Curtida en las tablas más exigentes de España, Reino Unido e Italia, Eme DJ imparte cursos donde visibiliza los problemas de salud mental que ha padecido en sus 20 años de carrera: su último proyecto se llama ‘Depresión en la cabina’, una serie de charlas en espacios públicos para generar conciencia y facilitar herramientas
“El otro día me dio un ataque de ansiedad mientras pinchaba. Todo se desencadenó cuando intentaba relajarme antes de salir al escenario. Sin saber muy bien cómo, el camerino se llenó de gente que no conocía de nada. Entiendo que estaba en el único de una sala de mil personas y que los trabajadores tenían que utilizarlo para los descansos, pero aquellos no eran trabajadores ni iban a descansar. La mayoría entró a hacerse unas rayas”. Marta Fierro (Monforte de Lemos, 1982) es DJ, con más de mil actuaciones a sus espaldas en festivales, clubs, eventos y discotecas. Ha tocado junto a David Guetta, Calvis Harris y Zombie Kids. E incluso ha teloneado a Madonna, Arcade Fire y Vetusta Morla. Sin embargo, el éxito no ha sido suficiente para frenar 20 años de crisis como ésta.
Aquella noche, el agobio que Eme DJ empezó a sentir se transformó en náuseas. Y, más tarde, en vómitos. Se le durmieron las manos a 10 minutos de empezar la sesión. Le propusieron cancelar, pero ella declinó la invitación de inmediato. Así que solicitó que le pusieran un cubo en la cabina y, a los minutos, se metió dentro: “No era capaz de concentrarme en las mezclas ni escuchar las canciones con la debida atención. Intenté fijarme en los asistentes, pero tampoco quería que se dieran cuenta de mi estado. Estaba aterrorizada. Sólo quería que aquello acabase cuanto antes porque la situación se me había ido de las manos”.
A los 20 minutos, el encargado se acercó a ella y le sugirió que parase. Entonces, se sintió aliviada… aunque también humillada. Creía que había defraudado a los presentes y que, por tanto, no la volverían a contratar. “Poco después, estaba en la parte de atrás del coche de mi representante con un orfidal en la boca y respirando, al fin, más aliviada. A la mañana siguiente, el arrepentimiento, la impotencia y la decepción fueron enormes”.
Curtida en las tablas más exigentes de España, Reino Unido, Túnez, Italia y Bosnia, Marta es una de las grandes conocedoras de su profesión. De ahí que compagine su faceta de DJ con cursos y talleres donde visibilizar los problemas de salud mental a él vinculados. El último proyecto que ha puesto en marcha es Depresión en la cabina, una serie de charlas itinerantes en espacios públicos para generar conciencia y proporcionar herramientas: durante éstas, se llevarán a cabo conferencias, técnicas de relajación y mesas redondas, así como la proyección del documental Miedo al miedo, protagonizado por ella misma. ¿Por qué está más aceptado que un DJ se drogue a que hable de su depresión? es la pregunta sobre la que se cimienta esta iniciativa, que ya tiene agendada sus primeras citas.
Vivir con angustia
“No tengo mánager, así que me gestiono todo yo. Trabajo por cuenta ajena, pero funciono como si fuera autónoma. Paso la mitad del día buscando el modo de tener más bolos, ya sea creando más música, ensayando en casa, viendo tutoriales sobre nuevos productos tecnológicos o escribiendo a clubs. Aunque suelo tener las fechas agendadas con un par de meses de antelación, me preocupa qué pasará más adelante. Y, cuando se acercan y no he conseguido otras nuevas, empiezo a desesperarme. Por fortuna, vivo sola y no tengo nadie a mi cargo”, explica Marta sobre una rutina que tiene poco de repetitiva.
Siempre está al acecho de nuevas tendencias y técnicas, razón por la que ha adaptado sus shows a cualquier audiencia. Es una DJ de formato abierto que abarca indie, pop, rock, soul, disco, R&B, electro, house, breakbeat… Lo que le ha permitido construir una amplia colección musical de casi todas las épocas y géneros. Por el momento, ha editado cuatro epés como productora. Y ha remezclado canciones de Zahara, Love Of Lesbian, Vega, Niños Mutantes, Varry Brava, Dover, Miss Caffeina…
Si bien ha cumplido su sueño de ser DJ, la inestabilidad que azota a este oficio le ha hecho replantearse su camino en más de una ocasión. “Me considero una privilegiada, pero vivo angustiada por no saber si me seguirán llamando. A veces, incluso, quieres desaparecer para dejar de sufrir la desesperación que genera pensar que algo no funciona contigo. En mi caso, aproveché la oportunidad, me agarré a un clavo ardiendo, no lo solté… Y, aún así, acabé desencantada por el escaso valor que se da a mi profesión. Es una carrera de fondo, lo sé. Llevo 20 años y me da miedo que la cabeza y el cuerpo no aguanten otros cinco más”, reconoce. En este tiempo, entre viajes al FIB y el Sónar, ha publicado los libros Mamá, quiero ser DJ (2015) y Cómo ser DJ. El manual (2021). Un terremoto creativo frente a los vaivenes laborales.
Desconfianza y miedo
“Para mí, es imposible alcanzar una estabilidad económica y mental. Es verdad que hay sitios en los que te tratan como una artista, pero en otros parece que te están haciendo un favor. Encima te exigen factura cuando no tienes la obligación de hacerla. Respecto a las finanzas, hay compañeros que ingresan lo que generan… y eso son miles de euros. Ahora bien, la gran mayoría estamos reducidos a cobrar un pequeño caché negociable. El mío ha ido bajando con los años y, en la actualidad, está donde debe. Todo ello hace que sea imposible alcanzar un equilibrio mental”, continúa.
Marta, que ha liderado tres veces la lista que la revista Rockdelux dedica a los mejores DJ nacionales (2010, 2011 y 2014), ha sufrido los escollos de una industria que, aún con avances, no sabe cómo abordar la salud mental de sus empleados: “Hay mucha desconfianza, miedo y victimismo. La gente no quiere perder su trabajo y, por desgracia, eso todavía sigue sucediendo: a mí me han dejado de llamar por esta cuestión de varios sitios. No les culpo, no estoy enfadada. Es más, lo entiendo”.
Su objetivo es acabar con los tabúes que, por culpa de la ignorancia y el rechazo, aún siguen asentados en la sociedad. Y, en especial, en este sector. Algo que, con tiento, está logrando gracias a un discurso tan sincero como implacable: no sólo está exponiendo sus dificultades, también las está convirtiendo en espejos donde cualquiera puede verse reflejado. El paso previo a una nueva vida que, a pesar de las dudas, pesa bastante menos. “No puedo decir que haya vencido a los ataques de pánico, pero hoy los afronto de distintas maneras. Mis detonantes son demasiados y la tarea de controlarlos resulta difícil. Tampoco diré que esta enfermedad me ha terminado venciendo: la lucha continúa. Aún así, el control que voy ganando lo pierdo de vez en cuando… es durísimo ver cómo tu mente va por un lado y tu cuerpo por otro”.