«Siempre estoy dispuesta a ayudar a los demás». Es el leiv motiv que mueve a Noemí del Carmen Castro Falero (Las Palmas de Gran Canaria, 2003) para ingresar en las Siervas de los Pobres, en Madrid, congregación dedicada a los enfermos y que tiene casa en Las Palmas de Gran Canaria. La joven, del barrio de La Isleta de Las Palmas de Gran Canaria, es consciente de que su decisión es incomprendida en la sociedad del siglo XXI, pero no le asustan las críticas. Tiene veinte años y asegura tener vocación.
Desde pequeña, Noemí ha estado muy implicada con la parroquia de Nuestra Señora del Carmen, en el barrio de La Isleta, donde nació y creció. Con apenas seis años ayudaba al sacerdote como monaguilla y participaba en cualquier actividad relacionada con las fiestas del Carmen y de la parroquia. «Ella me ha visto crecer», dice en referencia a la virgen del Carmen, a la que tiene mucha devoción, aunque reconoce que le costó ir a misa. «La culpa de esto la tiene mi abuela Jenara, que me insistió», dice en broma.
El afán por implicarse en más tareas se topó pronto con las reglas de la Iglesia Católica de que las mujeres no pueden oficiar misa. «El sacerdote Aday, que ahora está en Fuerteventura, me explicó que las niñas no podían ser curas y que, en cambio, podía ser monja. Recuerdo que le dije: «¡Estamos locos¡ Yo no aguanto eso», cuenta Noemí, que, sin embargo, reflexionó sobre lo que le dijo el cura ante las «llamadas» que sentía pero que no identificaba con una vocación religiosa.
La pasada semana marchó a Madrid para convivir con la comunidad, donde estará como aspirante antes de ser novicia
Como otras jóvenes de su edad seguía sus estudios de Secundaria, mientras sus dudas eran resueltas por el sacerdote Benjamín Ramírez, que junto a otros de la parroquia del Carmen, ha sido su sacerdote espiritual en este camino que ha escogido.
Tras un curso de cocina comprendió que su vida no estaba entre los fogones, sino en ayudar a los demás como religiosa de las Siervas de los Pobres, aunque antes tanteó a las Hijas de la Caridad. «Trabajan con jóvenes, pero ví que no era mi sitio», aclara.
Tras pasar un tiempo en la comunidad de las Siervas de los Pobres, lo tuvo claro. «Él me llama y tengo que responder, todos tenemos nuestros caminos. Y el mío es este, creo que no me equivoco», afirma. Su decisión disgustó a su familia ya que es la benjamina y la única niña de dos hermanos pero ahora la apoyan incondicionamelmente. Como dice su madre Pino, «No es como antes, las monjas tienen ahora una vida muy activa. Entran y salen». También fue una sorpresa para sus amigas que la apoyan tras ver la fuerza de su convicción.
De momento, Noemí entra de aspirante en la comunidad, donde seguirá creciendo en su formación religiosa y empapándose del carisma de las Siervas de los Pobres hasta que esté preparada para hacer el noviciado antes de convertirse en monja. También se preparará como enfermera, una profesión que siempre quiso hacer desde que fue diagnosticada como diabética.