Jubilados del Imserso de vacaciones en Benidorm en una imagen de archivo.
David Revenga

Otra vez el dislate con los periplos del Imserso. Y mira que existe un buen contingente de mayores a los que les da la vida, pero nada que no hay manera. Los conflictos por la adjudicación del programa vacacional, a los que no queda otra que unir la reclamación hotelera porque con la asignación del Gobierno no les llega, llevan camino de convertirse en una tradición que a la vuelta de la esquina se cargue el invento. Los máquinas deben pensar que, como a los que les quedan veinte años o más para entrar en edad de merecer cuando la alcancen igual no hay cobertura que valga, de esta manera van eliminando rastros.

   La historia de un aliciente así para la gente que se lo ha currado se remonta al 85, etapa durilla en la que la pensión media se situaba en 33.000 pelas, unos 200 euros, de ahí que el gabinete cambiase el paso actualizándolas al ipecé, una reforma que no le hizo tilín a Nicolás Redondo quien rompió la disciplina de voto oponiéndose al diseño. Está claro que la historia se repite. Aquí tenemos hoy al omnipresente Felipe enorgulleciéndose de habérselo tragado tras montarle con posterioridad un buen pollo al contrario de Sánchez que ha echado por la borda al hijo con tal de no darle el disgusto de amnistiarlo. Lo único que quieren los beneficiarios es que, mientras los gestores se entretienen con mandangas, no los saquen a ellos de sus aguas termales.

   El alcalde de Calviá fue por entonces de los que se sentó en el despacho del ministro de Trabajo y dejó caer a Almunia que la idea vendría bien para combatir la temporalidad turística. El plan piloto arrancó con 19.000 plazas, 11.000 en Mallorca y el resto en Benidorm, lo que se convirtió en un pelotazo no solo económico sino como el servicio social que es. Su funcionamiento actual descansa al igual que ella en el departamento de Belarra y la titular de Trabajo tampoco va a interferir estando de uñas. Bastante tiene con esa estancia junto a «mesié waterlote». No se va a preocupar de sonreír también a los abuelos.