Familiares, amigos, vecinos y conocidos despidieron este viernes por la tarde en la capital de Onís a Pablo Torroba, el joven de 14 años fallecido en el accidente de la carreteria del río Las Cabras (Llanes). Fue un multitudinario funeral al que acudieron cientos de personas y en el que se sucedieron escenas de dolor y aplausos de homenaje al ya añorado vecino. Sin embargo, también el silencio sepulcral se adueñó de Benia en el momento en el que una numerosa comitiva acompañaba su féretro desde la funeraria La Santina hasta la iglesia parroquial de Santa Eulalia. Solo roto cuando, sin perder la solemnidad del momento y en honor a Pablo, la música de «El Nano», de Melendi, retumbó en el valle durante su traslado. Pero el momento más emotivo llegó cuando Carmen Vera, madre del menor fallecido, mostró una entereza encomiable para pronunciar unas palabras en las que pidió que se recuerde a Pablo «como era, un terremoto, pura energía, pura vida…»
Allí, a la entrada del templo, aguardaba el párroco de Pola de Siero y capellán del Sporting, Andrés Fernández Díaz, quien oficiaría la misa con permiso del párroco local, Pablo Luis Gato. Junto al pórtico, se depositaron decenas de ramos de flores en recuerdo de un chico que, tal y como lo describen sus allegados «tenía mucha personalidad, era muy buena persona y un gran amigo».
Tal era la cantidad de personas que querían dar su último adiós a Pablo que la iglesia se llenó al instante, dejando a decenas de asistentes siguiendo la homilía desde el exterior. Desde personalidades de los ayuntamientos de Onís y de Cangas de Onís, hasta profesores y alumnos del IES Rey Pelayo, jugadores de su actual equipo, el Urraca C.F, y del anterior, el Cánicas A. C, artistas de la comarca y miembros de distintas asociaciones. Y para todos ellos, palabras de consuelo que Don Andrés trató de verbalizar frente a una pérdida inexplicable: «Cómo asumir y entender esto, cómo iluminarlo. La respuesta que puedo daros es la de aquel que no tiene palabra. Es el gesto que habéis hecho vosotros: el silencio y el abrazo, todo ello premiado de amor».
Su madre, Carmen Vera, aunque devastada, logró sacar fuerzas de flaqueza para pronunciar sus suyas propias palabras ante los presentes en nombre de toda la familia: «Estos días hemos estado desbordados por todo vuestro cariño, apoyo y fuerza, que nos han hecho manternernos. Mi hijo estaría flipando con todo este cariño. Que hasta el Sporting y el Real Oviedo lo han nombrado», comentó antes de dirigirse a los más jóvenes para darles aliento: «Me habéis dado una lección, habéis estado aquí como campeones, acompañando a Pablo. Os doy unos días para recomponernos. Tenéis toda la vida por delante y tenéis que recordarle como era, un terremoto, pura energía, pura vida…», evocó. Tras la ceremonia, el ataúd de Pablo Torroba, cubierto con una bandera del concejo de Onís, abandonó el templo entre reconfortantes aplausos en recuerdo de un chico que fue «valiente, apasionado del deporte y muy feliz».
Casi paralelamente al funeral de Pablo Torroba, y en el mismo día en el que se incineraron en la intimidad familiar los restos mortales de la mujer también fallecida en el siniestro, Sandra Ramos, llegaba otro mazazo que acrecienta la tragedia. Se conocía el fallecimiento de Yeray Marqués, el tercer ocupante del coche, quien permanecía hospitalizado desde el miércoles en la UCI del HUCA. Yeray, de 15 años, y Pablo Torroba, de 14, eran compañeros del equipo cadete del Urraca C.F. y Sandra Ramos había ido a recogerlos tras un entrenamiento antes de que se produjese el fatídico choque frontal con otro choque en la carretera llanisca.