Caos, tumultos, desmayos, peleas. La situación en la isla italiana de Lampedusa, que en dos días ha recibido la cifra récord de unos 7.000 inmigrantes -un número superior al total de la población residente-, evoluciona de la peor forma posible. La tensión por los desembarcos masivos ocurridos esta semana está tocando techo en la pequeña isla, donde fuerzas del orden y operadores de la Cruz Roja están teniendo dificultades para gestionar a los recién llegados. Algunos migrantes incluso se han escapado del desbordado centro de acogida, trepando y tirándose por las vallas del recinto, mientras que otros han sufrido desmayos tras transcurrir diversas horas hacinados, según imágenes difundidas este jueves por medios locales.
«En las últimas 48 horas, aproximadamente 7.000 personas han llegado a Lampedusa, una isla que siempre ha recibido a todos con los brazos abiertos», ha dicho el alcalde, Filippo Mannino. «Sin embargo, ahora hemos llegado a un punto de no retorno. La gravedad del fenómeno ha puesto en crisis a la isla», ha añadido el político, al agradecer también a los vecinos que están ayudando en las operaciones de acogida de personas vagando por las calles.
Desde hace décadas, las llegadas a la isla de Lampedusa suelen ser numerosas en los meses de verano. Sin embargo, las cifras de los últimos meses son extraordinariamente elevadas (123.863 en lo que va del año), lo que ha cuestionado los acuerdos recientemente promovidos por el Gobierno de Giorgia Meloni con el autoritario presidente de Túnez, Kais Saïed. La razón es que gran parte de los migrantes que han llegado en el último periodo son subsaharianos (especialmente, de Guinea y Costa de Marfil) que llegan a Túnez desde países que no requieren visado para ingresar en ese país norteafricano. Migrantes que luego zarpan hacia Italia desde puertos como el de la localidad tunecina de Sfax, que no está completamente bajo el control del Gobierno central, como también ha señalado el analista y experto en datos Matteo Villa.
El norte de Europa, cerrado
Una situación que, como ya ha ocurrido en otros años, puede terminar también desencadenado un choque entre Italia y los países del norte de Europa, ya que muchos migrantes desembarcan en Italia con el deseo de llegar allí. Tanto es así que Alemania ha suspendido temporalmente la acogida de solicitantes de asilo, mientras que Francia ha anunciado que aumentará los controles en sus fronteras para evitar que no lleguen inmigrantes que han entrado en Europa de forma ilegal.
Mientras tanto, el debate interno en Italia se enciende. Giuseppe Conte, líder del Movimiento 5 Estrellas, ha acusado al Gobierno de Meloni de estar «fracasando» en su estrategia migratoria. «La situación de los desembarcos está completamente fuera de control. Lampedusa está colapsada«, ha dicho.
Por su parte, Matteo Salvini, aliado de la primera ministra y líder de la xenófoba Liga, ha sugerido la existencia de un complot detrás de estas masivas llegadas. «Estoy convencido de que hay un guión detrás de este éxodo. Lo discutiremos con calma dentro del Gobierno, pero no podemos presenciar más escenas similares», ha detallado. «Los números son los de 2016, la diferencia es la acogida«, ha criticado, por su parte, Annalisa Camilli, periodista especializada en temas migratorios de la revista ‘Internazionale’.
Responsabilidad europea
El debate se ha agudizado especialmente después de los altos números en llegadas del miércoles. Día en el que, además de los disturbios en la isla, también falleció un bebé de cinco meses al caer al agua. Ocurrió cuando, en plena operación de rescate, volcó la embarcación en la que se encontraba junto a su madre.
En estas circunstancias, el asunto también ha llegado a la ONU, donde el secretario general, Antonio Guterres, ha instado a la puesta en marcha de una «solidaridad europea» para aliviar la carga que recae sobre Italia. «Es esencial asumir el concepto de una responsabilidad europea, porque el esfuerzo no puede recaer únicamente en los países fronterizos», ha opinado Guterres durante una rueda de prensa en Nueva York.