a las que ha podido acceder CASO ABIERTO, mantenía, además, «una velocidad media de 83.16 km/hora -con un margen de error de 10- cuando lo máximo permitido en esa vía eran 50 km/hora».
Ante el juez, el acusado admitió que «se tomó cuatro o cinco cervezas comiendo» y, después, «dos o tres copas más»
Frenó tarde. Desplazó el cuerpo de la pequeña más de 20 metros y la mató. Ante el juez, F.M.S admitió, según ha podido saber este medio, que «se tomó cuatro o cinco cervezas comiendo» y que después se fue a un local, donde tomó «dos o tres copas más». Que cogió un gintonic » y lo metió al coche», que condujo «porque se veía en plenas facultades», que quizá Leire no iba de la mano de su madre y se adelantó. Aseguró, que no vió a la niña porque en la zona «había vegetación» que le reducía la visibilidad. Este último dato ha sido desmentido por el Ayuntamiento de Roquetas de Mar. Un informe técnico afirma que desde 2020 en ese tramo no existe vegetación, solo césped artificial.
«Le vais a destrozar la vida»
El 24 de diciembre de ese mismo año, la madre de Leire dio a luz. Su embarazo estuvo amenazado, demasiado dolor. «Recuerdo que cuando llaman para decirnos que ha salido de prisión, tuvimos que ir al hospital«, cuenta Deborah. Durante todo este tiempo, F.M.S «nunca se interesó» por ellos, afirma. Hasta que ofreció un pacto económico. «No quiere ir a la cárcel, porque si va, es legionario, militar, y si tiene antecedentes penales de ese calibre le echarán del cuerpo. No quiere perder su trabajo”. La familia de Leire lo rechazó.
«Unos meses después, volvió a contactar, y volvió a proponerlo». El mensaje destrozó a la familia de la niña: «nos dijo que si seguíamos adelante con la demanda y lo metían en la cárcel, le íbamos a destrozar la vida a su cliente«. Deborah se expresa con dolor y con rabia: «destrozarle la vida, ¿a él?».
Homicio imprudente o doloso
La instrucción del caso se cerró con la apertura de un juicio contra F.M.S por homicidio imprudente y conducción temeraria. A la lucha para salir adelante, se sumó la judicial. «Recurrimos la decisión de juzgarlo por homicidio imprudente, creemos que fue un homicidio doloso. La diferencia está en que cuando tu cometes homicidio doloso, cometes el buscamos es que la ley reconociera que no fue una imprudencia, fue una posibilidad que él asumió que podía pasar por conducir con esa tasa de alcohol».
El juez desoyó su recurso. «Toda nuestra batalla jurídica ha sido esa», amplía Juan Manuel Medina, abogado de la familia, ante la llamada de este medio. «El conductor, con una tasa de alcohol como la que lleva, una velocidad desmedida, con una temeridad total y absoluta, se sube al vehículo sin importar la integridad física de las personas que pueda encontrarse en el camino. Le da igual», lamenta.
En un mes se verán las caras. Deborah, tía de Leire, afronta el juicio con miedo. «Miedo a volver a ver a mi familia reviviendo todo, y miedo a qué va a pasar porque yo, personalmente, no creo que pague por lo que ha hecho». «Es desesperante…», añade Medina, «y creo, de verdad, que se dicte la sentencia que se dicte, no será suficiente. No hay sentencia que resarza este dolor».
Leire, la pequeña del pelo de oro, «glotona», «tímida», «feliz». Adoraba Frozen, jugar, pintar… «pintar en muebles y en la pared…», rememora su tía sonriendo. Disfrutaba viendo dibujos en televisión. Sus favoritos, La Patrulla Canina y Mickey Mouse. «Tenia un caracol al que daba harina y agua. Y una perrita, Laika, que llevaba ella misma con su correa cuando murió«.
No iba a ningún sitio sin sus muñecos: Vaca -una vaquita- y Keko, uno con el cuerpo pequeñito y cabezón. «Es tan horrible…», lamenta su tía. No olvida la imagen de su sobrina en su adiós. El desgarro de sus padres. No olvida, tampoco, los primeros días tras el trágico suceso: «entras en casa y no la escuchas, no hay nadie que salga corriendo a decirte: ‘¡Titi!’. No hay nada. Silencio. Un silencio terrible. Silencio… nada más».