Con una defensa del multilateralismo y un llamamiento a reducir las asimetrías entre el Norte y el Sur concluyó este sábado en La Habana la cumbre de los países del G77+China. La reunión comenzó el viernes con la presencia de representantes de 100 países, entre autoridades gubernamentales y estatales, ministros de Exteriores y delegados de organizaciones internacionales. Su objetivo, en esta oportunidad, ha sido la de sentar una posición común frente a cuestiones en las que se pone en escena con mayor crudeza la brecha entre países desarrollados y en vías de desarrollo: la tecnología, el papel de la ciencia y la innovación. Pero también se planteó en varias intervenciones el modo en que se relacionan con los desafíos ambientales.
El presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, consideró que las reivindicaciones del G77 deben reforzarse «a la luz de la cuarta revolución industrial» que gira alrededor de los avances en los campos de la inteligencia artificial y la biotecnología. «No podemos estar divididos. Debemos forjar una visión común que tenga en cuenta las preocupaciones de los países de renta baja y media y de otros grupos más vulnerables». Lula instó al foro que reúne a dos tercios de los países que integran Naciones Unidas a una acción conjunta para que la transición energética y la revolución digital no estén lideradas por «un puñado de economías ricas». Eso sería, a su criterio, compartido por varios expositores, como la ministra de Asuntos Exteriores de Sudáfrica, Naledi Pandor, mantener la «relación de dependencia entre el centro y la periferia».
Al abrir la cumbre en Cuba, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, había exhortado a crear un orden más justo e incluso consideró que se les estaba “fallando” a las naciones en desarrollo.
El mandatario brasileño retomó ese criterio articulándolo con los nuevos desafíos globales. Remarcó al respecto que la “emergencia climática nos impone nuevos imperativos” pero, a la vez ofrece oportunidades. «Vamos a promover la industrialización sostenible, invirtiendo en energías renovables, en la socio-bio-economía y en la agricultura baja en carbono». Esa tarea, remarcó, debe llevarse a cabo «sin olvidar que no tenemos la misma deuda histórica que los países ricos con el calentamiento global». En ese sentido, Lula repitió una idea que ya escucharon de su propia boca varios líderes europeos en Bruselas, durante el encuentro entre la UE y la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), a mediados de julio: «la financiación climática debe garantizarse a todos los países en desarrollo, en función de sus necesidades y prioridades». Para Lula las naciones más poderosas deben cumplir sus compromisos entre la Cumbre sobre el Cambio Climático de la ONU (COP) se celebrará en Dubai en cinco años y la COP-30 en Belém.
Desde el inicio de su tercer Gobierno, a comienzos de año, Lula intenta retomar el liderazgo internacional que tuvo entre 2003 y 2010. Un grupo como el de los 77, creado en 1964 con esa cantidad de países, que en la actualidad llegan a 134, con China en calidad de actor externo, le ofrece una plataforma a tono con sus aspiraciones. «La gobernanza mundial sigue siendo asimétrica. La ONU, el sistema de Bretton Woods y la OMC están perdiendo credibilidad». Con ese mismo énfasis reclamó el fin de las sanciones económicas de Estados Unidos contra Cuba.
Un Plan Marshall global
El colombiano Gustavo Petro fue inclusive más audaz al pedir al mundo desarrollado que promueva una suerte de Plan Marshall global para afrontar la crisis climática, en alusión al programa que financió Estados Unidos para ayudar a Europa después de la Segunda Guerra Mundial. De no actuar en consecuencia, el mundo se volvería «violentísimo» y el éxodo de personas afectadas por las catástrofes ambientales podría alcanzar los 3.000 millones. «¿Cómo será el mundo cuando las tierras de las grandes ciudades de nuestros países sean inhabitables? ¿Cómo será la política? ¿Cómo será la sociedad? ¿Habrá democracia o habrá barbarie?«. Defendió, además, una «negociación universal para el cambio de un nuevo sistema financiero mundial». Uno y otro aspecto están entrelazados.
Según Petro, Estados Unidos y Europa solo proponen que los países en desarrollo se endeuden más y “muchos integrantes del G77 aceptan pasivamente este camino”. Y añadió: «si no abordamos el camino de disminuir la deuda, la única manera de financiar la economía descarbonizada en todo el mundo es el capital y el endeudamiento. Es decir, una reproducción y profundización de las relaciones de dominación del mundo».
El presidente colombiano propuso a cambio una Emisión Universal de Derechos Especiales de Giro (DEG) para que los países adeudados puedan aliviar sus cargas. «Esta propuesta, aprobada en América del Sur, en África, en ciertas reuniones previas como la de París, en mi opinión, debería ser retomada por el G77, porque nosotros no perdemos allí, ganamos».
José Manuel Salazar-Xirinachs, secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) transmitió las mismas ideas. «La humanidad enfrenta el desafío del cambio climático: está en nuestras manos tomar acción, aprovechar oportunidades y maximizar los beneficios de tecnologías emergentes para construir la resiliencia de nuestros países y economía y reducir los impactos negativos».