El cerrojazo informativo en una negociación política suele ser una buena receta para elevar las probabilidades de éxito, pero tiene el inconveniente de que, a nivel mediático, alimenta todas las especulaciones posibles sobre el planteamiento, el nudo y el desenlace de lo que se está hablando. De ahí que los contactos de ERC y Junts con el PSOE para alumbrar la investidura de Pedro Sánchez estén agitando la tensión política pese a no conocer un ápice de su contenido. Cada semana, por no decir cada día, termina con una sensación distinta: a ratos parece otearse la fumata blanca en el horizonte; a ratos cunde el pesimismo de que tendremos que volver a votar con el roscón de Reyes en el estómago. Pero nada tangible justifica ni una ni otra sensación.
De la amnistía al ‘procés’ se supone, intuye, deduce, presiente, sospecha, presume, infiere, presagia y teme absolutamente todo sin saber, en realidad, absolutamente nada. Y como de conjeturas se nutre la política, podemos empezar a pensar que todos estén siguiendo un guion para preparar el relato posterior de la repetición de las elecciones. Las pocas encuestas que se han publicado desde el 23 de julio aventuran un escenario muy similar al actual, lo que significa que ninguno de los negociadores saldría escaldado en caso de volver a las urnas. ¿Y si a todos les conviene votar otra vez? Veamos
Feijóo tampoco llegaría
Al candidato del PP se le está haciendo muy largo el camino hacia el debate de investidura del día 26. El acto que se ha sacado de la manga a rebufo del ala dura del partido, y en especial de José María Aznar, le sitúa de facto en el papel de jefe de la oposición cuando ni siquiera se ha sometido al examen del Congreso. En realidad, la fecha que esperan los populares es el 27 de noviembre, cuando expira el plazo para investir a un presidente, porque necesitan la repetición electoral. Sin ella es imposible que Feijóo gobierne. Esa sería su única esperanza, pero en los sondeos, de momento, se sigue quedando corto.
Según el promedio de las encuestas postelectorales, el PP ganaría cinco escaños y obtendría 142, pero a costa de quitárselos a Vox, que retrocedería hasta los 29 sin sacar rédito del nuevo poder autonómico que le han brindado los populares. La suma de ambos se quedaría igual, 170 diputados. Con esta realidad se comprende mejor la estrategia de agitar la calle y hurgar en el malestar de sectores del PSOE por las supuestas concesiones de Sánchez a los independentistas. Pero por ahora ese ruido procede más de extramuros que de dentro del partido.
Sánchez, sí pero no
Los socialistas se jugarían más con la repetición electoral. Pese a su conocida capacidad resiliente, ahora Sánchez tiene una grieta por la que retener la Moncloa, y unos nuevos comicios podrían hacer que la perdiera. Al fin y al cabo, a Feijóo le faltan solo cuatro diputados para la mayoría absoluta. Los indultos a los presos del ‘procés’ no le erosionaron en julio pasado y ‘vender’ que no ha claudicado ante las pretensiones de Carles Puigdemont con la amnistía y el referéndum podría ser un buen anzuelo para mantener a raya a la derecha. La media de encuestas da ahora mismo al PSOE dos escaños más que el 23-J, es decir, 123.
Pero tampoco le servirían para quitarse de encima a Junts porque la actual coalición del Gobierno se quedaría en el mismo registro: los dos diputados que ganarían los socialistas los perdería Sumar (29), pese a los esfuerzos de Yolanda Díaz por capitalizar el diálogo con Puigdemont. El consuelo para la vicepresidenta sería un posible ‘sorpasso’ a la extrema derecha. La experiencia reciente dice que repetir elecciones favorece a quien gobierna, y Sánchez ha probado las dos medicinas: en 2019 gobernaba y siguió gobernando; en 2016 estaba en la oposición y acabó derrocado por su partido por no querer investir a Mariano Rajoy.
Puigdemont, a saber
Escrutar las intenciones de Puigdemont, que capitaliza la llave de la gobernabilidad pese a tener los mismos diputados que otros dos socios imprescindibles para Sánchez (los Comuns y ERC) y menos de la mitad que el PSC, es un ejercicio muy complejo. Lo que está claro es que en sus cálculos influirán de forma significativa las opciones de volverle a ganar la partida a los republicanos. En julio, Junts perdió su particular duelo con Esquerra por apenas 70.000 votos, pero solo dos meses antes se había impuesto en las municipales por 160.000 papeletas. Por ahora los sondeos son más benévolos para ERC, que conservaría sus 7 escaños mientras JxCat perdería uno y se quedaría con 6 diputados. Es la primera factura por ese protagonismo, tan incómodo para socialistas y republicanos, que Puigdemont está explotando en estas herméticas negociaciones.