«Pues… cómo se notan los días». La manida, recurrente y hasta cómica expresión tiene más razón que un santo. Atrás se quedan los días de verano y poco a poco el otoño se aproxima marcado por un nuevo equinoccio, momento en el que el Sol en su movimiento aparente hacia el sur pasa por el centro del ecuador de la Tierra. En este contexto, el cambio de hora supone un hito cada vez que se produce y, con él, llega el eterno lío: ¿adelantar o atrasar el reloj?

Este año 2023, será la madrugada del 28 al 29 de octubre. Tendrá lugar a las 03:00 horas, que será cuando haya que atrasar el reloj a las 02:00 horas (hora peninsular), haciendo que ese día tenga 25 horas en vez de 24.

Ajustar la luz del día

Estos cambios de hora siempre derivan en los meses más fríos en España y se realizan para intentar ajustar la luz del día con la jornada laboral habitual, una práctica que también se da en otros países de la Unión Europea.

Los primeros cambios de horario en España

Para comienzos del siglo XIX, el territorio español tenía diversos horarios que podían variar por mucho de acuerdo a cada región. Por ejemplo, el mediodía de Madrid no coincidía con el de Barcelona y tenían una diferencia de unos 30 minutos. En casos más extremos, entre el meridiano local de Galicia y el de Mallorca, había casi 60 minutos de diferencia.

Incluso con el impulso del tren como el principal sistema de transporte público de la época y para coordinar los viajes, la ley ferroviaria de 1878 exigía que cada compañía publicará los horarios de sus viajes con dos columnas, “una con la hora de la compañía y otra con la hora de cada ciudad”.

Estas disparidades se intentaron resolver con el decreto oficial del 1 de enero de 1901, donde se estipuló que todo el territorio español se ajustaría al horario del Meridiano de Greenwich o GMT (Greenwich Meridian Time). Con esta disposición, las diferencias se redujeron a solo unos pocos minutos y la gente comenzó a adecuarse a este nueva modalidad del tiempo para realizar sus actividades diarias.